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TENIS | OPEN DE AUSTRALIA
Columna
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Kyrgios y Landaluce, lo distinto y lo que viene

Aunque no comparto cosas de su manera de actuar, el australiano es diferente, y veo a Martín peleando con los mejores del mundo muy pronto

Kyrgios
Kyrgios, durante el partido contra Fearnley.Francis Mascarenhas (REUTERS)
Toni Nadal

El domingo empezó el primer Gran Slam del año, el Open de Australia, el magnífico evento que acoge con esmero a todos los tenistas y con el que se da el pistoletazo de salida real de la nueva temporada. Como viene siendo habitual en estos últimos años, la máxima atención de los aficionados españoles recaerá sobre nuestro número uno, Carlos Alcaraz. Todos prevemos la intensa y dura lucha por ocupar la primera plaza mundial que, con toda seguridad, seguirá manteniendo con su máximo rival, el italiano Jannik Sinner. Pero antes de ponerme a escribir sobre Carlos y los cambios que ha realizado para perseguir el liderazgo, quiero dedicar unas líneas a otros dos jugadores que esta temporada, con toda probabilidad, también recibirán la atención de los aficionados: Nick Kyrgios, a nivel mundial y Martin Landaluce, sobre todo, a nivel español.

La vuelta a la competición del poco ortodoxo tenista australiano, y a pesar de que su estreno no ha sido del todo esperanzador —ya ha caído a las primeras de cambio, ante el inglés Jacob Fearnley—, será uno de los grandes alicientes de este nuevo curso. Una de las incógnitas, que se desvelará en los próximos meses, será si estos dos últimos años de inactividad van a afectar decisivamente a su juego o si, por el contrario, conseguirá meterse otra vez entre los mejores del planeta y luchar por los grandes títulos. Es verdad que hay cosas en su manera de actuar tanto dentro como fuera de la pista que no comparto y que creo que no son nada edificantes para los jóvenes, pero también lo es que él es un atractivo necesario para nuestro deporte.

El jugador de Canberra es diferente. Tiene una manera de concebir el tenis diametralmente opuesta a la del resto de sus contrincantes. Esto lo ha convertido en uno de los jugadores más interesantes y que más seguidores atrae del circuito. En un mundo concebido y regido por las estadísticas, en el que la inmensa mayoría de los contendientes busca la seguridad que dan los datos y prácticamente todos siguen, de principio a fin, un plan previamente establecido y largamente estudiado, sorprende que haya alguien capaz de jugar constantemente de manera desorganizada.

Su imprevisibilidad, su ingenio y su gran talento pueden apabullar y poner contra las cuerdas a cualquier jugador que se enfrenta a un juego que no se deja acotar por ningún plan que vaya más allá de la emoción o sensación que el australiano vive en cada momento. Combina, además, y como si de una broma se tratara, golpes potentísimos y de gran dificultad con otros que parecen realizados por un jugador amateur. Siempre he admirado ver cómo los ejecutaba y comprobar que sus rivales, presos de la montaña rusa que tenían enfrente, eran incapaces de sacar provecho de ellos. Estaremos, pues, atentos al suspense y dispuestos a concederle un cierto tiempo de adaptación para salir de las dudas que acompañan siempre a su persona.

Martín Landaluce, ante James McCabe.
Martín Landaluce, ante James McCabe.LUKAS COCH (EFE)

Merecida mención aparte se merece Martín Landaluce, el joven de 19 años recién cumplidos que consiguió por primera vez en su carrera superar holgadamente la fase previa y disputar su primer Grand Slam. Aunque en esta ronda inicial no tuvo suerte y cayó eliminado ante el jugador local James McCabe, estoy convencido de que este año dejará de ser una de las grandes promesas del tenis español para pasar a convertirse en una firme y eficaz realidad. El madrileño tiene muchos de los ingredientes necesarios para aspirar a ocupar una de las primeras plazas mundiales y convertirse en el complemento necesario para Carlos Alcaraz en la Copa Davis, y juntos conformar uno de los mejores equipos del mundo.

Martín es muy completo, con un magnífico servicio y capaz de desplegar un gran tenis desde el fondo de la pista. Pero, sobre todo, es un buen competidor, un tenista que atesora la ambición y la capacidad de trabajo que se requiere para estar allí arriba. Tal vez fruto de su envergadura y de su juventud, sus desplazamientos sean su talón de Aquiles, pero no me cabe duda de que con el tiempo ira subsanándolo. Creo que en los próximos años lo veremos no solo hacer frente a los mejores jugadores del mundo, sino convertirse muy pronto él mismo en uno de ellos.

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