El rearme del ejército, un peligro para el trono marroquí
De esta forma, Marruecos conseguía no sólo el casi monopolio mundial de fosfatos en pocos años las producciones conjuntas de Marruecos y Bu Craa alcanzarán los 30 millones de toneladas-, sino que impedía la formación en su frontera sur de un «estado-tapón» que, podía aislarlo del resto de la región. La apertura de una frontera con Mauritania despertaba además los sueños expansionistas de los seguidores de Allal El Fassi, fundador del partido del Istiqlal y defensor de un «gran Marruecos» desde el Estrecho hasta el río Senegal.Todos detrás del Rey
La anexión del Sáhara no era defendida sólo por palacio y por Ios. nacionalistas del Istiqlal. Ya en 1973, Alí Yata, dirigente del Partido del Progreso y del Socialismo (comunista prosoviético), editó un libro en el que se presentaban las razones geográficas e históricas, más tarde invocadas. oficialmente. Entonces, un año antes de que
Hassan II se lanzase. de lleno en la campaña para la anexión el libro de Yata fue secuestrado. En aquel tiempo, las relaciones no-marroquíes se recuperaban a duras penas de la «crisis de los pesqueros" no parecía llegado el momento , oportuno para plantear a fondo la reivindicación del Sáhara.
Llegado ese momento -julio de 1974- hasta la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP) del abogado rabatí Abderrahim Buabid secundó sin problemas la iniciativa oficial. La adhesión del partido de Buabid, nacido ese mismo año de la reconversión de la legendaria Unión Nacional de Fuerzas Populares del asesinado Ben Barka, tenía un especial significado, porque, desde los disturbios ,estudiantiles y obreros de 1965.había sido blanco preferido de la represión policial. Omar Benjellum, segundo hombre del partido y más tarde asesinado en circunstancias todavía no aclaradas, se encontraba precisamente en la cárcel cuando el Rey lanzó su campaña.
.La justificación de los partidos -olvidados de la vida política durante once años- para secundar la política de palacio era, con todo, bastante clara. Apoyando una campaña en la que el trono parecía jugarse su propia supervivencia, la oposición democrática esperaba a cambio la convocatoria de elecciones libres. Las elecciones fueron efectivamente anunciadas para 1975, pero en marzo de ese año Hassan II decidió aplazarlas «sine die».
Los partidos instaron al Rey, a finales del año pasado, a cumplir sus promesas, una vez conseguido el objetivo en tomo al cual se había logrado la «unanimidad nacional".
A pesar de ello y sin haber logrado aparentemente nada a cambio, Buabid y el nuevo secretario general del Istiqlal, Mohamed Bucettta, presidieron el pasado mes de abril nuevas misiones oficiales al extranjero para. defender la política oficial. «Todavía no ha llegado el momento oportuno para las elecciones -me decía un alto funcionario marroquí-. El Sáhara sigue exigiendo toda nuestra atención a causa de las interferencias argelinas».
Para los responsables marroquíes, en efecto, el Frente Polisario no es sino una creación de Argelia, a la que atribuyen el propósito de establecer en el Sáhara un «régimen títere» y amenazar la seguridad de Marruecos.
Tampoco se considera en Rabat que haya una guerra en el territorio sino la acción aislada de «un puñado de rebeldes», en virtud de lo cual se publican partes militares y únicamente se desmienten, de vez en cuando, las információ nes del Polisario. Sólo en e1 caso de la batalla de Amgala del pasado 14 de febrero, las autoridades marroquíes reconocieron que dos de sus batallanos habñian sido diezmados pero se atribuyó la acción, al ejército regular argelino.A pesar de considerar controlado elterritorio, Marruecos mantiene en el Sáhara un ejército de 40.000 hombres casi dos tercios de les, efectivos totales y ha aumentado las compras de armas, sobre todo a Estados Unidos y Francia. A partir de septiembre -del año pasado se puso en marcha lo que una revista francesa denominaba,. «Plan Marrtakech" y por el cual Marruecos compraba a Francia 75 "Mirage FA misiles, helicóptero «Puma» y carros «AMS», a entregar, lo más rápidamente posible.
En este rearme del ejército maroquí es donde muchos expertos ven precisamente el mayor peligro para el trono. Después de los atentados de julio de 1971 y agosto de 1972, Hassan había alejado al ejército de los centros vitales y enviaba a lo mejor de su infantería, primero a Siria y después al extremo sur del país. Para resolver la cuestión del Sáhara, el Rey necesita confiar nuevamente en sus fuerzas armadas y necesita, además, dotarlas de un armamento sin precedentes.
En este contexto adquiere especial relevancia la aparición del «Movimiento 16 de agosto » (en esa fecha de 1972 tuvo lugar. el atentado de la fuerza aérea contra Hassan II) al que se relaciona con motines ocurridos en unidades destacadas en el " Sáhara, aparentemente descontentas por la larga ausencia de sus casas, por la interrupción de todo. tipo de comunicación con sus familias y por su aislamiento en un territorio hostil. Todas las informaciones de este tipo han sido desmentidas, sin embargo. por las autoridades de Rabat.
No obstante, el movimiento ha difundido ya cinco manifiestos desde el comienzo de la guerra. El último de ellos, ampliamente divulgado en publicaciones argelinas y saharauis, afirma que la «aventura saliariana» tiene como «unico fin servir a los intereses personales del Rey». «El ejército -añade- que tenía que combatir, contra los españoles se ha encontrado finalmente entre las poblaciones del Sáhara como, enemigo y no como protector.»
El movimiento no se pronuncia sobre el destino final del Sáhara pero considera que la hostilidad de la poblacióni saharaui no es tanto contra Marruecos como contra el régimen monárquico.
Con todo, la exacta dimensión del grupo de oficiales, republicanos constituye por el momento un enigma. El recuerdo de los dos atentados anteriores puede convertirlo, no obstante, en una nueva pesadilla para Hasam II que vive practicámente encerrado en sus palcios de Rabat y Fez.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.