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Obispo de San Sebastián: "Repudiamos la dialéctica de la violencia"

Centenares de personas asistieron al funeral por el presidente de la Diputación y sus acompañantes. Aunque el funeral fue oficiado en memoria de las cinco víctimas, a la catedral sólo fueron transportados a hombros los féretros que contenían los restos mortales del señor Araluce y los tres funcionarios de la escolta. La familia del señor Elícegui ha querido que su entierro se celebre en la intimidad. La llegada de los cuatro féretros, precedidos por decenas de coronas de flores, fue saludada con vivas a Cristo Rey y algunos siseos.

La ceremonia religiosa fue oficiada por los obispos de la diócesis, monseñores Argaya y Setién, y treinta sacerdotes. La homilía fue pronunciada por monseñor Jacinto Argaya, que expresó la viva reprobación de la Iglesia diocesana y la entrañable pena por este nuevo y tristísimo suceso. ¡«Cuando, Señor, ha de terminar -dijo- en nuestro pueblo, que siempre fue pacífico, esta ola de terror y violencia! Como obispo y como responsable de la fe de todos los guipuzcoanos, que son y se sienten cristianos, denuncio y condeno con todas rnis fuerzas estas muertes sin sentido, absurdas, que como toda sangre violentamente derramada manifiestan a la luz el pecado del corazón humano y la ceguedad de la violencia.»Como obispo y padre de todos los guipuzcoanos, monseñor Argaya dijo que no es este camino de sangre el que debe seguirse. «Me considero, soy , me siento padre de toda la diócesis, la conozco perfectamente, la quiero de todo corazón. No he logrado la paz en la familia. Veo por el contrario que mis hijos se combaten, se odian y se matan».

«Si continuamos por este camino encrespado de lucha, los males que sobre nuestro pueblo sobrevengan serán inmensos, acaso irreparables. Entendámonos hablando, dialogando, respetándonos, como siempre lo hicimos. Repudiemos totalmente la dialéctica de la violencia.»

Guipúzcoa necesita perdón

Después de señalar que Guipúzcoa necesita perdón ante Dios, y necesita también perdonarse, pidió «a los que tienen en España la tremenda responsabilidad del mando, que sean sensibles a los deseos del pueblo. Nunca ha sido mala Guipúzcoa, sino muy buena. Espero que, bien tratada, particularmente en estos momentos de desconcierto, con serenidad y equilibrio, continuara siendo lo que fue. Estudiad con amor y respeto a nuestro país, dad de grado, anticipándoos, lo que hay que conceder.»El obispo terminó su homilia mamifestando el dolor y la oración de toda la diócesis, que reza por las cinco víctimas. La homilía fue acogida por un profundo silencio que no sería ya interrumpido hasta el final de la ceremonia religiosa.

Mientras los dos ministros que habían presidido el duelo oficial abandonaban el templo por una de las puertas laterales, varios rnillares de penonas se congregaron ante la puerta principal y entonaron el Cara al Sol mientras salían los cuatro féretros. Junto a ellos salieron, entre otros, los consejeros del Reino, los ex ministros Silva Muñoz, Fernández de la Mora, Raimundo Fernández Cuesta, Garicano Goñi, Lopez Rodó, López Bravo y Antonio María de Oriol y Urquijo.

Se profirieron vivas a la unidad de España, al tiempo que se pedía la muerte de los traidores. Ejército al poder, fue una de las voces que pudo escucharse, junto a otras que decían Ni amnistía ni perdón, ETA al paredón. Algunas tímidas alusiones a la democracia y la libertad, junto a una pancarta que decía: Gobierno, atiende, la patria, no se vende.

Manifestación

Después de despedir a los cuatro féretros, que salieron en sendos furgones hacia el cementerio, varios millares de personas salieron en manifestación hacia el lugar en el que se produjo el alentado. Banderas españolas y la pancarta antes citada precedían a los manifestantes, que repitieron las condenas a ETA y cantaron repetidas veces con el brazo en alto, el Cara al Sol y el Oriamendi.Finalizada la marcha, la mayoría se disolvió pacíficamente mientras que algunos grupos de extrema derecha lanzaban las sillas de las terrazas contra las cafeterías Dover, California 27 y Bay-Bay. Los altercados se prolongaban en las calles que van desde la avenida de España hasta el Bulevar, en el momento de transmitir esta crónica, cerca ya de las nueve de la noche, tres horas después de haberse celebrado el funeral.

Cuando se disolvió la manifestación, un grupo de 60 personas con una bandera nacional al frente, disparando tiros de pistola con balas de fogueo y armados de palos y porras, se dirigieron al barrio Del Antiguo, rompiendo cristales en decenas de establecimientos y agrediendo a las personas que se encontraban a su paso, incluso mujeres y niños. A las nueve de la noche, tras el vandálico paso de este grupo, los bares y establecimientos decidieron cerrar sus puertas en evitación de mayores incidentes.

La capital donostiarra terminaba así una jornada de enorme tensión, que había amanecido con una intensa vigilancia de las brigadas antidisturbios en todo el centro urbano.

Tras el pleno celebrado a las doce y media en la Diputación, bajo la presidencia del sillón vacóo de Juan María de Araluce, el presidente en funciones, Santiago Sanmartín, dio lecura a un emocionado recuerdo del presidente fallecido. Entre los acuerdos del pleno figuró la concesión de la primera medalla de oro de Guipúzcoa al presidente fallecido y sendas medallas de plata a sus cuatro acompañantes.

Las distinciones serían impuestas sobre los féretros en las dos capillas ardientes, antes de que comenzara el funeral. También les fueron colocadas la Gran Cruz de Isabel La Católica, concedida al Señor Araluce, las tres medallas al mérito Policial, para los funcionarios de escolta, y la medalla al Mérito Civil para el chófer del presidente.

Junto a los telegramas de condolencia llegaba también un comunicado de repulsa por los 26 alcaldes guipuzcoanos que hace tan sólo unos días firmaron un manifiesto contra el uso de la violencia a raíz de los sucesos ocurridos en Fuenterrabia. El obispo de la diócesis, el Ayuntamiento de Pamplona, la Corporación municipal de San Sebastián, la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País se sumaban a las manifestaciones de pésame y de condena, que en el transcurso del día se hacían públicas desde todos los frentes políticos, incluso desde formaciones que se sitúan en la extrema izquierda.

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