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Daniele De Rossi enloquece a Boca

El jugador italiano viaja a Buenos Aires para jugar una temporada con el club xeneise

Periodistas y fanáticos rodean a Daniele De Rossi en el aeropurerto de Ezeiza, en Buenos Aires.
Periodistas y fanáticos rodean a Daniele De Rossi en el aeropurerto de Ezeiza, en Buenos Aires.Telam

Verano europeo de 2009. A sus 28 años, Nicolás Burdisso entra por primera vez a Trigoria, el centro deportivo de la Roma. En el vestuario lo recibe Francesco Totti, jefe indiscutible del club de la capital italiana. Aunque quien le abre los brazos con indisimulable cordialidad es el ladero del adorado Capitano. A punto de cumplir los 26 pero ya con ocho temporadas en el primer equipo y un título de campeón del mundo en su vitrina personal, Daniele De Rossi lleva recorrido varios kilómetros de su particular ruta para convertirse en leyenda romanista. Su cordialidad no es gratuita. Después de las presentaciones, el hombre de aspecto vikingo y fama de duro comienza a ametrallarlo a preguntas sobre Boca y la Bombonera. Es el puntapié inicial de una relación amistosa que perduraría en el tiempo.

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“Me hice hincha viendo por televisión a Maradona. Me atrapó la pasión de la gente, el estadio…”, explicaría muchos años más tarde, cuando ya había completado un curso completo de conocimientos boquenses a través de Fernando Gago, Diego Perotti o Leandro Paredes, sucesivos compañeros que conocían en primera persona la experiencia de sentir el aliento de la hinchada xeneise, el jugador número 12.

Mayo de 2019. La Roma le comunica a De Rossi que no le renovará el contrato. Se acaban 18 años de fidelidad absoluta. Burdisso, que había dejado el fútbol una temporada antes, hace seis meses que ejerce el cargo de manager de Boca. Levanta el teléfono para saludar a su viejo amigo. Charlan. Entreabren una puerta…

El punto y seguido de la historia es pura actualidad. De Rossi aterrizó a las 6.30 del jueves en el aeropuerto de Buenos Aires junto a su mujer para darse el gusto de su vida: jugar y retirarse en Boca. Su arribo provocó el primer estallido de una presencia que promete revolucionar el alicaído fútbol de la Superliga argentina. Un centenar de hinchas desafiaron el frío y la hora para recibirlo con su flamante canto de guerra: “Miren, miren qué locura // Miren, miren qué emoción // Este es el famoso tano (italiano, en la jerga porteña) que viene a la Boca para ser campeón”.

La novela, por supuesto, tuvo varios capítulos intermedios y le quedan por escribir varios más. De Rossi, que nunca desmintió su predisposición por instalarse en el profundo Sur, mencionó también la posibilidad de irse a la MLS de EEUU, jugar en la Fiorentina e incluso optar por el retiro. ¿Por qué acaba recalando a orillas del Riachuelo de Buenos Aires, el barrio edificado por inmigrantes mayoritariamente genoveses a principios del siglo XX? La decisión levanta tanta expectación como conjeturas.

Una estrella del calcio en Buenos Aires

Habituado a ver cómo las figuras propias se marchan jóvenes y, a lo sumo, regresan muchos años después, al hincha de fútbol le suena irreal que una primera figura del calcio recorra el camino inverso. Las opiniones sobre qué puede aportarle el volante romano al equipo que dirige Gustavo Alfaro ocupan todo el espectro de la divergencia.

En una acera, la indiscutible categoría de un hombre que disputó 616 partidos en la Roma y 117 con la selección italiana -tres Copas del Mundo y otras tantas Eurocopas incluidas-, atrapa a aquellos que sueñan con jerarquizar la Superliga que arranca este fin de semana. En la otra se sitúan, quienes ven antes una operación de marketing que una apuesta futbolística. Hacen hincapié en los 36 años y la situación de semiretiro del mediocampista que lleva su seña de identidad –un defensor barriendo el tobillo de un rival- tatuada en la piel, o en las dificultades de adaptación que suelen padecer los jugadores extranjeros que desembarcan en la Argentina.

Por ahora, la flamante estrella bostera se ha limitado a cumplir los compromisos formales sin decir nada desde su salida de Roma. Firmará su contrato por un año, con sendas ventanas de salida en diciembre y marzo, y hablará durante la presentación oficial. Desde ya, resulta prematuro saber cuándo vestirá por primera vez de manera oficial la camiseta xeneize número 16, o si lo hará antes en la liga o en la Copa Libertadores, si Boca accede a cuartos de final (ganó 0-1 como visitante al Atlético Paranaense en la ida de octavos el martes pasado).

Pero más allá de lo que ocurra, el significado de la presencia de un supercrack europeo en Sudamérica rompe los moldes. Las circunstancias que lo llevaron a cruzar el mundo la convierten, además, en una historia de cuento. Daniele De Rossi pudo irse a Estados Unidos, quedarse en Italia o dedicarse a descansar. Pero jugará en Boca. Le pudo más el corazón de hincha… y el paciente trabajo de convencimiento de su viejo amigo Burdisso.

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