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Tribuna
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La moda de los paletos

El paso de una sociedad agraria a una sociedad industrial, a la décima potencia industrial, no se dio así como así. Entre los muchos traumas o seísmos sociológicos acontecidos, acaso la pervivencia en nuestros espectáculos públicos del paleto que se pasma ante las grandes ciudades sea uno de los más significativos. Nada más normal que allá por el II Plan de Desarrollo la gente se partiera de risa con Paco Martínez Soria en medio del guirigay urbano. El filón pronto se extendió a los escenarios teatrales y a los platós cinematográficos y ahí está, para lo que gusten los sociólogos, una ilustre tradición con boina que llega hasta don Alfredo Landa yéndose con los trastos de ligar a Alemania o corriendo en calzoncillos tras, las nórdicas que nos visitan con el secreto ánimo de equilibrar nuestra reserva de divisas.El mito del paletismo es de los más ricos que poseemos en el país de los mitos. Reirse del aldeano perdido en la gran ciudad es una de las más eficaces maneras que existen para vacunarse contra el fantasma aldeano que todos los españolitos llevamós dentro. Sobre todo cuando la mutación sociológica está a la vuelta de la esquina.

RevivalMenos lógico es que en pleno bienio reformista, RTVE nos, salga con la vieja argucia para provocar la carcajada e incurra, semana tras semana, en el modelo de La ciudad no espara mí. Ya son, demasiados los Directísimos que venimos aguantándo con heroíco estoicismo las gracias del pueblerino periférico que se arma un lío con los aeropuertos, los aviones, las azáfatas, los cables de la tele, el lenguaje, la cibernética, la velocidad y el tocino.

En apenas un mes hemos podido ver en el programa estelar de RTVE a Juanito Navarro haciendo de Paco Martínez Soria, a Esteso haciendo de tío Honorio, a la charanga del tío Honorio haciendo de Juanito Navarro pero a lo gamberril y a la tía Rogelia haciendo de abuela putativa de Alfredo Landa. Este revival de la paletidad nacionalsindícalista en plenas vísperas democráticas y en los prógramas de mayor audiencia no puede ser tildado de acto inocente; fundamentalmente por que la jurisprudencia al uso presupone alevosía, premeditación y nocturnidad en los hombres los espacios de Prado del Rey.

Pacto secreto

Desde el alacranero extremeño hasta don Nicanor tocando la puerta en lugar del tambor, pasando por la forofa gallega y el ruso apocalíptico -hombre eminentemente agrario como sus Arosas y obsesiones delatan a primera vista- existe un buen trecho televisual a base de boinas, cayadas, alpargatas, tirantes, chisqueros, blusones de tratantes en ganadería y ondias que de ninguna de las maneras puede ser tornado a beneflicio de la casualidad.Entre el tío Honorio, el tío Juanito, la tía Rogelia y el tío Iñigo tiene que existir, por fuerza, un secreto pacto tendente a suprimir la ruptura pactada por la infalible vía de la imbecilización de las masas. Ese arquetipo de ciudadano que aparece contumazmente en Directísimo poco tiene que ver con el que se deriva de nuestras clases activas. Niños precoces, ancianos infantilizados, jubilados con hobby y paletos: tal es el insólito muestreo trabajosamente realizado por los guionistas y el bigotudo director. Pero sobre todo, paletos a manta, como si nuestro sufrido campo produjera más tontos que agrios o cereales.

En su espectacular escalada por alejarse deprisa y corriendo del país real, hay que reconocer que el recurso al paletismo in dica un cierto nerviosismo por parte de las altas esferas. Mejor dicho, indica que estamos ante el último recurso. Se trata de convertir el problema del regionalismo en un aldeanismo y la bien probada madurez, en una boutade indigna de un referéndum como el Consejo de Europa manda. ¿Estamos, en fin, ante una sutil forma bunkeriana para demostrar al teles pectorado los límites del electorado? Pudiera ser, y con la televisión jamás hay que dar por descartada una hipótesis por muy descabellada que parezca. Pero el problema no es el paletismo como táctica. Lo grave sería que se intentar& la paleti zación como estrategia. En cualquier caso, lo único que los sábadospor la noche echamos en falta es la boina de Iñigo. Que seguro que el hombre la tiene a mano, por si las moscas.

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