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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Los depurados

Como no quiero politizar este diario, pues no voy a hablar de los rojos que salen ni de los rojos que se quedan, con motivo de la amnistía. Voy a hablar de los depurados, que tienen más interés humano. (Los reporteros de los años sesenta, como no podíamos hablar de nada, fuimos educados en la mística periodística del interés humano.)-¿Entonces no va usted a pedir que salgan los que faltan ni nada?

-Todo se andará, señora. Ya le digo que hoy quiero hablar de los depurados.

El depurado, el separado de su cargo o empleo, de su oficina o cátedra por haber sido republicante o así, el hombre, es un español que no ha estado dentro ni fuera: ha estado depurado. O sea al margen. Sin trabajo, sin quinquenios, sin derecho a nada, sin fe ni yerba de ayer secándose al sol. Una especie de ciudadano puesto en salazón política o metido en la horma para que se curase el humo durante cuarenta años, como los chorizos. Ahora, la amnistía ha venido a depurarle de su depuración. La amnistía es un biodetergente y biodegradante que lava más blanco a los españoles culposos.

En el Gijón tomaba yo café con un depurado, el escultor Víctor González-Gil, que había tenido a Miguel Hernández en su casa, aquí en Madrid:

-Miguel salía al patio por la mañana, se subía a la parra y allí estaba hasta la hora de comer.

Hermosa imagen de Miguel Hernández refugiándose del gigantismo de Madrid entre las ramas de una parra.

-¿Y por eso te depuraron a tí?

No, no creo que fuera por eso. Víctor era profesor de dibujo, en Bellas Artes y Oficios. Le costó muchos años de papeles conseguir el reingreso después de su depuración. Mientras tanto, fumaba en pipa, restauraba santos e inventaba una filosofía para oponer al existencialismo de Sastre: la mortencia. Gran personaje y gran artista. Víctor anda por ahí sin haber resuelto la más metafísica de sus preguntas:

-¿Es el bargueño una derivación del arca?

-Pues no lo sé, Víctor.

Pienso y sé que muchos de los depurados por aquella postguerra policíaca e implacable eran, son seres tan puros como ven ustedes que es Víctor González-Gil. Ahora, ya digo, les han depurado de su depuración. Iba yo a comprar el pan y me encontré a otro depurado que tose mucho por el barrio:

-¿Y cómo va usted de los bronquios?

-Fatal, hijo, fatal.

-Pues parece mentira, con tanta depuración.

Del depurado han hecho un ser sin sexo político, una mojama ideológica, algo quizá no tan dramático como el preso, pero sí más patético, más literario. ¿Qué es un español medio y republicano de toda la vida sin su oficina, sin su cátedra, sin su trabajo, sin su República? La depuración no ha sido tan dura como la cárcel, pero sí más sutil y satánica. El depurado que tose por mi barrio parece unpersonaje del Dante con guayabera, un condenado a girar en torno de su propio vacío y comprar el pan.

A otros les depuraron más tarde: Tierno Galván, Aranguren, García Calvo, José María Valverde, que me parece que se autodepuró. Tierno ha dicho que no quisiera incurrir en la soberbia de rechazar la vuelta a la cátedra, si se la ofrecen. Aranguren ha explicado sutilmente que él no ha cometido delito y por lo tanto no necesita amnistía. A García Calvo le vi una vez en París, con coleta, y a José María Valverde lo he abrazado en su vuelta. ¿Y cómo cabía depurar a estos hombres que eran la pureza misma?

La otra noche, unos locos y místicos de madrugada han depurado la sala de fiestas Alazán por el acreditado procedimiento de prender fuego a tan pecaminoso lugar. Cuando se levanta el fondo inquisitorial de la raza y los españoles nos ponemos a depurarnos unos a otros la sangre o las ideas, aquí puede pasar todo. Hablo con Aurora de Albornoz sobre el fallecimiento del poeta Juan Rejano en el exilio de Méjico:

-A ése le depuró la muerte, Aurora.

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