El Gobierno británico, dispuesto a consumar las nacionalizaciones
La decisión del Gobierno británico de desafiar a la Cámara de los Lores sobre el tema de los proyectos de ley de nacionalización de las industrias de construcción naval y aeronáutica no se basa sólo en cuestiones constitucionales, sino en el convencimiento, de los laboristas de que las industrias citadas únicamente, pueden funcionar en manos del Estado.
Los lores tienen poder de veto y podrían utilizarlo. Pero hay unas normas parlamentarias que facultan a la Administración para introducir leyes, aunque los lores insistan en enmendarlas. El lunes debatirán los lores de nuevo la legislación nacionalizadora. Si persisten las enmiendas, entonces el Gobierno hará uso excepcional de sus medios.Las industrias de la construcción naval y aeronáutica están en Gran Bretaña en manos de consorcios familiares que, según el Gobierno, no tienen demasiado interés en desarrollar su radio de acción y su competitividad exterior. En base a ese criterio, Callaghan ha estimado oportuno desafiar constitucionalmente a los lores, a los que los laboristas quisieran ver reducidos a un papel consultivo, sin atribuciones para detener el proceso legislador de la Cámara de los Comunes.
Callaghan no quiere que la nueva sesión parlamentaria, que comenzará el jueves, se inicie con el recuerdo de una derrota, porque eso seguiría dando ánimos a los lores para oponerse indefinidamente a la futura legislación laborista. Michael Foot, vicelíder del partido que está en el poder, ha justificado el desafío que el Gobierno le ha planteado a los lores diciendo que «no se puede permitir que unos parlamentarios que no han sido elegidos por el pueblo se consideren representantes de sectores del país y voten sistemáticamente contra la decisión de unos diputados que si han sido elegidos para legislar».
Cambios en el «Gabinete fantasma»
La devolución de la ley de nacionalización de las industrias de construcción naval y aeronáutica a la Cámara de los Lores se produjo después un debate en los Comunes en el que el primitivo proyecto del Gobierno resultó triunfante de nuevo por un número escaso de votos. Esta victoria, conseguida a pesar de la exigua mayoría que los laboristas tienen ahora, ha decepcionado a los conservadores, que parecen haber perdido sus esperanzas de unas elecciones generales inmediatas. Aun así, Margaret Thatcher, la líder tory, ha querido preparar su Gabinete «fantasma» para la inmediata lucha parlamentaria y ha cambiado a algunos de sus colaboradores. El cambio más significativo ha sido el portavoz de Asuntos Exteriores, Reginald Maudling, que forma parte de la extrema derecha del partido y cuya actuación ha contribuido poco a la popularidad de los conservadores. Maudling ha sido reemplazado por John Davies, que es un joven diputado de puntos de vista más centristas que los de su antecesor.
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