Erotismo y democracia
Leo en EL PAIS con fecha de 8 de diciembre, una carta firmada por C. García Badell, y que con el título de «strip-tease aberrante», nos hace un panegírico moral digno de las más doradas épocas imperiales del puritanismo patrio.
Estoy de acuerdo con el firmante en que el «strip-tease» no es por sí solo la democracia, pero lo que sí es, es un indicativo bastante válido del grado de libertad alcanzado por un país, en cuanto que una democracia que no respete los gustos de la minoría (o mayoría, váyase ud. a saber) no merece tal nombre. Que conste que utilizo el término «strip-tease» en un sentido muy amplio queriendo significar con el mismo la liberación de nuestras costumbres sexuales en general.
El erotismo, como todo artículo de consumo, está sujeto a la ley de la oferta y la demanda y por tanto quizá, aunque en un principio alcanzase unos precios prohibitivos, muy pronto estaría al alcance de cualquier bolsillo, si es eso lo que preocupa al señor Badell.
Recuerdo muy bien, a este respecto, la respuesta dada por el director cinematográfico Carlos Saura, en una entrevista publicada, no hace mucho, en un semanario acerca de qué pensaba sobre la pornografía. Y Saura, en lugar de caer en el manido tópico de la condenación indiscriminada, afirmada que para un pueblo como el español sometido durante tantos años a una feroz represión sexual todo medio era valido para sacarlo de ella.
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