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Tribuna:Un año clave para Giscard d'Estaing/3
Tribuna
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La batalla de la fragilidad

El lunes último, en el palacio presidencial del Elíseo, ante los representantes de los grandes cuerpos del Estado, que asistían a la ceremonia tradicional de las felicitaciones de principios de año, Giscard d'Estaing, repitió la letanía que, desde hace algunos meses, resume su filosofía política: Nuestro objetivo es el enderezamiento económico. El Gobierno fue escogido y nombrado en función de ese objetivo. Del éxito económico depende todo lo demás.

Por la noche de este mismo día, el primer ministro. Raymond Barre, anunció la entrada en vigor la segunda fase de su discutido y maltratado plan del pasado septiembre. Esta nueva etapa del plan Barre comenzó el lunes bajo el slogan que, al mismo tiempo, es su meta: Deshielo de precios. Las autoridades han reducido el impuesto llamado TVA (tasa del valor añadido) en un 2.4 %. La baja se aplicará a todos los artículos de consumo corriente. salvo los alimenticios. Con esta disminución de los impuestos. Raymond Barre pretende neutralizar las primeras alzas de los precios. Si así fuese, a lo largo del primer semestre del año, el Gobierno se apuntará un tanto: frenar la inflación, que, al final de 1976 se cifró en un 13 %. Esta victoria eventual, según el plan Barre, se conseguiría a costa del aumento del paro obrero, que oficialmente supera el millón y, de creer otras estimaciones, llega al millón y medio. La reactivación económica que las autoridades anuncian para el segundo trimestre del 77 es la que permitiría reducir el número de desempleados.

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Si el mecanismo técnico puesto en práctica por el primer ministro fuese un éxito, Giscard d'Estaing habría ganado la primera batalla. de la actual depende todo lo demás, según sus propias palabras. Por el contrario, si a pesar de todo, los precios se encienden de nuevo, el plan Barre, entero, se quemaría. Este sentimiento, expresado por no pocos especialistas. se manifiesta igualmente en los medios patronales y en la opinión pública, aunque no sólo por razones estrictamente económicas.

El fatalismo, en el mundo de los negocios, por miedo a la victoria de la izquierda en las legislativas del 78, y el clima de escepticismo o de falta de confianza que se lia apoderado de los franceses, no juegan al comienzo de este año, en favor de un plan económico que, por otra parte, la derecha como la izquierda tienen interés en que no fracase totalmente, para no encontrarse mañana con una Francia a la italiana o a la inglesa.

Pero los hechos no son simples, declaró a EL PAIS un miembro del Patronato Francés (CNPF). Es muy difícil, -añadió- por no decir imposible, disociar totalmente lo político de lo económico. Quiero decir que las dificultades actuales de la economía francesa, para ser resueltas, necesitarían un contexto político confiable, estable. Y no es así. Nadie olvida que hace tres meses, con motivo de un coloquio entre el líder de la izquierda. François Mitterrand, y cuatrocientos jefes de empresa, se realizó una encuesta entre estos últimos que dio el resultado sigiuiente: las tres cuartas partes creían en una victoria de la izquierda en las próximas legislativas, y temían tal eventualidad. Por esto, desde hace tiempo ya, una buena parte de los capitales se encuentran en lugar seguro. fuera de Francia, comprometiendo con ello la salvación del plan Barre.

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