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Tribuna
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Parar, templar y mandar

El toro bueno es difícil de torear y cuesta trabajo que el público se entusiasme con la labor del torero. Ayer, se conjugaron toros buenos para torear y toreros excelentes. para hacer olvidar las bonancibles condiciones de los bureles.La regla de oro del bien torear es lograr empapar al toro en la muleta. Para. conseguirlo es imprescindible meterle el engaño en el hocico y tirar del animal, parando, templándo y mandando. Parar es acompasar la velocidad del toro, por medio de la muleta, a la cadencia que el torero desea. Una vez conseguido esto, hay que seguir con este «son», eso es templar. Mandar, la palabra lo dice, sólo consiste en llevar al toro al sitio deseado, donde se queda dispuesto para que se le pueda «ligar» el próximo muletazo. Parar, templar, mandar y ligar fue lo que Paco Camino y Angel Teruel hicieron ayer, -por riguroso orden tipológico- con los dóciles toros de Baltasar Ibán.

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Por primera vez se abrió la puerta grande

Mandar y domeñar fue la labor del peón de Cortés, El Jaro, en el último toro del encierro, que se pasó toda su lídia con la cabeza alta. Esa es la belleza del toreo: entender a los toros y saber cómo se les pueden corregir los defectos.

El público se divirtió, pidió orejas que se concedieron y salió de la plaza comentando los pases de Camino y de Teruel. En honor de la verdad hay que consignar que más de un veterano aficionado dedicó un recuerdo nostálgico a los muletazos clásicos que Cortés dibujó en su primer toro.

Cuando se para, se templa y se manda -toreo del bueno en definitiva-, todos los aficionados, «todos», se embelesan y emocionan, aunque los animales no sean «fieras corrupias», sino simplemente toros.

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