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España duplicó las importaciones de carne

España ha importado 75.262 toneladas de carne fresca o congelada durante el período comprendido entre enero y julio del presente año, cifra que ha supuesto unos pagos al exterior de 6.166 millones de pesetas.Con respecto a los siete primeros meses del pasado año, según Cifra, la cantidad ha sido cumplidamente doblada, ya que entonces las compras al exterior fueron de 32.218 toneladas por un valor de 2.477 millones de pesetas.

Las exportaciones de dichos productos durante el período citado sólo alcanzaron las 3.500 toneladas, por valor de 335 millones de pesetas, mientras que durante enero-julio de 1975 la cantidad vendida fue de 4.847 toneladas, por valor de 315 millones.

El déficit comercial de los intercambios de carne fresca y congelada se ha elevado, pues, en un 170 por 100.

Las cifras ofrecidas de importación de carnes se aproximan, al término del séptimo mes, al total de carne importada durante el año pasado en su totalidad.

Son frecuentes las quejas del sector ganadero ante las altas cifras que alcanzan las importaciones de productos cárnicos realizadas por la Administración, ya que consideran esta política como algo que va en contra de sus intereses y que gravan sus problemas, que no dejan de ser numerosos.

La política seguida a este respecto por la Administración es un tanto confusa, ya que mientras, por una parte, el Ministerio de Agricultura concede créditos y subvenciones para la explotación ganadera, los empresarios del sector no encuentran demanda a la hora de vender sus productos, porque la importación de carne quita un importante mercado que les es necesario.

Las razones que esgrime la Administración a la hora de comprar productos cárnicos al exterior son varias, sobresaliendo el mantenimiento de los precios y el mal estado sanitario de nuestra ganadería.

Aunque la primera razón puede resultar de lo más lógica en meses en que la demanda interna es muy superior a la oferta, con el consiguiente alza de los precios, la segunda no parece demasiado acertada. En este sentido se definía no hace demasiado tiempo el presidente del Consejo de Veterinarios al afirmar que «nuestra ganadería se encuentra enferma a la fuerza», ya que no existe cuidado por parte de la Administración de dotar locales adecuados para alojar a los animales ni de proporcionar medios técnicos suficientes para atajar las enfermedades.

Esta política, acertada en unas ocasiones, hace que un país que reúne las condiciones ecológicas y climatológicas necesarias para autoabastecerse de productos cárnicos se encuentra hoy con una ganadería cada vez más compleja, caracterizada por la baja rentabilidad de las inversiones y con un peligro real de estrangulamiento.

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