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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La Inquisición y los heterodoxos

Se ha dicho en más de una ocasión, que una estupenda colección de escritos de autores españoles sería aquella que reuniese los metidos en el infierno particular del don Marcelino Menéndez Pelayo joven cuando satisfizo y dio forma a¡ apetito condenatorio del conserva durismo español. En efecto, utilizar el índice de la derecha cultural que es Los heterodoxos españoles para convertirlo en fuente de una colección de escritos que permita al lector culto de habla castellana tener acceso y conocer una de las parcelas más interesantes y apasionantes de nuestra cultura, es una de las mejores y más sugestivas empresas. Lo va cumpliendo -¿se seguirá adelante?- la Editora Nacional a través de la colección Biblioteca de visionarios, heterodoxos y marginados españoles, que pretende saltarse el círculo del erudito y del especialista y poner en manos del pueblo culto la obra de hombres sistemáticamente escamoteados o soslayados, y sin cuyo pensamiento es imposible conocer la total y adecuada realidad de nuestra cultura y de nuestra ciencia.Uno de los metidos por don Marcelino en el cajón condenatorio fue el científico valenciano medieval Arnau de Vilanova, sin duda alguna, una de las figuras más interesantes y en gran parte desconocidas, de la cultura catalana. Vivió Arnau -¿por qué Arnaldo?- en el filo de los siglos XIII al XIV; perteneció a la minoría intelectual y científica de la Corona de Aragón y participó plenamente de las tres grandes culturas mediterráneas (la judía, la musulmana y la cristiana), que por entonces ofrecían una plataforma explicativa del hombre y del mundo. No fue ajeno al carácter reactivo y polémico que revistió en Cataluña y Valencia esa convivencia, en contraste con el intelectualizado y de otro carácter de los hombres del Merton College o de los que discutían entre la rue de Saint Jaeques y la Sorbona. Las especiales circunstancias de convivencia y mestizaje de esas tres cul turas en la amplia franja fronteriza de la península que se extendía del Mediterráneo al Atlántico dotó a los científicos que en ella vivieron de unas especiales características, a las que no fue ajeno nuestro Arnau. Por otra parte, la ciencia medieval europea no es sino el producto original de un profundo y todavía no satisfactoriamente estudiado mestizaje, de las culturas judeoárabe y cristiana.

Escritos condenados por la Inquisición, de Arnaldo de Vilanova

Traducción y notas de Elena Cánovas y Félix Piñero. Madrid. Editora Nacional. (Biblioteca de visionarios, heterodoxos y marginados). 19 76. 223 páginas.

La estrecha unidad del mundo cultural y científico bajomedieval hacía que las imbricaciones científico-teológicas (y conforme fueron avanzando los siglos XII, XIII y XIV, también las socio-teológicas) fueran más frecuentemente manifiestas en los científicos. Arnau no fue ajeno a ellas. Su actividad de científico es colástico y de médico de las clases dirigentes se vio compartida con la de especulador teológico apasionado, que veía en la praxis cristiana una forma de reformismo social. El alto status social de que gozaba fue claramente utilizado en la defensa y publicidad de este tipo de problemática, especialmente agresiva y polémica. Los grupos rivales (especialmente los dominicos) intentaron recurrir al organismo represivo, entonces sólo en marcha en la Corona de Aragón: la Inquisición. Ahora bien, es necesario ,decir que esta Inquisición sólo tenía de común el nombre con la que definitivamente se estableció en el resto del país en el último tercio del siglo XV. El Papa nunca tomó en serio las veleidades socioteológicas de Arnau ni tampoco las condenas de los dominicos catalanes.

Alquimia

Paralelamente al mundo académico, durante todo el período medieval -y aún más tarde-, circuló lo que podríamos llamar ciencia extraacadémica, una de cuyas formas más complejas e interesantes fue la alquimia. Una literatura apresurada, que hunde sus raíces en el romanticismo, ha hecho de la alquimia cosa de nigromantes o de personalidades pintorescas. El propio carácter de literatura marginada que fue revistiendo en los siglos bajomedievales hizo que a determinadas figuras destacadas -nuestro Arnau entre ellas- se les adscribieran una serie de escritos alquímicos.

Es obvio, pues, que, poner a Arnau en una colección de autores marginados, heréticos o visionarios es de enorme interés. Aunque la parte de la obra de Arnau que incurriera en este aspecto sea la de menos interés del conjunto dé su iroducción. Incorporar a esta antología parte de su obra científica y médica es inieresante pero equívoco. Me explico. Interesante, porque es ofrecer al lector español una parcela de nuestro pasado científico desconocida, a la vez que una muestra de ese carácter unitario que señalábamos en la ciencia medieval. Es posibilitar al público medio la recuperación y conexión con nuestra desconocida tradición científica. Equívoco, en este caso, porque esa parcela de la obra de Arnau ni fue heterodoxa, ni visionaria, ni tuvo qué ver nada con la Inquisición. A ello se suma que los textos médicos elegidos (prácticamente todos pseudoarnald¡anos) lo han sido con criterios más cercanos al pintoresquismo que al rigor científico. En claro contraste con la antología teológica, que es la que encaja con el título de la serie.

Imaginación

Pero examinemos más detenidamente la antología que comentamos. Los autores han ofrecido una biografía científica de Arnau sugestiva pero un tanto imaginativa. Es más el bello producto de lo que los anglosajones llaman rocking-chair speculation (especulación de mecedora) que consecuencia de unos hechos demostrados. El resumen más significativo del perfil biográfico esbozado por Elena Cánovas y Félix Piñero es el siguiente: «Es curioso observar que los escritos médicos atribuibles a este período (el último de Arnau) son fundamentalmente farmacológicos, como si Arnaldo, instalado ya en una cosmovisión visionaria, periclitara hacia la alquimia -fundamento de la farmacología medieval (sic)- hacia la conexión real de lo científico y lo mágico. Pese a las reticencias de sus más recientes biógrafos, me siento inclinado a pensar que la alquimia arnaldiana es el resultado natural, el término esperado, de su proceso visionario, en el que la ciencia se integra como un elemento más» (p. 37). Decir que la alquimia fue para Arnaldo la extrapolación de su ciencia, la grapa que une un Dios operante con los poderes ocultos de la naturaleza con la ciencia que se refleja en el empañado espejo de nuestra mente» (p. 38), lo que presta unidad a su producción científica y teológica, es ganarse a pulso los autores el juicio que ellos dan -con razón- de otro biógrafo de Arnau: disparates de bulto. Meter los Capitula Astrologiae entre la literatura alquímica es no conocer este escrito. Calificar el escrito de De gradibus (ed. por M. McVaugh, 1975) de tratadito y de «buen indicio de los conocimientos arnaldianos de la literatura alquímica» (página 19) es ignorar la alquimia y la farmacología medievales. Hubiera sido deseable que los autores consultaran desde la clásica obra de Thorndike hasta las más recientes sobre. los escritos atribuidos a Geber, a los que estudian las raíces del movimiento paracelsista de Debus, etc.

Tienen razón los autores cuando denuncian la pobreza de estudios sobre nuestra ciencia bajomedieval, y concretamente sobre Arnau (pese a honrosas excepciones), pero, ¿por qué en un trabajo de síntesis no han frenado su imaginación y no han sido más parcos en su introducción y en sus juicios? ¿Por qué la prudencia y sobriedad de las breves introducciones a los escritos antológicos de tipo espiritual y teológico no se han extendido a la amplia introducción? ¿Qué necesidad tenían de añadir los Apéndices I, II y III con obras médicas, ninguna probablemente de Arnau, y que ofrecen una imagen de la literatura médica bajomed leval de la época de Arnau fuera de su contexto y nada representativa?

Pese a lo dicho, consideramos muy positivo este tomito y deseamos la aparición del anunciado volumen segundo. Es de destacar lo cuidado de la traducción, el criterio utilizado en ella y el buen uso de la literatura socioteológica y espiritualista. Igualmente acertada, en general, la selección bibliográfica, a la que los autores podrían añadir, en el próximo volumen, el primero de los ya aparecidos dela edición crítica del corpus médico y científico de Arnau de Vilanova, en curso de publicación. Este estimulante intento de los autores plantea la necesidad de una más estrecha colaboración entre los especialistas (filólogos, historiadores de la filosofía, de la teología, de la ciencia, de la medicina, etc.) que se mueven por el complejo e interesante mundo bajomedieval. Aunque la presentación es muy cuidada, sería deseable una mayor vigilancia en el texto que evitase erratas innecesarias: p.e., enlogium por eulogium (p. 69), o el olvido de las notas a que se hace referencia en el Apéndice III.

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