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Una obra de Falla definió la vocación de Buñuel

En las biografías, ya abundantes, de Falla aparecen algunos aspectos casi ignorados. Contribuyó a tales carencias el mismo compositor, al instar a cuantos escribían sobre él que dejasen de lado todo lo posible su persona y hablaran particularmente de su obra. Buena ocasión la de las conmemoraciones centenarias para aportar o completar informaciones, alguna de las cuales presentan indudable interés: así, las relaciones del gran director cinematográfico Luis Buñuel con nuestro primer músico.

Buñuel en el "retablo"

Sobre cómo y por qué se produjo la colaboración, nos habla el mismo Buñuel en su Autobiografía, escrita en 1938 y recogida por J. Francisco Aranda. Escribe Buñuel: «Entre los muchos defectos de los españoles está el de improvisar, debido a que creen saberlo todo. Debo confesar que este defecto fue una virtud en mí, puesto que gracias a él encontré mi camino en la vida y en una profesión que parece definitiva para mí. Por que como podía improvisar, fui capaz de hacer mi debut como meteur en scéne dirigiendo la parte escénica de El retablo de maese Pedro, en Amsterdam».«Había ido a París con una carta de presentación para el ilustre pianista Ricardo Viñes. Un día, cuando le visité, Viñes me dijo que el director de orquesta holandés maestro Mengelberg le había pedido que buscase toda clase de elementos artísticos en París con el fin de presentar en Amsterdam El retablo, de Falla.»

«La mencionada obra, la más exquisita del artista español, había sido presentada en sesión única en el palacio de la princesa de Polignac, en París. La princesa había encargado a Falla, expresamente, la composición. El Retablo es un episodio tomado del Quijote. En la obra aparecen éste, Sancho Panza y otros personajes cervantinos, que son presentados por maese Pedro durante una representación de guiñol. En la representación en casa de la princesa de Polignac, tanto los personajes de Cervantes como los del guiñol habían sido muñecos. Se me ocurrió a mí improvisar. Le sugerí a Viñes que los personajes humanos fuesen actores, alterando sus caras con máscaras, para que de esta manera hubiese una diferencia más pronunciada entre ellos y los del guiñol, los cuales sólo podían ser muñecos. Le pareció una buena. idea y le ofrecí llevarla a la práctica. Todavía no puedo comprender cómo aceptó. Fui nombrado regidor, o sea, encargado de la parte escénica.»

Busqué entre mis amigos para encontrar los personajes de carne y peso que necesitábamos o, para ser más exacto, uní mi existencia a la de ellos, puesto que uno era pintor, otro estudiante de medicina, otro periodista y ninguno actor. Los decorados, trajes, máscaras y muñecos fueron encargados a buenos artistas de París. Los cantantes eran de la Opera Cómica de París, entre otros Vera Janopoulos, y tenían que cantar desde el emplazamiento de la orquesta. Los intérpretes de la obra debían seguir la acción de lo cantado con pantomima. Todavía tiemblo cuando pienso en mi audacia y la de mis amigos, que habían aceptado para tener la oportunidad de visitar Amsterdam gratis, colaborando con Falla, uno de los más grandes músicos contemporáneos, con Mengelberg, famoso director de orquesta, y con cantantes de la Opera Cómica de París. Las butacas para el estreno costaban doscientos francos. Este espectáculo formaba el más discordante y heterogéneo que música y teatro han visto jamás.»

«Debo decir que no lo hicimos mal del todo y, tanto mis amigos como yo, pusimos todo de nuestra parte para triunfar en esta desproporcionada empresa. Nadie entre el público sospechó que la parte plástica del espectáculo era un experimento, esta vez no catastrófico, de improvisación española. Añadiré que tuvimos que estar ensayando más de un mes. Ebrio con mi triunfo, o al menos esto significó para mí el no haber obtenido un fracaso, sentí que un gran amor se había despertado en mí por la music en scéne.

Un proyecto nunca realizado

Todavía existieron otras relaciones entre Buñuel y Falla, aparte la mutua admiración y simpatía que se profesaban. Con ocasión del centenario de Goya, Buñuel estudia la posibilidad de llevar a cabo un proyecto que acariciaba con gran entusiasmo: un filme sobre la vida del pintor de los Caprichos. En carta de 3 de febrero de 1927 Buñuel pide a Falla que sea su músico. Le recuerda anteriores entrevistas, así como su trabajo en el Retablo de Amsterdam, sin olvidar una anotación cinematográfica: el haber sido asistente de Epstein. Conocedor de la vida difícil que Falla llevaba entre su trabajo de compositor, su débil salud, los viajes y la suprema cortesía de no dejar carta sin respuesta a pesar de recibirlas por docenas. Con sentido, práctico, la propuesta contiene tres posibilidades: una música original, el aprovechamiento de alguna obra anterior que a don Manuel le pareciese adecuada para el tema y, en fin, la simple asesoría sobre qué músicas, caso de no disponer de la solicitada, podría emplearse. La respuesta de Falla, concisa como todas las suyas, dice así:«Mi distinguido amigo: Perdone usted el retraso con que contesto a su grata carta de febrero. Mis constantes viajes han sido la única causa de este retraso, que lamento de veras.

Recuerdo a usted perfectísimamente y me es gratísimo expresarle mi agradecimiento por su colaboración en las representaciones del Retablo, en Amsterdam. También le agradezco mucho su proposición relativa al filme de Goya, pero desgraciadamente no me es posible aceptarla por falta absoluta de tiempo para realizar el trabajo. En cuanto a sus otras dos proposiciones, ya hablaremos en París, durante mi próxima estancia.

Con mis cariñosos recuerdos para Manolo Angeles y Hernando Viñes, envía a usted un muy cordial saludo su afectísimo amigo.»

No tengo noticias sobre el proyectado filme de Buñuel. Pero quería resaltar unas relaciones entre dos grandes creadores españoles, más otra circunstancia significativa: la música de Falla, según confesión de los interesados, sirvió de incitación a otros artistas. Gracias a ella nació el Romancero gitano, de Lorca (como don Manuel recuerda a Berenguer cuando le envía su biografía de Federico). Gracias a ella, también, confiesa Buñuel haber encontrado «su camino en la vida».

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