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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Admirable espectáculo sobre la condición humana

Un acontecimiento como el estreno de Los emigrados es algo que va a ser buenísimo para la salud de nuestro teatro. No me refiero ahora al placer, al extraordinario placer de ver una hermosa obra hermosamente interpretada. Me refiero al establecimienter y serenidad de las comunicaciones entre un espectáculo teatral y su audiencia; a la regulación del sistema de signos que componen la dramaturgia; al perfilamiento de cierto número de definiciones teatrales.Hace muchos años que yo no oía, tan claramente, ese rugido de una sala satisfecha al caer el telón final. En este apasionante comienzo de temporada, en este «ajuste de cuentas», irrumpe un texto admirable, portentosamente traducido, un texto que trata nada más y nada menos que de la condición humana, salen a decirlo dos monstruos teatrales y se quedan los sabihondos estrenistas de hoy pasmados, entregados y felices. Este estreno va a traer cola.

Autor: Slawomir Mrozek

Versión española: José Méndez Herrera. Dirección: Manuel Manzaneque. Espacio escénico: Manuel Manzaneque y Manuel López. Intérpretes: José María Rodero y Agustín González. Teatro Alfil.

La cuestión es que se trata de un teatro comprometido. Pero sólo, con la búsqueda de la verdad. Un teatro de denuncia. Pero de todas las mentiras. Un teatro anti-mítico. Pero profundo. Un teatro irónico. Pero muy tierno. Un teatro de actor. Pero de grandes actores. Un teatro muy confiado en el texto. Pero donde todo lo que se dice nos concierne gravemente. Un teatro «aristotélico». Pero ante el que es imposible dejar de reflexionar. Un teatro donde no hay una palabra ni un ademán gratuito, un teatro sin voluntarismo, un teatro hecho con lúcida rabia y formidable potencia teatral.

La cosa parece simple: dos hombres, dos emigrados -obrero uno, intelectual otro- buscan, a su manera, la libertad en el exilio y son descubiertos por Mrozek, la noche de fin de año, en el sótano en que conviven. La indagación que hace Mrozek sobre estos dos seres es de tal penetración que a través deesos dos hombres se dibuja toda la opresión del mundo. Probablemente ese obrero y ese intelectual están completamente locos. El autor no lo dice. Pero una de las posibles «lecturas» de su análisis parece.indicar la imposibilidad de encontrar soluciones individuales. De la jaula no se sale ni ganando más dinero ni escribiendo un nuevo libro.

Me urge ya decir que este es el primer trabajo de Manuel Manzaneque que conozco. Espléndido trabajo. Desde la concepción del espacio escénico, aparentemente realista, hasta la marca, el tino, el ritmo y comprensión general del espectáculo. Que arranca, entre nosotros, con un trabajo de Méndez Herrera a quien no se le ha ido un reflejo ni una oquedad del diálogo de Mrozek. Y que culmina en la descomunal interpretación de José María Rodero y Agustín Fernández. La redondez de sus encamaciones, la constante validez de su enfrentamiento, sin un instante de pérdida de conexión teatral, el rigor minucioso de su estudio de los personajes, la solidez con que han construido sus arquetipos son algo verdaderamente deslumbrador. El intelectual que le cae en suerte a Agustín González es, por definición, más borroso y menos «visible» que el obrero manual universalizado por Rodero. Todo el mundo va a decir que ésta es la mejor interpretación de su carrera de actor. Es exacto. Como trabajo de análisis y composición la obra de Rodero pasará a las antologías. Como ejecución compleja y sutil del mundo integral de su personaje, debe pasar ya a lla memoria de los amigos del teatro. Ya tienen éstos otro inequívoco lugar adonde ir. El Alfil, teatro de «vanguardia», donde un espectáculo «tradicional» acaba de ganar, una vez más, la gran batalla de la comunicación entre un escenario y la sociedad que lo contempla.

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