Mueve peones, no drogas
El ajedrez da buenos resultados en el centro La Garrovilla, de Mérida, como rehabilitador de adictos
“Al ajedrez le debo todo lo que soy ahora”, dice Juan Francisco Calero, cuya vida está muy ligada a la Comunidad Terapéutica La Garrovilla, de Mérida (Badajoz). Hace años fue usuario porque era adicto a las drogas. Ahora es monitor de ajedrez, y aplica con los usuarios actuales el método que sirvió entonces para rehabilitarlo. Su autor, y ahora jefe de Calero, es el psicólogo Juan Antonio Montero, presidente del club Magic Extremadura, cuya labor en las aplicaciones sociales y terapéuticas del juego-ciencia durante diez años es una referencia mundial.
Personas que llegaron a La Garrovilla con sus facultades cognitivas seriamente dañadas por las drogas -en especial: atención, concentración, memoria, percepción y toma de decisiones-, resuelven hoy ejercicios de memorización de posiciones de ajedrez con grandes porcentajes de acierto. El autor de este artículo ya lo ha comprobado personalmente varias veces; la última, el pasado marzo, en compañía del fotógrafo Oliver Haupt, para realizar un reportaje de EL PAÍS SEMANAL sobre muchos aspectos del ajedrez en España. Tantos, que hubo que cortar una enorme cantidad de hechos interesantes, como los que se relatan en este artículo.
El proyecto del ajedrez en La Garrovilla empezó como un fracaso, del que nació el éxito actual. Hacia 2009, el médico especialista en adicciones Urbano Vázquez, entonces director del centro, escuchó en un programa de Radio Nacional que el ajedrez podía ser muy útil en diversas aplicaciones terapéuticas y sociales. A continuación, los dirigentes del club Magic añadieron la rehabilitación de adictos a las diversas ramas que ya estaban trabajando en Extremadura (retraso del envejecimiento cerebral, cárceles, trastornos mentales graves, síndrome Down, etc.), pero les esperaba una sorpresa negativa.
Jugar al ajedrez puede ser muy eficaz, como una droga benigna, en adictos leves o moderados, o incluso preventivo en niños. Algunas escenas de la idolatrada serie The Wire, que muchos catalogan entre las mejores de la historia, muestran a narcotraficantes jugando partidas en la calle, y sus inteligentes diálogos van por ahí. Sin embargo, Montero y sus compañeros del Magic descubrieron muy pronto que los usuarios con sus funciones cognitivas muy dañadas eran incapaces de jugar partidas; demasiado difícil para ellos. Lo que funcionaba muy bien con otros colectivos -por ejemplo, en los centros de mayores- no servía para La Garrovilla.
Había que volver a empezar. Tras algunas tormentas de ideas, Montero diseñó un programa específico de estimulación y rehabilitación cognitiva a través del ajedrez. Ya no se trata de jugar partidas, sino de algo muy distinto. Por ejemplo, se divide el tablero en cuatro cuadrantes, y se ubica un número determinado de piezas -según el grado de dificultad que quiera aplicarse- en cada uno de ellos, en un tablero mural, y los usuarios tienen unos minutos para memorizarlas todas, pero poco a poco, de cuadrante en cuadrante, hasta que -meses después- sean capaces de recordar las de todo el tablero con muy pocos errores, o ninguno.
El director Vázquez fue el primer sorprendido: “Me quedé estupefacto. Lo que en principio habíamos pensado como una ocupación útil del tiempo libre se convirtió en una herramienta terapéutica eficaz para recuperar las funciones cognitivas”. Su sucesora al frente de La Garrovilla, Carmen Quesada, coincide en esa opinión: “Obviamente, la mejora de los adictos empieza a través de la ciencia, pero si añadimos programas de estimulación y rehabilitación cognitiva, la mejoría, en general, es mayor”. Ello no quiere decir que automáticamente vaya a bajar el nivel de reincidencia: “Es alto, por desgracia, con y sin ajedrez, y ahí no debemos engañarnos, porque en ese índice influyen factores totalmente externos, como el entorno del adicto, las facilidades y recursos que se le den para reintegrarse en una vida sin drogas cuando salga de nuestra comunidad terapéutica, etcétera. Ahora bien, sí podemos decir que, con un entorno favorable, el ajedrez puede ser muy útil en la recuperación porque lo aprendido a través de él es transferible a las situaciones de la vida real”.
El ejemplo más evidente de cuán acertada es tal opinión se ve en Calero, cuya transformación está documentada, y que incluso dio una exhibición de partidas simultáneas hace unos años en el Parlamento de Extremadura. Cuando era adicto y usuario de La Garrovilla, escribió un artículo en el número 6 (año 2014) de la revista Ajedrez Social y Terapéutico.He aquí un extracto: “Desde que comenzamos, he notado en mí mismo una mayor facilidad para concentrarme, una memoria más ágil, mejor planificación, menor impulsividad (…), mediante una serie de ejercicios bien estructurados, de repetición constante -dependiendo siempre de la función cerebral que con cada uno se pretenda rehabilitar- y una dificultad creciente (…), con logros a corto y medio plazo para conseguir una mayor motivación (…). Todas las sensaciones que aprecio en mí mismo se pueden trasladar completamente a los integrantes del grupo”. Calero llevaba solo dos meses y medio de terapia en ese momento, y ya se había matriculado también en el curso de monitor de ajedrez.
Solo dos años después, en el número 16 (2016) de la misma revista, Calero firma otro artículo, en el que explica de manera minuciosa su trabajo como monitor con discapacitados intelectuales, personas mayores y, por supuesto, los usuarios de la Garrovilla, donde se ha hecho acreedor de una gran admiración colectiva. Su jefe, Montero, lo califica como “un monitor excelente, y la prueba más palpable de que nuestro método funciona”.
Montero describe así las clases de Calero en La Garrovilla: “Impresionan. Concentración absoluta, silencio sepulcral cuando se intenta memorizar lo que ha puesto el monitor en el tablero mural… es la lucha por recuperar la finura mental que tenían antes de entrar en el mundo de la droga. Y en estos talleres ellos se convencen a sí mismos de que a través de este ajedrez pueden conseguirlo en gran medida”.
La Garrovilla no es el único lugar conocido donde el ajedrez funciona bien como terapia en adicciones. Desde que la Federación de Ajedrez de EEUU lanzó el lema Push pawns, no drugs (mueve peones, no drogas) en 1990,hay buenos resultados documentados en el País Vasco y en Sao Paulo, entre otros, además del peculiar caso de Marottichal, un pueblo del estado indio de Kerala que cambió su afición al alcohol por el ajedrez. Pero no hay constancia de un método tan avanzado y contrastado como el de Montero, que se puede estudiar en un curso por Internet específico (además de otros sobre distintas aplicaciones sociales y terapéuticas del ajedrez) que imparte el club Magic. Tampoco es Calero el único caso de adicto convertido en monitor, pero sí el más expresivo: “El ajedrez es ahora para mí como una droga benigna. Y no tengo la más mínima intención de jubilarme como monitor”.
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