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El socialismo italiano

La última consulta electoral italianan se ha seguido con auténtico apasionamiento en todo el mundo, incluso en la URSS, nada proclive a acusar extremadamente los acontecimientos de esta naturaleza. En los países miembros de la CEE y en España el interés estaba plenamente justificado.Por lo general, los comentarios derechistas españoles, teñidos de un anticomunismo visceral, que en algunos presenta indudables estigmas de herejía, se ha destacado por su visión unilateral y contradictoria. Los socialistas italianos se presentan casi como los máximos perdedores de las urnas. Las razones de la derrota se anotan como si fuera una de las tareas más fáciles que puede acometer el comentarista político. Prescindiré del primer cargo. Hay otros grupos que han resultado más castigados por la opinión del electorado. Aludiré, sin ir más lejos, a la extrema derecha y a los que han intentado construir en Italia una política de centro y de moderación proponiendo, con maneras cartaginesas, el exterminio político del PCI, al que prescindiendo de su representatividad y de su programa (E. Berlinguer «La proposta comunista» ponencia al PCI en su XIV Congreso de diciembre de 1974) se le condena al ostracismo más completo. Y aludiré a dos inculpaciones muy simbólicas. El PCI es culpable de haber provocado la disolución de las Cortes al denunciar la hegemonía de la DC, el punto muerto al que había conducido la llamada política de «centro-izquierda» y al haberse presentado ante el electorado indicando que era indispensable dar entrada en los futuros Gobiernos al PCI. Tremendos errores, dirán nuestros anticomunistas, que en esta ocasión han elevado su tono llegando a las notas y registros más altos que sólo se alcanzan cuando se plantean los problemas con pretensiones incluso eclesiales y teológicas. Si el PSI hubiera actuado como verdadero partido democrático, llevado por su sentido de la responsabilidad histórica y política, su lealtad a las fórmulas pasadas se hubiera mantenido y de esta forma el inmovilismo y la corrupción (y no me refiero exclusivamente a la que pudiéramos llamar clásica, o en su primera acepción empleando terminología gramatical) hubieran podido seguir progresando en el cuerpo cada vez más traumatizado de la sociedad italiana.

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El socialismo italiano ha probado todas las posibles variantes políticas y electorales. De Martino ciertamente, no ha cosechado la victoria que acaso algunos optimistas calcularon. No obstante no deja de ser relativamente certera la matización italiana: más que derrota lo que ha sucedido es una carencia de triunfo. Cierto la derrota la ha experimentado el grupo de Saragat, precisamente el que se ha impuesto como dogma de fe, el que nuestros anticomunistas predican incluso a los socialistas. Si alguna responsabilidad cabe atribuir a De Martino y al PSI es la que nace de su vacilación, de su falta de escrupulosidad en el análisis de la realidad siempre cambiante. En suma, el PSI acaso haya demorado excesivamente su decisión de oponerse a la hegemonía corruptora históricamente de la DC y su decisión de apoyar la indispensable incorporación a las,tareas de responsabilidad y dirección política del PCI. Cuando se pretende enjuiciar un acontecimiento político de la trascendencia que presenta el rumbo político italiano, la necesidad de un «nuevo rumbo» habría que decir utilizando vieja terminología de Trosky, es necesario tener en consideración ser más respetuoso con el futuro. Diré igualmente, que hay que nutrirse de nociones y perspectivas menos provinciales y localistas. Se ha comentado, y no gratamente la actitud del Episcopado italiano que ha prescindido de todo planteamiento ecuménico para fijarse exclusivamente en las secuencias italianas. De esta forma la contradicción se ha hecho manifiesta. La línea marcada por el Vaticano II abandonada y la duplicidad de actitudes bien visibles al comprobar, por ejemplo, la actitud frente a Hanoi. ¿Es que Roma va a retornar a posiciones propias de la época de los Estados Pontificios? Y otro tanto habría que afirmar pensando en las Comunidades Europeas. En éstas, se ha puesto bien de relieve por los estudios monográficos sobre el Parlamento Europeo, hasta qué punto resultaba estéril y contraproducente mantener al PC proscrito. Existe un factor importante del que con ligereza impresionante se prescinde. Me refiero a la evolución del PCI, dictada no por táctica florentina, sino por una muy marxista apreciación de la realidad italiana y universal. No podemos desconocer el dato doctrinal que nos dice hasta qué grado ha sido fecunda la elaboración teórica del comunismo italiano. En tanto que en buena medida las aportaciones teóricas de democristianos y socialistas han sido sumamente escasas y rutinarias en estos úl timos tiempos, el comunismo italiano, siguiendo la línea de Gramsci y del mismo Togliati se ha afanado por no perder contactos con los nuevos tiempos. No se trata de una actitud electoral, es algo más serio y elaborado. Por otro lado (factor de creciente relieve) el PCI tiene a su izquierda unos grupos que en potencia y en doctrina son nada despreciables. Una acción política ecuánime, responsable no puede prescindir de estos datos para lanzarse a la necia aventura de dejar que el tiempo lo pudra todo hasta el punto de que sólo haya la consabida salida del cirujano de hierro, o el caos. La única salida política que Italia tiene es la que pasa por la incorporación del PCI a las altas tareas de decisión y programación política. El socialismo de rostro humano era totalmente inviable en 1967 y 1968 en Checoslovaquia, pero puede, debe serlo, en Italia. Los tiempos son diferentes y los condicionamientos políticos muy distintos. No realizar el ensayo puede constituir un error

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