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Tribuna
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De la "inspiración" al monopolio

Me duele (y al mismo tiempo me alegra) tener hoy que poner algunos puntos sobre las íes de dos amigos entrañables, que, por otra parte, yo los tengo incluidos en mi santoral de uso privado. Son Joaquín Ruiz-Giménez y Marcelino Camacho.Joaquín se ha dejado entrevistar por Hermano Lobo muy en serio (como siempre se hace entre los buenos humoristas). En la entrevista reconoce hallarse «en un movimiento democrático de inspiración cristiana»; y esta actitud política «quisiera ser un intento de renovación de la actitud de hombres cristianos en la vida cultural»; eso sí, no se trata en absoluto de «ningún partido confesional», ya que se postula primordialmente la separación de Iglesia y Estado. Yo sé que ni a Joaquín ni a tantos otros entrañables amigos les pasa por las mentes el intento de adquirir la patente de inspiración cristiana para su partido. Pero no bastan las buenas voluntades (de ellas dicen que está empedrado el infierno), sino que es necesario crear las condiciones estructurales objetivas para que esto no ocurra. Y yo para mí tengo que tanto repetir eso de inspiración cristiana crea un clima específico, en virtud del cual el hombre medio (el que va a depositar su voto en las urnas) cree que un cristiano sólo podría decidirse por esa opción política. Y a algún que otro obispo o alto clérigo le entrará también la tentación de utilizar ese tremendo equívoco.

Por otra parte, leo en la prensa diaria que el intento de unión de los tres grandes sindicatos obreros (Comisiones Obreras, UGT, USO) va teniendo muchas dificultades. Con este motivo (copio de la prensa diaria) «los problemas surgen por el propósito de Comisiones Obreras de no considerarse a sí mismas como un sindicato más, sino como el marco de todos los trabajadores españoles. Marcelino Camacho preconiza que a la asamblea acudan representantes de las fábricas como tales, aunque no tengan la condición de miembros de CCOO». 0 sea, que a Marcelino (quizá de una manera inconsciente) le pasa algo parecido a lo de Joaquín: la inspiración obrera estaría solamente (o al menos primordialmente) en Comisiones Obreras. Y pasaría lo mismo de antes: un obrero medio se encontraría inmerso en un clima, en virtud del cual creería que la única manera de sindicarse obreramente es pertenecer a CCOO.

A esto se añade que en el (por otra parte, excelente) Manifiesto-Programa que el PCE acaba de emanar se dice literalmente: «La historia ha confirmado que este método marxista, científico, coloca al Partido Comunista en mejores condiciones que las de cualquier otro partido obrero para dirigir al proletariado y a sus alidado en el combate por la conquista del poder político y la realización del socialismo».

Sin embargo, hay que ser justos. Somos muchos en España que creemos tener inspiración cristiana y que abiertamente confesamos la posibilidad y la realidad de que esa inspiración cristiana se realice en un amplio abanico de opciones políticas y sindicales, sin que haya que exhibir el camé de cristiano para nada.

En este sentido es ejemplar la actitud del PCE cuando en su II Conferencia Nacional de Septiembre de 1975, decía por boca del también entrañable amigo Carlos Riba: «Los cristianos comunistas no nos consideramos heterodoxos en la Iglesia y heterodoxos en el Partido. Nos consideramos cristianos y nos consideramos comunistas. Para ello hemos tenido, como cristianos, que seguir un duro proceso. Y los cambios que hemos seguido en quince o veinte años en la Iglesia me parece que reflejan traumas y tensiones no fáciles de llevar adelante si se piensa en lo que era la Iglesia en nuestro país en el momento de la cruzada».

O sea: que también un militante del Partido Comunista puede tener (y muy profunda y auténtica, como en este caso) su inspiración cristiana. ¿Por qué, pues, hablar de partidos de inspiración cristiana?

Igualmente, también hay obreros-obreros en la UGT, en la USO, en la ORT etc.: ¿por qué hablar de inspiración obrera, como una especie de monopolio de CCOO o del Partido Comunista? En aquella misma Conferencia Nacional, Santiago Carrillo decía una cosa muy buena: «De lo que se trata es de superar los tiempos en que el comunismo era una especie de iglesia con sus diócesis, sus dogmas, con su Vaticano, su papa y sus concilios, con su mística acendrada por la persecución y el martirio». ¡Exacto! Por eso, hay que evitar de nuevo un choque entre estas dos realidades numinosas que serían la Iglesia y el Partido Comunista, aunque la Iglesia se vistiera con la seda de un partido de inspiración cristiana.

De modo que ... ¡atención! De la inspiración (cristiana u obrerista) al monopolio (cristiano u obrerista) no hay más que un paso. Y éste, casi imperceptible.

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