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Por qué viajaron las fragatas

Cuando se escriben estas líneas -retenidas algunas jornadas por evidentes razones de discreción y hasta de seguridad- el grueso de la Flota española opera junto a una task force de un país europeo en unos ejercicios de coordinación defensiva. Según indicios que han podido adivinarse a pesar del hermetismo de todas las fuentes oficiales, el comunicado del Gobierno sobre medidas de protección a nuestros residentes en Guinea Ecuatorial frente a siempre posibles desmanes de nuestro Idi Amin particular afrohispánico podrían verse respaldadas, en el improbable caso de que fuera necesario, por la aplicación de un olvidado y trascendental artículo de la ley orgánica de la Armada: La Marina es el instrumento básico de nuestra política exterior. Cortos, pero suficientes, destacamentos navales montan una guardia permanente en los muelles de Ceuta y Melilla, en los puertos militares canarios. Quienes acostumbramos a perdernos por las calles mediterráneas topamos a veces -sobre todo cuando se encrespan los titulares de la prensa argelina o marroquí- con discretos navíos auxiliares de la Armada, que denotan la segura presencia de alguna patrulla de más porte en alta mar. Hoy Argelia y Marruecos carecen de Marina seria, pese a exageradas informaciones alarmistas, e incluso negocian con España la adquisición de algunos barcos de guerra. Pero las dos escuadras más poderosas de la historia violan ca da atardecer el mar de Alalia y de Lepanto, el mar que fue nuestro, pero ya no es el mar nuestro de cada día.La Marina navega

Quizá porque, aunque embrionariamente, volvemos a tener Marina podemos ahora plantearnos una política exterior aparte de viajes evasivos y retóricas imperialoides. Hay un penoso tracto en la historia del anterior régimen en que nuestra aviación no podía volar, y, nuestra Marina no podía garantizar la seguridad de nuestras costas. Desde la sima del abandono fernandino, desde la frustración posterior al Desastre de 1898 nunca habíamos tenido -como en esa etapa- menos Marina.

Mientras nuestra fuerza naval principal combinaba esfuerzos y experiencias con la del país amigo, las dos modernísimas fragatas Andalucía y Cataluña escoltaban a los Reyes en sus singladuras americanas, y se despedían luego para sendas misiones de suma importancia. La Andalucía cooperaba a lo largo de las costas de Florida con el portaaeronaves Dédalo, sobre el que se posaba, con pleno éxito, la escuadra aérea de propulsión vertical atribuida a la Marina una vez solventadas felizmente las absurdas diferencias entre ministerios que esterilizaron durante años la ineludible coordinación aeronaval; y esta solución, aunque tardía, constituye por sí sola importante noticia. La presencia de la fragata en los polígonos americanos de adiestramiento constituye, aparte su entidad militar, un considerable ahorro en los costes de training, que son enormes. Por su parte, la Cataluña recorre la costa sudamericana para difundir y concretar la excelente impresión que los agregados navales de Iberoamérica transmitieron a sus Gobiernos sobre las cualidades y las posibilidades de nuestras fragatas al verlas evolucionar en las históricas aguas de Cartagena de Indias. La misión, pues, ha sido triple: política, militar y comercial.

Despliegue ineludible

Alguien, con información incompleta o trucada, aludió a un excesivo gasto de combustible en el viaje de las fragatas. Tal vez hubiera convenido que la flota de 1898 hubiera gastado algo más de carbón y municiones en los años precedentes, que también eran de restricciones. He podido ver alguno de los partes diarios que sobre la situación de cada buque de guerra llegan a la mesa del ministro de Marina. En una de las jornadas que acabo de describir veladamente, el 80% de nuestra fuerza naval, barco a barco, estaba en la mar; y es que, por mantenida, a veces olvidamos la presencia constante de una grave tensión estratégica en nuestras costas. Porque si, desgraciadamente, España es un pueblo que vive de espaldas a la mar, la mar nos mira y nos amenaza de frente. El coste que suponga nuestro despliegue es una contribución ineludible, y además relativamente insignificante en el plano económico, a nuestra más elemental seguridad.

Nuestros barcos de guerra cruzaron el Atlántico para acompañar a los Reyes y para harer eso que solamente puede comprender a fondo un marino: enseñar la bandera. Quien no entienda lo que eso supone para la Marina y para la nación debe aprenderlo; porque forma parte de un entramado institucional y moral sin el que no podría comprenderse el ama del Estado, que no es solamente un conjunto de organigramas. Las dos fragatas son unidades modernísimas, construidas íntegramente en España, y tripuladas por equipos militares y técnicos que han logra do las máximas puntuaciones de todo el mundo en sus comprobaciones de adiestramiento. La serie acaba de completarse con otras tres: Baleares, Asturias y Extremadura. Dentro de sus posibilidades limitadas por el presupuesto, por la ley revisada del programa naval y sobre todo por la escasa información y la incomprensible incomprensión de la sociedad y del propio Estado, la Marina se encuentra hoy en plena ejecución de unos objetivos mínimos que consisten, ante todo, en la creación de una suficiente fuerza de combate, y la puesta a punto de una fuerza naval de cobertura para nuestras costas. Navegan ya, muy mejorados en España respecto al modelo francés, cuatro submarinos de la serie Daphne; otros dos Agosta, de 1.200 toneladas, serán el último escalón convencional hacia la ya prevista adopción de submarinos nucleares. Está en marcha la realización de cuatro corbetas íntegramente españolas, incluso el diseño, en Ferrol, y otras cuatro en Cartagena; así como una fuerza de doce patrulleros pesados. La contribución de la Marina a la reactivación económica, al desarrollo de tecnología y, la industria nacionales y a la creación de puestos de trabajo es evidente.

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Necesidad de adiestramiento

Varios países -empezando por Portugal- han adquirido ya navíos de guerra construidos en España. Otros, como Colombia, mantienen o van a mantener tripulaciones de prueba en navíos españoles. Un importante convenio hispanofrancés reserva a España la exclusiva de exportación de buques de guerra con licencia francesa para las marinas de Iberoaménica; es una aplicación concreta de esa condición de puente de Europa a América que el Rey atribuyó a España en uno de sus discursos colombianos. Nuestras fragatas han ido también a las Américas a vender tecnología y construcción naval. Y que alguien pregunte a nuestros embajadores de allá lo que supone para ellos la presencia de esos navíos perfectos, funcionales, en los antiguos puertos del Imperio.

En dotaciones y arsenales se vive, como en cualquier colectividad de españoles jóvenes, la trascendencia y la inquietud del momento político y del horizonte histórico español. Sería simplificar burdamente las cosas atribuir a la oficialidad de Marina una etiqueta, sin más, conservadora; aunque es cierto que las recientes instrucciones del Gobierno se han transmitido en la Marina por vía jerárquica, sin necesidad de asambleas; quizá porque no hacía falta otra cosa. Después de captar numerosos datos me arriesgo a sugerir, eso sí, que la oficialidad de la Marina es la que hoy vive su profesión con mayor índice de ocupación militar y técnica; aunque desde luego pueda haber excepciones. De ahí las continuas salidas a la mar, que responden a esa evidente necesidad de adiestramiento y puesta a punto permanente. La alta oficialidad de la Armada -porque de la inferior no hace falta ni expresarlo -no se opone ni individual ni menos colectivamente al proceso democratizador, que tiene, en el propio ministro de Marina, uno de sus más firmes valedores; y de eso posee el cronista pruebas concretas y muy delicadas. Hace ya algún tiempo, antes de las últimas sustituciones militares, un ministro reformista coincidió con un grupo de amigos tras un día secreto de crítico. Le guardaré el secreto oria y fecha, pero, debo reproducir su frase. «¡Ay si este hombre (por el ministro de Marina) llevara uniforme caqui en vez de azul! » Pero me permito puntualizarle; incluso para tan deseable objetivo es preferible que lleve uniforme azul.

Presencia en el futuro

La Marina recuerda bien que anteriores convulsiones, como el 18 de julio de 1936, la sorprendieron recluida en sus bases, sin información suficiente. Sin el menor deseo de sobreponerse a sus fines, no está ahora dispuesta a depender de ninguna sorpresa; y las declaraciones del vicepresidente para la Defensa se apoyan también primariamente en nuestro Ejército de la mar. El almirante Pita da Veiga está empeñado ahora, además, en una tarea de enorme importancia: convencer a las más altas instancias del Estado, y a la opinión pública, de la urgencia nacional en la instrucción, de la gran base aeronaval de Canarias, que libere la ciudad de Las Palmas y su puerto de La Luz desu actual ahogo;y asegure nuestra presencia de vanguardia europea e histórica en un conflictivo horizonte africano v atlántico. Sobre la roca de nuestros dos archipiélagos deberá fundarse nuestra nueva estrategia cuando lleguemos al ineludible momento de poder pensar en una estrategia. El coste de la nueva base no significa nada ante el rendimiento -económico, militar-, histórico que supondría para la deprimida Gran Canaria, para todo el archipiélago, para el presente y el futuro de España entera.

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