Julio Verne y la realidad
De Julio Verne ha quedado una imagen no totalmente exacta; la del escritor de prodigiosos viajes a los astros, maravillosas excursiones por el fondo del mar, cuando no por regiones desérticas o selvas impenetrables. Es el novelista que se adelantó al futuro, el soñador de inventos que los años harían realidad. Para algunos, más eruditos, el padre o el abuelo de la ciencia-ficción.Pero no creo que haya sido solamente eso. No creo que con ello se explique un favor del público que abarca ya varias generaciones. (Esta nota la origina un nuevo lanzamiento en España de las novelas de Julio Verne, a unos cien años del comienzo de su divulgación.) Novelista científico, sí, pero no tan alejado de la corriente realista que dominaba la novela de la época (la precisa cronología, que se incluye al final de una de las novelas comentadas nos aclara, con la rotundez de los datos: si Viaje al centro de la Tierra es de 1865, y 1879 la fecha de Los quinientos millones de la Begún, son esos mismos años los de la instauración del naturalismo francés. Dos hechos distintos, resultado de la penetración de lo científico en lo literario).
Viaje al centro de la Tierra
Los quinientos millones de la Begún,de Julio Verne. Madrid. Alianza Editorial. El Libro de Bolsillo, 592 y 608.1976.
La visión del público acentuó un aspecto de su obra en perjuicio de otro. El aspecto que cautivó a los lectores fue el de la aventura extraordinaria, usando como vehículo -nunca mejor dicho- el aparato volador o submarino. Pero Julio Verne no era un escritor de lo fantástico, sino un realista del futuro. Se adelantaba a la realidad de su tiempo, pero basándose para ello en el estado real de la ciencia de su tiempo. Se documentaba en las publicaciones científicas, en las Memorias de Academias y Sociedades. Por eso ha resultado un precursor de hechos tan fantásticos en su tiempo como el submarino de larga singladura, los cohetes intercontinentales y el viaje a la Luna, (aunque no uniera estas dos futurizaciones). La prueba está en esa frase, recordada por alguien, quizá Borges, con que Verne expresó su indignación al conocer fas novelasde H.G. Wells: «¡Pero este hombre inventa!»
Profeta
El no inventaba. Profetizaba, adelantaba esa realidad. Y el encuentro entre verdad científica y literaturización desfiguraba la sequedad de la observación de lo cotidiano o lo ordinario acudiendo al pintoresquismo y la caricaturización suave. Son recursos más viejos, aprendidos en el romanticismo en que se hallaron inmersos sus años juveniles.Sus personajes se acercaban a prototipos. Sus periodistas o sabios ingleses son reconocibles apenas asomar a la descripción. Igual podríamos decir de holandeses, chinos... y hasta franceses. Son las fórmulas y colores del costumbrismo, germen realista que se mantiene entre las fabulaciones románticas para asomar libre y en desarrollo en la novela, desde Balzac al naturalismo.Situar así a Julio Verne atenúa la sorpresa que a alguno pudiera causar Miguel de Salabert, presentador de las novelas comentadas, que al presentar Los quinientos millones de la Begún nos revela un Julio Verne expositor de las doctrinas sansimonianas y fourieristas. Visión utópica y prefiguración del nazismo -explica Salabert- tanto como prevé sus proyectiles «V-2», entonces anticipación, hoy recuerdo histórico para Europa.
El lector interesado por conocer la realidad de un novelista muy leído y poco conocido debe acudir a la presentación de ambas novelas. (Su autor lo es también del libro, El desconocido Julio Verne)
Babelia
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