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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lockheed: ¿dónde está la lista?

EL MINISTRO de Asuntos Exteriores llega el 2 de octubre de Estados Unidos y declara, casi en la escalerilla del avión, que trae todos los papeles de la Lockheed. La opinión pública anota inmediatamente un éxito de primer orden en la cuenta del jefe de la diplomacia española. Cuarenta y ocho horas después, la agencia Cifra, citando fuentes bien informadas, niega que entre los documentos llegados con el señor Oreja en la valija diplomática esté la lista de implicados en los sobornos de la empresa norteamericana.Lo sucedido no es serio. Y es sin embargo, excepcionalmente grave.

Si el ministro de Asuntos Exteriores ha traído de Washington nada menos que 1.200 folios, esto es «toda la documentación que nos ha sido facilitada por el Departamento de Justicia norteamericano», según palabras del ministro no es razonable pensar que esa documentación se limite a contener descripciones sobre las caracteristicas de las aeronaves, análisis sobre óptimos climatológicos de la biosfera mediterránea o disquisiciones ajenas a lo que busca tanto la justicia española corno la norteamericana, a saber: las implicaciones dolosas de funcionarios o particulares en sobornos producidos en compraventas de Estado.

Si la documentáción que trae el ministro no trae ni un solo nombre, ¿qué trae? Si, por el contrario, hay apellidos españoles, ¿por qué desautorizar nada menos que al ministro de Asuntos Exteriores?

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Más deplorable resulta todavía el texto de la rectificación. La agencia Cifra se limita a atribuir la rectificación a «fuentes competentes». ¿Desde cuándo hay fuentes competentes innominadas que desautorizan a los ministros de este país?

La nota añade «que los documentos pasarán al órgano investigador español para la continuación de la oportuna investigación». Al margen de la redacción del párrafo, su sentido parece claro: sobra toda información mientras la fiscalía del Tribunal Supremo no informe. Aparte del escrupuloso respeto debido a la independencia judicial, hay un hecho social: la inquietud de la opinión pública ante la parsimonia con que esa investigación se lleva a cabo. Parsimonia que contrasta con la celeridad y transparencia que han demostrado dos monarquías democráticas, la de Holanda y Japón, con altos dignatarios implicados en el asunto. La incomodidad erece en España tras el extraño mentís distribuido por Cifra.

La normalización de la vida nacional tiene que comenzar por la reforma moral de la vida pública. Después de décadas de excepcionalidad, la ética colectiva de este país se transforma por lo menos a la misma velocidad que la vida política. Las nuevas generaciones no parecen dispuestas a aceptar, sin más, una moral heredada. Un sociólogo español, Amando de Miguel, acaba de explicar como los españoles de hoy cambian sus convicciones sobre la moral sexual, la supuesta intocabilidad de las estructuras sociales, o el papel de la mujer en la parrilla. Por el contrario, los españoles son hoy más intolerantes respecto al valor de la vida y, la dignidad de la persona, el lucro excesivo. los abusos de poder, la evasión de los impuestos o la corrupción económica y administrativa.

El honor del Estado Español, el crédito de la nueva etapa iniciada hace un año, se juzgan en este pleito, por eso se equivocarían quienes pretendieran reducir el alcance político de un asunto de esta clase e ignorar la carga explosiva que encierra hoy en España la palabra Lockheed.

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