La abuela de España
Terminaba yo una de mis últimas crónicas citando a las lectoras para pecar conmigo. Bueno, pues han contestado unas cuantas, por correo y al teléfono. Se ve que el mujerío está lanzado. La que no me ha escrito es la abuela de España, esa señora de ciento no sé cuántos años, que es ya como un personaje de García Márquez; lo ha visto todo, desde Isabel II para acá, y votó en el referéndum por España y por mi Rey.Decía yo el otro día que los referéndumes (un abrazo, Gonzalo), se hacen para los ancianos, los enfermos y los minusválidos. Ya lo ven ustedes. Pero si no ha perdido la fe en este país la abuela de España, que se conoce la película desde el principio, no la vamos a perder nosotros, que estamos llenos de optimismo dialéctico y ganas de incordiar. Me llamaron de la tele y de Europa Press. Que cuándo va usted a votar, y qué, y cómo, y dónde, y por qué. Demasiadas preguntas.
-Lo siento, tengo que escribir tres artículos y luego ir a comprar el pan. Me parece que no me va a quedar tiempo para votar.
Pues sólo faltaba eso: que me sacasen por la tele votando, como a Adolfo Suárez o a la abuela de España. Si no me sacan por la tele echando venablos contra el sistema, en un A fondo que me tienen congelado, tampoco voy a dejar que me saquen al pie de la urna. Esta semana tengo que presentar, con mi admirado Andrés Amorós, un libro pornográfico de Samaniego, el pulcro fabulista (la derecha, ya se sabe), un libro de Julián Lago que con las contramemorias de Franco-Salgado, e incluso un libro mío en un horno de pan, firmando panecillos al personal. Comprenderán ustedes que con este metesaca se me haya pasado votar.
Pero pienso que la abuela de España ha votado por todos nosotros y por todos los abstencionistas, pues una señora que ha aguantado ciento veinte años en España es ya España misma. Con la abuela de España ha asomado la oreja centenaria el costado ternurista de todos los Referéndumes, que apelan siempre al sentimiento del personal, más que a la razón, y por eso son irracionalistas de raíz, aunque el mar de los Sargazos ultras que queda a la derecha del sistema ha otorgado, por contraste, cierta lucidez al sí.
La abuela de España es la única que faltó en el homenaje de Aranguren, al que yo tampoco pude ir. Merecidísimo homenaje a un escritor singular y llamada a Aranguren de los altos funcionarios de la seguridad, garantizándole la paz y salvaguardia del acto. Tierno, Aranguren, Camacho, los abuelos de la otra España, tienen puesta policía y protección. Es lo último que le quedaba por ver a la abuela de España.
La abuela de España nació con Isabel II, ha conocido cinco reinados, varias dictaduras, numerosos referéndumes, diversos secuestros, la pulga de la Chelito, la retirada de embajadores, la marcha de la División Azul, la vuelta de la División Azul, la cogida de Joselito, la cogida de Granero y la cogida de Manolete. Esta adorable-anciana, a la ,que desde ya mismo requiero de amores, lo ha visto todo, lo sabe todo, es la única superviviente y el único superviviente de tantos motines, pronunciamientos, asonadas, guerras civiles, referéndumes, reformas políticas, bazas de espadas, cuartelazos, bogotazos, loterías del Niño y desfiles de la Victoria.
Casi siglo y cuarto de historia patria, casi siglo y cuarto de hegemonía de la derecha, con algún que otro trienio liberal o republicano. Un lienzo entero de historia de Espana que se incorpora para votar. Lo mismo podían haberse presentado en la mesa electoral la Dama de Elche, la Dama de Baza o la maja desnuda de Goya o de Cáceres. Ya puestos movilizar el pasado para engrosar el referéndum, sólo ha faltado Agustina de Aragón con el trajecito sastre de Aurora Bautista. Dice Amaro Gómez-Pablos que a los cuatro espeleólogos perdidos los han sacado de la cueva para que fueran a votar. Pero hernos ganado el referéndum, en fin, y esa señora que ha pasado la tercera edad y está en la cuarta juventud es el signo claro de un pueblo que lo ha aguantado todo y aún espera arreglar el país con una papeleta. Es el pasado que nos mira, es la Dama de Elche en vivo. No la decepcionemos.
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