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AMÉRICA DE LOS MILITARES

Un dirigente democristiano abandona su partido para colaborar con la Junta

Juan de Dios Carmona, ex diputado, ex ministro y ex senador como militante de la Democracia Cristiana, dejó hace dos meses el partido para integrar el novísimo Consejo de Estado creado por el general Augusto Pinochet y cuya instalación fue considerada por el presidente chileno como «un paso histórico para la normalización institucional del país».

El organismo, de carácter consultivo, está integrado por decreto propio por los ex presidentes de la República, de los cuales sólo dos aceptaron: Jorge Alesabdri (1958-1964) y Gabriel González Videla (1946-1952). Eduardo Frei (1964-1970) rehusó en desacuerdo con la génesis del mismo. El ex presidente demócrata-cristiano, según lo dijo públicamente, estimó que tal organismo debía ser sancionado en consulta pública.El resto de los integrantes, 16, fueron nominados y pueden ser removidos por voluntad del presidente Pinochet.

Carmona fue uno de los elegidos. Su decisión lo obligó a abandonar la Democracia Cristiana, luego de considerar que «debía hacer algo en pos de la normalización institucional del país». En este breve cuestionario, el ex dirigente cristiano revela algunas de las razones que lo impulsaron a tal paso.

P.- Al asumir el Gobierno Militar, usted fue partidario de que la DC adoptara una línea de apoyo hacia esa administración. ¿Qué razones tuvo usted entonces para promover esa posición?

R.- La pregunta no refleja mi posición. Lo ocurrido en Chile el 11 de septiembre de 1973 fue el resultado de la lucha sostenida por las fuerzas más vitales del país por defender sus valores como nación. El Gobierno Militar que emergió entonces fue considerado por la generalidad de los sectores chilenos como necesario, porque representaba la última reserva de la legitimidad institucional de la sociedad chilena. Frente a esta situación, no cabían las clasificaciones tradicionales partidistas ante un Gobierno, de «apoyo» o de «oposición». A un régimen «necesario», aunque sea transitoriamente necesario, no se le puede hacer oposición al viejo estilo partidista, porque esta postura, dentro de una moral política esencial, entraña la posibilidad de ser alternativa de gobierno, de ser una solución distinta, y eso no cabía en el caso chileno.

P- ¿Qué ha ocurrido al interior de su ex partido para que usted decidiera alejarse de él y abandonar más de treinta años de militancia?

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R.- No tengo ni he tenido diferencia doctrinaria alguna con el Partido Demócrata-Cristiano. A mi juicio, mi marginación del PDC se debe a un aspecto de procedimiento que la actual directiva ha elevado a categoría doctrinaria. Los directivos del partido rechazan cualquier tipo de participación o de colaboración -por más independiente del Gobierno que sea, como es el caso del Consejo de Estado- antes de que se restablezca plenamente la vida democrática. En resumen, el PDC plantea que «sin normalización institucional no hay participación», mientras que yo creo que «hay que participar para que de esa manera conquistemos o construyamos la normalización democrática».

P- ¿A qué razones cree usted obedece el hecho de que aun la DC, la colectividad política más importante del país, no logre expresarse en forma coherente y haya definido posiciones frente a la actualidad chilena, como lo estiman algunos?

R.- No me corresponde, ahora, dar una respuesta a su pregunta.

P.- Para muchos de sus ex correligionarios el paso dado por usted puede ser «un salto al vacío», una actitud que en definitiva no permitirá influir dentro del Gobierno Militar como para concretar aspiraciones de un retorno a un sistema democrático. ¿Qué pasará con usted si estos augurios se llegan a concretar y usted se convierte, en definitiva, en un aval de un sistema cuyos contornos podrían ser perniciosos para una evolución civil del país?

R.- En mi carta al señor ministro de Justicia, de aceptación del nombramiento de consejero de Estado, dejo constancia de la independencia con que actuaré en ese organismo. Por lo tanto, no me he convertido, ni me convertiré, en aval de nadie. Tengo fe en que el Consejo de Estado será útil para el proceso de normalización institucional de Chile, lo que, por lo demás, quedó establecido en los discursos pronunciados en la ceremonia de su instalación. Ahora, si fracaso en está tarea, será bajo mi exclusiva responsabilidad personal y, a lo más, se habrá perdido un esfuerzo.

P.- Hay muchos que consideran que la única salida razonable políticamente sólida para el país es un entendimiento DC (más otras fuerzas democráticas de centro) y fuerzas armadas. ¿Usted comparte tal apreciación o considera que la solución la constituye un prolongado régimen militar de carácter evolutivo que por propia iniciativa y sin participación político-partidaria decida un día abandonar el Gobierno?

R.- Ni lo uno ni lo otro. Pienso que la única política posible -en esta etapa de la vida nacional- es ayudar a crear las condiciones para que se vaya gradualmente a la plena institucionalidad democrática. Por ello es indispensable no limitar, por posiciones partidistas, el deber de cooperación ciudadana a la tarea de reconstrucción nacional, independientemente del concepto que nos merezca el Gobierno militar. Así se irá produciendo un clima de conciliación que nos llevará a una auténtica unidad nacional y a una integración cívico-militar.

No concibo que, de buenas a primeras, se haga una proposición de «una combinación política partidos- Fuerzas Armadas», tratando a éstas como si fueran un partido más y estando las organizaciones partidarias sin poder funcionar regularmente. Por otra parte, considero un gravísimo error patrocinar un régimen militar totalmente aislado de la ciudadanía. Ello produciría un natural endurecimiento del Gobierno y una prolongación indebida de la emergencia. Y no hay que olvidar, al respecto, que después de lo sucedido en Chile, la opinión nacional tiene horror «al vacío de poder».

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