Absoluta normalidad durante la jornada electoral
Bajo un sol de justicia los soldados italianos con uniforme de invierno han montado guardia en las mesas electorales, y bien visto no era necesario tal despliegue militar, puesto que en las 73.000 mesas electorales, diseminadas a través de toda la geografía italiana, el orden y el concierto han sido las notas características.
Aunque, eso sí, el retraso de los electores ha sido notable en diferentes zonas a pesar de la expectación despertada por estas elecciones generales.La agitación de los estados mayores de los partidos, los teléfonos, la radio, la televisión, con sus precisiones y sus nubes de números, envuelve ahora a todo el país en el lenguaje lacónico y frío de la aritmética.
Comunicados y previsiones se suceden. Teñidos con los diversos colores de los partidos que las emiten. «Las elecciones han sido inútiles», dicen unos. «La Democracia Cristiana se ha mantenido e incluso crecido a costa de los neofascistas y la Derecha Nacional», comentan otros. El político, el periodista, el. hombre de la calle, todos en general comentan las «elecciones del siglo ».
El comentario más extendido es el siguiente: «Italia entera está de acuerdo en que tiene que renovarse, pero no sabemos cómo». Incluso se llega a una dura autocrítica: «somos, un pueblo de bufones sin ideas».
Se ha notado cierto miedo en las urnas y algunos comentarios lo señalan. «El italiano de la calle ha insultado a fondo al partido de inspiración cristiana para al fin tener que reconocer que sin él no se puede dar un paso. Es posible que el miedo al comunismo haya aconsejado a este hombre de la calle a dejar las cosas como estaban antes de aventurar un paso en falso, irreversible».
El voto, femenino (21 millones frente al 19 y pico por 100 de electores masculinos) y los jóvenes de 18 que: por primera vez depositan sus papeletas democráticas para la elección de las Cámaras significan, qué duda cabo, un planteamiento diverso de los problemas vitales que aquejan al ciudadano medio.
Aparte de las elecciones, el voto entraña intrínsecamente la toma de partido en, temas como el control de, la natalidad, el divorcio, la educación tradicional, etc.
Sin embargo, se colige que la Italia juvenil y radical (que quiere soluciones y no las componendas sobre los problemas vitales) no ha superado ala vieja Italia del centro, la de la reforma. El cambio histórico no se impone por motivos ideales, sino a través del desplazamiento social que obliga a las organizaciones a defender sus intereses.
La transcendencia de las elecciones se refleja en las extremas. suceptibilidades que se han producido a lo largo de la jornada y media que han durado las votaciones. Así, puedo reseñar un hecho que se produjo en una mesa electoral de la ciudad de Bari donde el presidente de la mesa consideró un signo de propaganda el que un miembro radical llevase un clavel rojo en la solapa. A su vez, el radical se defendió argumentando que era el propio presidente de la mesa electoral quien hacía propaganda del Partido Comunista al tener continuamente bajo el brazo un ejemplar del órgano informativo del PCI, L'Unita.
El peso de Europa
Los italianos han votado también pensando en las futuras elecciones al Parlamento Europeo, en 1978. Italia no quiere presentarse en esa ocasión como pariente pobre, como enfermo crónico o como compañero sospechoso. Bien pudiera decirse entonces que estas elecciones italianas han tenido la finalidad para los votantes italianos de buscar una identidad nacional que presentar ante los compañeros europeos.
Una campaña electoral dramática, pero no trágica
De cara a esa Europa con la cual Italia está comprometida y a los cientos de periodistas de todo el mundo, Italia cerró sus urnas y puso punto definitivo a una campana electoral dramática, no trágica, radicalizada, pero no excluyente, combativa pero no violenta, sin insultos y ni paroxismos.
Probablemente después de los números, las cosas queden como estaban, pero en el hombre de la calle se ha depositado una renovada conciencia nacional, un nuevo sentido crítico de los propios problemas y una mayor participación comunitaria. Tan sólo por este resultado bien valía la pena votar democráticamente, aunque ahora se pueda hacer un compromiso histórico o se vuelva al soirpasso, la entente, entre democristianos, liberales, republicanos y socialistas demócratas frente a los comunistas, socialistas, radicales y proletarios.
Después de esta jornada de tranquilidad, y del ejemplo de civismo político dado por los electores italianos, a pesar de los acentos dramáticos con que se presentaron estos comicios, el trabajo queda ahora para el lento y frío escrutinio de las papeletas de votos.
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