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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Compañías peligrosas

La verdad simple y pura es que de los americanos -de los americanos del Norte-, la gente se acuerda poco. Instalados aquí, en sus bases, dejaron hace tiempo de ser novedad, a medida que la historia reciente de nuestro país fue marchando por nuevos derroteros. Venir a descubrirnos su mundo -parte de su mundo-, en relación con el estrato social que todo país ocupante engendra en torno, resulta poco eficaz desde el punto de vista crítico y superficial considerado desde el cinematogáfico. Porque el pecado fundamental de este último filme de Pedro Olea estriba en su versión puramente exterior de un medio que se diría conoce mal o conoce a medias, que viene a ser lo mismo, traído ante nosotros con perfiles ya sabidos, a medias entre el folletín y el tópico. Así, el guión recurre a la consabida prostituta que, al final de sus encantos y sus días, tierna y sentimental, se dedica a suministrar material erótico a mercados indígenas o foráneos. Su amor por el muchacho recién llegado, al que cambia por el amante de turno, inicia el filme donde, tras explicamos grosso modo, cómo funciona tal mafia del sexo, se insertan amoríos románticos frustrados y relaciones homosexuales que derivan a veces hasta convertirse en alegatos patrióticos. Esta Corea, amiga en tiempos de los americanos y pasada en su vejez a la oposición, convertida en una especie de Agustina de Aragón, antiyanqui tras de ser expulsada de una fiesta de la Base, hubiera podido ser un personaje, ya que no nuevo, al menos de cierta entidad, si su vida se nos contara de verdad en su tienda de El Rastro. En su lugar se nos ofrece un filme sobre el amor comprado donde las camas, más que de amor, se llenan de palabras y promesas, donde el amor sincero resulta aún más falso que los otros. La historia del intento de seducción homosexual del protagonista, que debiera ser patética, resulta de un humor inesperado. Personajes y anécdota van por donde el guión, quiere, se transforman, vuelven sobre sus pasos, adobado con diálogos demasiado correctos salpicados a ratos de argot local para darles sabor popular, pretendidamente actual y desgarrado.Condición fundamental para llegar a conseguir algo al menos respetable en la vida y en el arte, es saber hasta dónde se puede llegar, es decir, conocer los propios límites. Si esta historia no se conocía bien o en las actuales condiciones del cine nacional no podía realizarse, hubiera sido mejor no intentarlo. Esto se apunta aquí porque. Pedro Olea es uno de aquellos nombres que suenan con mayor autoridad en el actual momento del cine español, lo cual, por otra parte, se evidencia en la película considerando el modo en que se halla realizada, salvo alguna que otra secuencia, como la de la fiesta en la Base ya arriba mencionada. Sucede simplemente que la historia es mala y el guión, por su parte, no ha servido sino para agudizar sus fallos, sin conseguir en absoluto mejorarla. Pedro Olea no necesita de latiguillos patrioteros para arrancar el aplauso del público, ni de Coreas trasnochadas, personaje que parece inspirado en la Guía de Cortesanas publicado con el fingido nombre de Ana Díaz, allá por los años veinte, nada menos. No tiene más que mirar a sus espaldas y recordar otros títulos suyos, o hacia adelante y buscar la verdad de la vida más allá de los escuetos titulares de los periódicos.

La Corea, Director, Pedro Olea

Argumento, Pedro Olea, Guión, Pedro Olea, Juan Antonio Porto, Alfonso Jiménez. Fotografía, Fernando Arribas. Decorados, Antonio Cortés. Montaje, José Antonio Rojo. Intérpretes: Queta Claver, Angel Pardo, Cristina Galbó, Gonzalo Castro. Encarna Paso. Dramático. Color. España. 1976. Local de estreno, Capitol

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