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Tribuna
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La rabia y la rueda

Algunos pedíatras, y concretamente sicólogos, aconsejan la convivencia de animalillos -pájaros, perros, cobayas, etcétera- con los niños.- Dicen que esto estimula en nuestros hijos los sentimientos de responsabilidad y también, cómo no, de amor a la naturaleza.Todo esto, en líneas generales, está muy bien, y cuando algún médico escrupuloso argumenta el que los perros pueden ser portadores del quiste hidatídico, otros le contrarrestan diciendo que se tienen más probabilidades de adquirir esta enfermedad comiendo lechuga o ensalada que teniendo un perro en casa.

En definitiva, no cabe duda que debemos amar a los animales, que tal vez es aconsejable la convivencia de la gente menuda con la naturaleza animal doméstica, para estimular sus más hermosos instintos, pero, forzosamente, debemos preguntarnos en qué medida el Ayuntamiento de Madrid está colaborando con la Dirección General de Sanidad para la prevención antirrábica o, por el contrario, está promocionando la promiscuidad entre los perros y los niños.

La Dirección General de Sanidad está realizando una interesante campaña provacuñación antirrábica. El. «spot» anunciador en el que se dice que un perro no es un juguete sirve, no sólo para el propósito de invitar a la vacunación, sino también para estimular el amor a los animales.

Esta es una campaña importante, porque si bien, afortunadamente, no tenemos un brote de rabia en nuestro país, a pesar de que se encuentra en el vecino y la frontera de los Pirineos está seriamente vigilada para evitar que los animales salvajes; portadores en definitiva del virus, entren en nuestros bosques, no, cabe duda de que todavía en España las cotas de amor a los animales, y concretamente a los perros, no han llegado a niveles muy altos, a pesar de la meritoria labor de muchos divulgadores.

Parece presumible que ese amor a los animales podría ser un signo determinante de una mayor formación humana, así como de un más alto grado de civilización.

Vemos cómo en las plazas públicas, donde los niños juegan, los perros andan sueltos sin bozal. Podemos contemplar cómo los dueños de estos animales, que han llevado atados al cruzar la calle, los sueltan al llegar a la plaza. Hemos podido ver en la plaza del Conde del Valle Suchil, cómo varios perros, con la natural satisfacción de sus respectivos dueños, se arremolinaban en la fuente pública que allí hay, y bebían directamente del grifo.

Es preciso pedir que para una mayor garantía de nuestra salud se exija, de manera drástica, que todos los perros circulen atados y con bozal. Y que esta medida se aplique con todo rigor, a que nuestra condición de contribuyentes nos da derecho.

Capítulo aparte, el de los muchachos que invaden nuestras aceras y jardines montados en sus bicicletas y circulando a velocidades, no super sónicas, pero si lo suficiente como para causar serias lesiones a la gente pequeña. También aquí la salud anda en peligro y también aquí el Ayuntamiento puede contribuir de una manera muy eficiente. Todo depende del valor que a nuestra salud y vida le den los que deben velar por ellas.

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