La degradación de la épica
El sol y el suelo de Almería proporcionan el marco exótico indispensable para que los personajes lleguen a ser creíbles. Los nombres de bastantes técnicos y de algunos actores que no pasan de comparsas forman el lado hispánico de esta película, buen ejemplo de espectáculo cinematográfico internacional, hecho posible con la aportación casi gratuita de nuestros atractivos turísticos fundamentales.Cuando el cine era una industria inocente, cuyo único objetivo era entretener y ganar dinero, cuando los públicos de todo el mundo comulgaban con ruedas de molino, era posible fabricar argumentos aventureros donde los buenos eran los blancos y las otras razas se sometían de buen grado o acababan vencidas por la implacable Superioridad de los auténticos hombres dignos de llamarse así. Las luchas y los viajes sólo servían para que las películas -aun sin proponerse explícitamente ninguna moraleja- acabaran demostrando la imposibilidad de oponerse a los colonizadores, y menos cuando éstos habían nacido en América.
El viento y el león
(The Wind and the Lion), producción de Herb Jaffe, escrita y dirigida por John Milius, Fotografiada por Bill Williams, con música de Jerry Goldsmith. Director artístico: Gil Parrondo. Intérpretes:Sean Connery, Candice Bergen, Brian Keith y John Huston. Estrenada en el Novedades y Palacio de la Música.
La industria ha cambiado, aunque sigue buscando la rentabilidad de sus creaciones, pero lo que sí se ha transformado es la sensibilidad del público y la conciencia -buena o mala- de algunos directores. Ahora no basta contar una buena historia de aventuras, repleta de incidencias, disparos, galopadas y luchas. Para que las viejas historias sean aceptadas y consumidas -al parecer-, es necesario rodearlas de un entorno social y político medianamente convincente, e incluso de unas graves ambiciones simbólicas, en detrimento del resultado, que no llega a ser nada concreto, aunque tenga un poco-de todo.
Lo peor de esta historia de John Milius, realizada por él mismo con esa rotundidad técnica que sólo puede resultar de un equipo muy compacto y extraordinariamente hábil, es la pretensión de conseguir varios objetivos simultáneos, mutuamente excluyentes. Por un lado está el tema central del rapto de la atractiva viuda americana por un caudillo berberisco, núcleo dramático más que suficiente para originar una película autónoma, buena muestra del género de aventuras. Este planteamiento se complica, lamentablemente, con un burdo paralelo entre la personalidad del raptor y la del presidente Roosevelt, sin olvidar los escarceos diplomáticos y las agresiones del imperialismo yanqui. Milius, director poco conocido en España, no sabe medir las distintas partes de su historia, y dedica demasiado espacio a los elementos superfluos, mientras despacha rápidamente los fundamentales. Con todo ello nos quedamos sin ahondar en el conflicto potencialmente más interesante, el enfrentamiento antropológico de dos culturas, ejemplificadas en las relaciones de los personajes encarnados por Sean Connery y Candice Bergen.
La película no llega a ser desdeñable, pero sí tremendamente desigual. con demasiados momentos endebles y hasta radicalmente equivocados, en los que la simpatía del autor hacia las figuras atractivas pone en evidencia la desgana con que se ocupa de las restantes, lo que provoca un resultado titubeante y errático. Las mejores escenas, entre las que destaca el adiós final, dan la medida de lo que hubiera podido dar de si una concepción más inteligente y apropiada de las potencialidades dramáticas del relato. La forma de dirigir los actores y de seleccionar la mayoría de los Intérpretes -entre los que John Huston apenas si tiene ocasión de demostrar su capacidad- constituyen el capítulo más atractivo, de esta película que intenta demostrar con escasa fortuna la vigencia del género de aventuras, en nuestra época. Yo sigo creyendo que las convulsivas transformaciones generales no lo liarán desaparecer, pero siempre que los autores tengan el talento que exige.
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