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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las palabras y los trajes

Fernando Savater

No hay libro inocente; es decir inocente de su ser libro. No hay tarea menos espontánea, más mediata y rebuscada, más anormal (Cioran dixit) que la escritura. Se nos habla de ciertos relatos originarios impensablemente trasvasados de lo oral a lo escrito, en los que pudieran conservarse ciertas fragancias naturales anteriores a la letra: esa edad de oro nos cae tan lejos que más vale no detener el razonamiento en ella, ni siquiera comoconce tolímite.Nosotros encontrarnos ya la escritura como una legalidad y un ámbito referencia¡ específico. Se escribe porque ya se ha escrito antes; se escribe sobre lo escrito, en respuesta, comentario o previsión de lo escrito, entre las líneas o en los márgenes de lo escrito. Se escribe para prolongar los rutinarios placeres de la escritura, para inventa placeres nuevos a los paladares es tragados por lo ya escrito o para fustigar -siempre por escrito- los goces sensuales de quienes se entregan a lo que Barthes llamó "el placer del texto". La escritura más naturales la que acepta con menos rebozo este carácter meta-textual de todo lo escrito, la que eleva la conciencia de su artificio a estilo: pese a la ingenua opinión genera lizada, es más directo y noble, engaña menos, Sterne que Richardson, Chordelos de Laclos que los tratados científicos de psicología Borges que cualquier rompehuesos del realismo testimonial.

Sartor Resartus,

de T Carlyle. Trad. E. González Blanco. Colección Espiral Fundamentos, 1976.

Este carácter de exégesis o corolario que todo libro tiene, alcanza una de sus mis notorias cumbres reflexivas en el Sartor Resartus, de Carlyte, que acaba de ser -¡por fin!- editado en castellano. Libro intransitivo por excelencia, a fuerza de simular remitir a otro discurso cuya única clave es el texto mismo que se pretende antesala, cumple en una sola obra las obligaciones de la creación y del comentario, realiza el planteamiento y la apostilla, formula, extrapola y refuta con un mismo gesto. Obra de sátira y de mística, no es su menor mérito el despertar sospechas sobre la imprescindibilidad de buena parte de las bibliotecas...

La figura de Thomas Carlyle llenó todo el siglo XIX británico: para el público victoriaro llegó a ser el paradigma mismo del sabio, profundo, complejo, paradójico y genial. Carlyle se nos presenta, empero, más germánico que inglés. Aportó a la literatura británica el desenfrenamiento metafórico de los más exaltados románticos alemanes, su predilección por la figura espléndida y aislada del gran hombre -del héroe-, la pasión por el trascendentalismo absoluto del espíritu sobre las apariencias empíricas. Fue un crítico despiadadodel capitalismo industrial y su correlativo liberalismo político, al que opuso el mundo artesanal, comunitario y jerárquico de una Edad Media más o menos idealizada. Su obra interesó e irritó juntamente a Marx, a Nietzsche y a William Morris.

Sólo una vez se salió del género ensayístico, abandonó el periodismo y la historia en las que destacaba, para intentar una obra de ficción: fue al comienzo de su carrera. cuando escribió Sartor Resartus, título latino que podríamos traducir como El remendón remendado o El zurcidor zurcido.

Pero, ¿es realmente una obra de ficción Sartor Resartus? En este libro, Carlyle acomete el resumen y la crítica de una imaginaria obra filosófica alemana, una recargada Filosofía del Vestido del sabio alemán Diógenes Teufelseiröckh, pergeñando de paso una biografía de este predestinado y místico personaje. De algún modo, es la misma tarea que Baudelaire acometió con De Quincey en sus Paraísos artificiales por esos mismos años, solo que en el caso de Carlyle el libro y el autor estudiados no existían en el sentido convencional del término, sino que eran creados por la descripción que de ellos se brindaba. Aprovechando la metáfora de los trajes. Teufelsdröckh y su biógrafo-comentarista-creador divagan, reflexionan y satirizan sobre el fundamental papel de todo lo aparente en el reino de la finitud y sobre la imposibilidad (léase indeseabilidad) de abolir tales convencionales revestimientos exteriores, aunque queda claramente establecido por el místico alemán (recordernos que Jakob Boheme fue también un remendón...) que lo más profundamente real es de índole espiritual, simple e infinita.

Esto es sólo la apresurada almendra de una obra pródíga en diversos niveles de lectura, compendio erudito, irónico y metafísico, desigual y farragosa a veces, pero sin el que sería difícil imaginarse los sofisticados resabios de la literatura del siglo XX.

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