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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Teoría del drama: los temas prohibidos

En el prefacio a la primera edición de su Tartufo, en 1969, trató Moliére un terna que no ha dejado de tener vigencia: las prohibiciones, censuras, autocensuras o limitaciones concernientes a zonas, centros, actividades y personas; es decir, los supuestos tabúes que el teatro debería afrontar. Moliére rechazó esta pretensión. Esta es su doctrina esencial:«Esos señores, tratan de insinuar que el teatro no tiene por qué hablar de tales materias; pero, con su permiso, Yo les pregunto en qué fundan esta bella máxima. Es una proposición que sólo suponen sin que de ninguna manera, la prueben; y, sin duda, es poco difícil hacerles ver que la Comedia, en la antiguedad, nació de la religión y formó parte de sus misterios; que nuestros vecinos, los españoles, no celebran fiesta alguna en que no ande mezclada la comedia; y que, incluso entre nosotros, nació gracias al esfuerzo,de una cofradía a quien todavía pertenece el hotel de Borgoña; que es un lugar que se le cedió para representar los misterios más importantes de nuestra fe; qué todavía se leen comedias, impresas en letras góticas, bajo el nombre de algún doctor de la Sorbona; y, sin ir más lejos, que se representan en nuestra época obras piadosas del señor de Corneille, que ha adrnirado toda Francia.

Vicios

Si la misión de la comedia es corregir los vicios humanos, no veo razón alguna para que exístan privilegiados. Esto sí que envuelve consecuencias peligrosas para el Estado; y bien conocernos la eficacia correctora que tiene el teatro. Los mejores rasgos de un serio estudio moral son más débiles, en general, que los de una sátira; y nada supera como represión, para la mayoría de los hombres, a una pintura de sus defectos. Constituye un buen ataque al vicio exponerlo a la risa general. Una represión se sufre cómodamente; pero nadie soporta -la burla. Se puede admitir-ser malo, pero no se soporta quedar en rídículo.

Me reprochan haber puesto palabras piadosas en boca de mi Impostor ¿Cómo iba a evitarlo, si quería representar a un Hipócrita lo mejor posible? Me parece que es suficiente con que yo haya declarado los criminales motivos que le hacen decir las cosas y que haya subrayado esos términos sagrados que tanta pena nos dan, al oírle utílizarlos mal. Dicen que, en el cuarto acto, desarrolla una teoría moral perniciosa. Pero esa moral, ¿no es algo con lo que ya nos tienen cansados los oídos? ¿Es que dice algo nuevo en mi comedia? ¿Quién puede temer que cosas tan destacadas, hagan la menor impresión en nuestro espíritu? ¿Es que se vuelven peligrosas porque yo las lleve a un escenario? ¿Reciben alguna autoridad especial en boca de ese granuja? Creo que nada de eso es de temer; o se aprueba el Tartufo o hay que condenar a todas las comedias».

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