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Seis años sin que la Seguridad Social se ocupe de su hijo psicótico

Los padres de un niño canario llevan seis años intentando que la Seguridad Social atienda el problema de su hijo, gravemente diagnosticado por especialistas clínicos como un caso de autismo infantil. La Seguridad Social española todavía no atiende enfermedades de orden mental, que constituyen campo normal de atención en otros países. En la actualidad, los señores Santana intentan enviar a su hijo a los Estados Unidos, si bien en España existen especialistas capaces de tratar el problema.

Los padres de Heriberto José Santana, según cuentan, escucharon con desolación la sentencia «no puedo perder el tiempo con su hijo» del primer psiquiatra de la Seguridad Social al que acudieron. Algún tiempo después, en el año 1973, el inspector médico jefe de la Seguridad Social en Las Palmas, señor García San Román, decía a la madre del niño enfermo: «Hija mía, la Seguridad Social no te puede ayudar porque en España nadie sabe tratar la enfermedad de tu hijo». «Nos dijo que tampoco sabían hacerlo los médicos privados -nos explica la madre- y nos deseó la ayuda de Dios, seguramente porque la Seguridad Social no nos iba a prestar la suya.» Y así fue.Los síntomas que ofrece Heriberto José son los de una persona que hubiera perdido el contacto con la realidad exterior, con el mundo de la razón. Se mueve frenéticamente, no sigue ninguna conversación, emite continuos sonidos ininteligibles. Según las historias clínicas efectuadas, todo en él es normal a nivel orgánico, excepto un rendimiento real que se encuentra deteriorado debido a su falta de colaboración a consecuencia de su actitud autista y de inadaptación social.

La ciencia psicológica actual, incluida la española, está en condiciones de comprender y tratar las psicosis infantiles. El análisis realizado en la ciudad sanitaria «Francisco Franco» revela en el niño fuertes sentimientos de «fijación y rechazo a la madre». Hay detrás toda una historia de la primitiva infancia: relación con la madre, relación con el padre, donde se podrían buscar los orígenes de su enfermedad. Todo eso constituiría el objeto de un tratamiento psicoterapéutico donde, en múltiples horas de tratamiento, estos enfermos pueden recuperarse. Esa es la psicoterapia practicada por los organismos oficiales en cualquier país desarrollado. En nuestro país sólo existe en algunas clínicas privadas y por parte de especialistas particulares a precios inasequibles para la mayoría de los trabajado res españoles.

Un tratamiento de ese tipo es el que pidió el padre del niño, contestándosele que «la Seguridad Social no tenía concebida la psiquiatría infantil». «En la primera revisión médica del niño en Madrid -dice el padre- hicimos notar a los médicos, antes de la revisión, el cuadro psicótico que presentaba, como lo pudieron comprobar al ver reflejado en la criatura un terror y pánico espantosos hacia ellos, negándose a cooperar, y fui yo el que me tuve que exponer a los efectos de los aparatos de radiología imponiéndome al niño para que cooperara. De todo este dramático cuadro tan sólo dedujeron que eran mimos. Inadmisible, pero verídico...» Cuando algún tiempo después pasó el niño a estudio psiquiátrico, «la doctora Prieto pudo apreciar el estado mental del niño -prosigue el señor Santana-, haciendo por él todo lo que pudo, ya que la Seguridad Social carecía de medios y de centro para tratarle». Más adelante se dijo a los padres claramente que al niño no se podían poner etiquetas, «ya que desconocían el caso y que esperásemos a que tuviese dieciséis años para internarlo en un sanatorio de enfermos mentales».

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