Manuel Carra, en la Fundación Juan March
Con un recital de plano de Manuel Carra se ha clausurado el cielo Cuatro Pianistas Españoles. Ha sido el último ejemplo de la labor de extensión cultural a la juventud llevado a cabo en el seno de la Fundanción Juan March cada temporada. Cerca de 20.000 chicos y chicas, procedentes de colegios de todo Madrid, han venido asistiendo a estos recitales prologados y comentados por Sopeña.Finalmente, este mes de mayo los pianistas participantes a lo largo del curso en la serie de conciertos para jóvenes han ofrecido, a puerta abierta, un recital resumen de sus actuaciones durante el año. Estos artistas fueron Cristina Bruno, Joaquín Soriano, Pedro Espinosa y Manuel Carra, ya que Esteban Sánchez, que también intervino en el curso, no pudo hacerlo ahora por tener un compromiso ineludible con su casa grabadora.
Manuel Carra, piano
Schubert:Impromptus, Op 90, Núm. 3, y Op 90, núm. 4. Meldelssohn: Romanzas sin palabras, Op 19, núm. 1, Op 19, núm. 5, y Op 102, núm. 5. Chopin: Nocturno, Op 15, núm. 2; Estudios, Op 25, núm. 2, y Op 10, núm. 12. Schumann: Intermezzo del «Carnaval de Viena» Op 26, núm. 4. Piezas Fantásticas núm. 1 núm. 2 Op 12. Brahms: Rapsodia, Op 79, núm, 2. Mompou: Canción y danza núm. 5. Albéniz: El Albaicín (de la suite Iberia). Fundación Juan March.
El recital de Manuel Carra ha constituido una verdadera lección magistral. Todas las cualidades del pianista andaluz brillaron en esta ocasión al máximo. Carra es un artista completo, al que la deficiente base de la vida musical española ha privado de una mayor proyección. En su actuación de la Fundación March lo demostró. Un programa variadísimo -como lo pedía el sentido de la convocatoria- ceñido a grandes maestros del piano universal (desde Schubert a Albéniz, pasando por Mendelssohn, Chopin, Schumann, Brahms y Mompou) sirvieron para que Manuel Carra desplegase su admirable capacidad interpretativa.
Se adjetiva con frecuencia a Manuel Carra de pianista elegante. Es cierto. No hay jamás en él gestos inútiles, actitudes efectivas. No los hay en su figura ante el piano, pero tampoco en su entendimiento de las obras, siempre adecuado en tiempo y carácter.
Lo más destacable de este pianista es la belleza de sonido que no perjudica los valores dinámicos de sus versiones. Tocó los románticos con pureza y equilibrio clásicos. No faltó un punto de pasión donde había que ponerla (Estudio, Op 10, núm. 12 de Chopin, Elevación de las «piezas fantásticas» de Schuman, Rapsodia, Op 79, núm. 2, de Brahms) ni serenidad y vuelo poético en las piezas que más lo exigían (las de Schubert, Mendelssohn, Chopin, Mompou... ) Su Albaicín albeniciano tuvo categoría antológica.
Carra es un hombre culto, sensible. Ha investigado profundamente sobre técnica e interpretación. Conoce la literatura pianística desde todos los ángulos, como profesor y como ejecutante. Eso se nota. Cuando las cosas le salen redondas, como en el recital que nos ocupa, oírle es tanto un deleite como un aprendizaje. El público así lo comprendió, ovacionándole incansablemente. Tuvo que ofrecer una página del Children's Corner, de Debussy, y una Sonata del Padre Soler al acabar. Esta última fue la única pieza del siglo XVIII que le escuchamos. La recordó y recreó tan pulcra, exacta y ponderada como el resto del programa.
Habrá que pensar después de oír a Carra que estamos ante un músico en la plenitud de su arte, en este caso de muy alto nivel.
Babelia
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