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Tribuna
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La historieta como vida y viceversa

Se podría perseguir, paso a paso, el tránsito de la risa camino a congelarse. Un lector-medio coge un «Mortadelo y Filemón», y al tomar contacto,con ese mundo de verzotas y narizotas, de mandobles y estacazos, ríe, según la frase, «a mandíbula batiente».-¡Vaya tontainas! -exclarna luego, con superioridad, y abandona el tebeo.

Si le propusiéramos reflexionar sobre el dibujante Ibáñez, que «vive» estas situaciones para emitir a troche y moche esas páginas, cientos, miles de ellas, quizás reiría menos. «Sí, hay algo de absurdo en «vivir» aquello, pero, después de todo, Ibáñez cobra por hacerlo», diría. Y todos en paz.

Si le Icontárámos que sobre ese -mundo, desmontándolo y auscultándolo, con la minuciosidad de un entomólogo, un doctor en Filosofía, Juan Antonio Ramírez, ha escrito el libro «La historieta cómica de postguerra», su sonrisa se tornaría en sospecha burlona. Si, más allá, reveláramós que este libro, y los estudios que contiene, recibieron el Premio Nacional de Investigación del Ministeri de Información y Turismo y luego reestructurados como tesis doctoral, merecieron la más alta calificación (sobresaliente cum laude) de la Universidad Complutense nuestro lector-medio creería que nos burlamos de él. ¿Todo aquello a partir del atontao de Mortadelo?

Suspendamos revelaciones. Con sadismo fino podríamos remontar el camino de la risa, y acompañar por ejemplo, a algún capitoste de Editorial Bruguera, que coordinó la chapuza de Mortadelo con la aparición de la revista que dibujó Ibáñez y comentó el profesor Ramírez y premió el Ministerio..., acompañar al editor, decíamos, a depositar en su cuenta bancaria las 25-a- 125 pesetas que el lector-medio pagó por adquirir esa revista-y-su-risa, y veríamos que el editor también va riendo a mandíbula batiente. Entoces el círculo estará completo y el lector que antes reía ya no sabrá si él es el de las carcajadas o el que aparece en la tira cómica. ¿Acaso no todo es farsa en la farsa y algo queda cuando la farsa acaba?

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