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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Marruecos incumple sus compromisos pesqueros

NO PASA semana sin que algún pesquero español sea abordado por una lancha rápida del Estado marroquí, desviado a algún puerto del país vecino y multado con sumas elevadísimas. No pasa semana tampoco sin que los representantes del Gobierno marroquí hagan altisonantes declaraciones sobre la «firme amistad que une a los dos países» y las perspectivas amplísimas de colaboración en el futuro.Hace dos días, el ministro de Asuntos Exteriores marroquí, señor Laraki, se entrevistó en Madrid durante hora y media con su colega español. Al señor Laraki le faltó tiempo para llegar a Bruselas y declarar que Ceuta, Melilla y los «enclaves» de Chafarinas, Alhucemas y Vélez de la Gomera seguían siendo reivindicaciones territoriales del Estado marroquí. Semejante actitud resulta, como mínimo, sorprendente después de las dulces palabras pronunciadas en Madrid sobre la amistad, la cooperación y el entendimiento.

Entre Marruecos y España hay algunos contenciosos que desgraciadamente no se cerraron al resolver el Gobierno del señor Arias Navarro el asunto del Sahara. Está, en primer lugar, el tema pesquero, que desde hace años envenena unas relaciones que podrían ser mejores. Los marroquíes decidieron un día, unilateralmente, aumentar a doce millas el mar territorial y a setenta la zona pesquera, con un «dahir» (decreto real) que hizo historia. Así comenzó una extensa letanía de detenciones, secuestros, protestas diplomáticas y multas. El Gobierno marroquí hacía cumplir la Ley a nuestros pescadores con rigidez implacable, salvo cuando los armadores pagaban un «canon» a ciertos recaudadores oficiosos (1). Algún día habrá que aclarar quiénes protegían a estos recaudadores a un lado y a otro del estrecho de Gibraltar.

La severidad marroquí en terreno pesquero contrastó en los últimos años con los esfuerzos hechos por el Ministerio de Comercio español y algunos armadores, en el sentido de establecer pactos, crear sociedades mixtas de explotación y comercialización, montar industrias conserveras, etcétera. Casi todos estos esfuerzos se han cancelado con un rotundo fracaso. No vale la pena ahora acusar a nadie de indolencia o de cerrazón: la realidad es que la cooperación pesquera entre Marruecos y España «no tuvo lugar» (2-3).

Marruecos amenaza ahora con aumentar a doscientas millas su zona pesquera tal y como acaban de hacer los países del Mercado Común. Si el riquísimo banco sahariano era ya peligroso para nuestros pesqueros, en caso de que Marruecos cumpla sus propósitos los peligros aumentarán. Y mientras tanto, los heraldos del rey Hassan seguirán haciendo declaraciones de amor y amistad hacia sus vecinos y amigos. Convendría que ante esta situación alguien tomara decisiones urgentes. Y convendría que estas decisiones no se parecieran a otras de diferente índole pero parecidas intenciones. Esconder la cabeza. debajo del ala no parece a estas alturas lo más razonable.

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