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Política, erotismo y Ministerio de Información y Turismo

Ángel S. Harguindey

A raíz del último Consejo de Ministros, el titular de Información y Turismo comentó con los informadores que cubrían el acto la noticia de que dos películas españolas tenían ya la ansiada luz verde administrativa. El ministro señaló que una era sobre «la semana trágica» y otra pornográfica, por más que los comentaristas modificaran el calificativo por el de erótica, modificación que suponemos, inspirada en un concepto más correcto del erotismo o, cuando menos, de la pornografía, pues no parece probable que el Gobierno, pese a los deseos de apertura por él manifestados, permitiera la exhibición de pellculas como Garganta profunda o similares, adaptadas, eso sí, a la peculiar idiosincrasia hispana.Se sabe ya con certeza que el Ministerio de Información y Turismo ha permitido la proyección pública de La ciutat cremada, de Antoni Ribas, y de Iconockout, de José María Nunes, uno de los directores que con mayor propiedad puede ser calificado como maldito de la cinematografía nacional, pues resulta muy difícil ver sus películas,

La ciutat cremada pretende ser una reflexión política, histórica y social de la Cataluña que se enmarca entre 1898 y los acontecimientos inmediatamente postenores a la Semana Trágica. Su lengua original es el catalán y las proyecciones en el resto del territorio español llevarán los correspondientes subtítulos en castellano. El permiso administrativo para Iconockout nos tememos que no conlleve su inmediata exhibición en las pantallas, aunque en este caso la causa habría que buscarla en los distribuidores y exhibidores nacionales que han dado ya suficientes muestras de incomprensión sobre el fenómeno cultural y comunicativo que es el cine, y en este caso concreto, el cine español.

Con ser noticias agradables, al f in y al cabo se acaba de permitir al ciudadano español la posibilidad de contemplar dos trabajos realizados por sendos equipos de trabajadores -intelectuales y manuales- y uno de ellos, La ciutat cremada, con numerosas colaboraciones de historiadores, sociólogos y políticos catalanes, quizá el aspecto más destacable del hecho es que la comunicacion parte del titular de Información y Turismo y no del de Justicia,que es quien, en una rela tivamente lógica ordenación de competencias, debería decidir sobre la legalidad o ilegalidad de cualquier acto de un ciudadano español, y no parece excesivamente osado considerar una película co mo un acto cultural, y a los realiza dores o guionistas de la misma co mo ciudadanos de este país. Parece evidente que el traspaso, de competencias del Ministerio de Información y Turismo al de Justicia despojaría, en alguna medida, las decisiones administrativas de toda una serie de circunstancias coyunturales de dificil denominación -quizá la más apropiada sea la de maraña burocrática-, y en definitiva beneficiarse el cine y el espectador, pues podrían contemplar, si así lo deseaban, películas como Octubre, El acorazado Potenkim y un amplio etcétera, en el que se incluyen una parte notable de la historia del cine, español y mundial.

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