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TENIS | WIMBLEDON
Columna
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El desorden es la baza de Kyrgios

La mejor solución para el australiano es, a mi entender, acogerse una vez más a su elemento sorpresivo. De lo contrario, va a caer en la telaraña de Djokovic

Nick Kyrgios
Nick Kyrgios, durante un entrenamiento en las instalaciones de Wimbledon.MATTHEW CHILDS (REUTERS)
Toni Nadal

La final de Wimbledon que vamos a ver entre Novak Djokovic y Nick Kyrgios será apasionante. O no. En realidad, esta rápida suposición responde a la calidad de los dos jugadores, pero la imprevisibilidad del australiano invita más bien a la duda. Lo que sí sabemos con certeza es que el serbio no va a fallar, que luchará hasta la última bola como está acostumbrado a hacer y que va a mantenerse firme ante un indescifrable rival que se enfrenta a su primera final en un Grand Slam.

Es cierto que el nivel que ha exhibido en estas dos semanas previas no ha sido tan contundente como el de otros años. Lo hemos visto algo más errático de lo normal en algunas fases y el paso de los años también se le está notando. Pero también lo es, hay que advertirlo, que cuando las cosas se le han complicado ha reaccionado como en él es habitual. Es el defensor del título, uno de los mejores jugadores de la historia y para mí, como supongo que para muchos, el claro favorito.

No tengo nada claro, sin embargo, qué versión veremos del australiano, tan complicado como es deducir qué le pasa por la cabeza. La aparente insensatez, que le lleva a desperdiciar no pocas oportunidades de victoria, entiendo que es una incontrolable intranquilidad ante la dificultad. Creo que él no tiene la costumbre de contenerse en los puntos decisivos, y esa falta de hábito puede ser hoy su mayor problema. Resulta difícil imaginar que en su primera ocasión para anotarse uno de los trofeos más prestigiosos logre administrar ese nerviosismo que le ha impedido ganar más torneos. El aspecto más negativo de su juego, su mayor hándicap para alcanzar hitos más elevados es, con pocas dudas, su cabeza y la falta de control de sus emociones.

Lleva un tiempo, además, en que no logra mantener la continuidad. Es capaz de ejecutar puntos y juegos magistrales para, a continuación, descentrarse de manera totalmente incoherente y perjudicial para sí mismo. Kyrgios tiene la calidad para ganarle a Djokovic, creo que lo sabemos todos los que estamos vinculados a este deporte, y buena prueba de ello es el resultado de sus dos duelos previos: dos a cero favorables a él. Es cierto, también, que ambos partidos fueron en 2017, que ninguno de ellos era una final y que en aquel momento el australiano era más peligroso que en la actualidad para los grandes jugadores.

Yo supongo que saldrá con la idea clara de no dejar que Novak lleve el peso del partido, de cortarle el ritmo y de hacer un juego agresivo y variado para desbaratar la consistencia del hexacampeón de Wimbledon.

Uno podría pensar que ante una final tan importante, debería hacer gala, por una vez, de seriedad. Pero me temo que no le quedará más remedio que hacer un juego que para nada lo parezca. La mejor solución es, a mi entender, acogerse una vez más a su usual desorden, a buscar el elemento sorpresivo, a impedir el juego más ortodoxo de Djokovic. De lo contrario, va a caer en su envolvente telaraña y a quedar irremediablemente sometido a su control. Yo confío en que hoy sea capaz de ofrecernos su mejor versión y que el partido sea tan apasionante como, en principio, he adelantado.

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