El ritmo de la reforma
Los resultados inmediatos del viaje real a los Estados Unidos son sin duda, el reforzamiento del poder personal del Rey cuya figura, junto con la institución monárquica, ha recibido un respaldo político internacional de primer rango- y la delimitación de las promesas del Monarca, de construir en España un régimen verdaderamente democrático. Felizmente, don Juan Carlos no ha querido adjetivar la democracia y se ha limitado a señalar el valor universal de su significado.En una línea de lógica aparente, estas dos realidades -asentamiento de la figura del Rey y anuncio de una democracia real- podrían dar origen a consecuencias políticas más o menos inmediatas. Y hay quien piensa que entre ellas no debería faltar la crisis de gobierno y la sustitución del primer ministro. En efecto, la credibilidad de éste como impulsor de la reforma democrática, es muy escasa en la opinión. Antes bien son el vicepresidente Fraga, el ministro del Exterior, Areilza; el de Relaciones Sindicales, Martín Villa, y el de Justicia, Garrigues, quienes son contemplados por el común de los ciudadanos como los creadores de la línea reformista que el propio Gobinete tiene por consolidada. Son estos ministros los que de una manera u otra, han propuesto el pacto con la oposición y los que auspician la reforma constitucional.
Sin embargo, es posible que las decisiones políticas se hagan esperar todavía. El Rey podría pensar, que si quiere ser un Monarca verdaderamente demócrata, apenas tiene sentido sustituir un presidente de Gobierno por otro, sin una consult4 previa al electorado. De alguna manera se contempla al Rey como un Monarca constituyente, y de él se espera la apertura de un proceso político también constituyente. Habría que aguardar así a la aprobación de las leyes reformistas en las Cortes y a "la realización del referéndum, antes de celebrar unas elecciones generales que dieran al Monarca la pauta a seguir en el nombramiento de nuevo Gabinete. Semejante espera nos parecería inadecuada para los propósitos nacionales de construir una democracia. Pensamos que las promesas del Rey ante el Congreso de los Estados Unidos, deben amparar un pisotón en el acelerador de la reforma. Pero no es dificil predecir que, a pesar de los impacientes, cambios significativos van a hacerse esperar todavía un tiempo. Don Juan Carlos podría haber -escuchado en Washington palabras que le invitaran a ser paciente. Los americanos se encuentran sin duda preocupados por las próximas elecciones parlamentarias en Italia y el ascenso del comunismo francés es centro de su inmediata atención. Si el dominó de Kissinger sigue sobre el tapete de juego sólo cuando se aclare la situación en estos dos países y se consolide una estabilidad, al menos discreta en Portugal, los estadounidenses verían con agrado grandes cambios entre nosotros. La mejor teoría política enseña que es harto dificil, si no imposible, instaurar la democracia con instrumentos institucionales autocráticos. La teoría a veces Talla, pero no conviene menospreciarla. Es difícil pensar que instituciones pergeñadas para coartar la democracia van ahora a traerla, por más que se autotransformen. Pero la postura gubernamental se fortalece, mientras que la oposición democrática sigue sin encontrar una coherente unidad y un basamento sólido e inmediatamente constatable
No hay más cera que la que arde, y la verdad es que el actual programa de reformas puede durar todo el verano y parte del otoño, y no hay por qué imaginar que el ritmo va a romperse en ningún sentido. Ello, indudablemente puede constituir un error, pero la realidad no va acorde siempre con los deseos. El tiempo tiene la palabra, y la batalla de la democracia ha dejado -nos tememos- de librarse contra el reloj.
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