Messi da vida al Barça en Eindhoven
La actuación del argentino, autor de un gol decisivo, salva al equipo azulgrana, que concede hasta 24 remates a un agresivo pero estéril PSV
El himno del Barça suena en Europa porque toca Messi. No quedará más rastro del paso azulgrana por Eindhoven que el gol del 10. La jugada y el tiro del rosarino hipnotizaron hasta al guardameta Zoet. El PSV solo encontró la red con 0-2. Antes la madera devolvió hasta tres remates del equipo de Van Bommel. Únicamente el marcador le dio la razón al Barcelona, torpe en el juego, reiterativo en la pérdida y las concesiones defensivas, solo redimido por su capitán Messi.
Aburre y se aburre el Barça, mustio en noviembre, como si hubiera encogido con la lluvia, pesaroso en la Liga y en la Champions. Ha perdido el hilo, quizá por el agua o puede que por el frío, y juega lesionado, contagiado el equipo por las dolencias de sus futbolistas, el último Umtiti. Incluso Ter Stegen tiembla con los pies después de sacar muy bien las manos, hasta que fue abatido por el perseverante De Jong.
El PSV acostumbraba a comenzar muy bien los partidos para acabarlos mal en la Champions. Juega siempre con los mismos futbolistas y tiene por tanto un equipo muy conjuntado y también rápido, débil en defensa y fuerte en ataque, sobre todo por la velocidad de Lozano y Bergwijn. Van Bommel potenció todavía más las transiciones de sus dos delanteros porque retrasó un poco a su ariete, el rematador De Jong.
A los tres minutos, Ter Stegen ya había intervenido dos veces con mérito ante la pasividad de sus compañeros, extraviados, sin línea de pase ni finura, desconectado Messi, quien en ausencia de Luis Suárez se situó como falso 9, escoltado por Dembélé y Coutinho. No entraba en juego el rosarino, fallaban en la entrega Busquets y Rakitic y los holandeses no paraban de enfocar al marco del Barcelona.
No había más azulgrana que Dembélé cuando Gastón Pereiro remató al palo izquierdo de Ter Stegen. El Barça no tenía el control del juego, falto de volantes de toque, entregado al físico de Rakitic y Vidal, escondido Coutinho mientras Aleñá miraba el partido desde el banquillo y Riqui Puig se refugiaba en la grada del PSV Stadion. Valverde, un técnico de club, siempre fue respetuoso con las jerarquías del vestuario, también en Eindhoven.
No había en la cancha un futbolista que armara el juego, juntara al equipo, marcara el ritmo, expuesto el Barcelona a los disparos de Pereiro. Todo le quedaba muy lejos al Barça: el compañero, el balón, el partido y el PSV. No había posición, ni posesión y menos presión en la improvisada formación de Valverde, indultada por los holandeses, sin puntería ni suerte, superiores al Barcelona.
Nadie daba con Messi. Hasta que los azulgrana encontraron respiro en el córner a la derecha de Zoet. Un par de saques de esquina y dos tiros que los holandeses sacaron debajo de los palos rehabilitaron a los azulgrana y al 10. El rosarino encontró a Alba y empezó a acelerar y a chutar a la portería del PSV. Los dos equipos intercambiaron llegadas al área hasta el descanso y la madera devolvió dos remates seguidos de De Jong y Dumfries.
El correcalles continuó en la reanudación, como si los dos equipos hubieran decidido resolver el litigio a la carrera, ambos confiados a sus delanteros ante la falta de medios y defensas, solo sostenidos por sus irregulares porteros, especialmente Ter Stegen. Sin ninguna autoridad, el partido se convirtió en una lotería cuando compareció Messi. El 10 se apoyó en Dembélé y eliminó hasta cinco rivales antes de chutar al palo del portero Zoet. El guardameta quedó paralizado por la jugada del 10. Aunque el paisaje invitaba al sosiego barcelonista, a tomar y descansar con la bola, el equipo no se serenó ni siquiera con un segundo gol, materializado por Piqué a la salida de una falta botada por Messi.
Errático y confuso, sin mando y sin pelota, muy vulnerable, el plantel de Valverde se resguardó en Ter Stegen. El portero contó hasta 24 remates del PSV, ocho a portería, señal inequívoca de cómo fue el partido y de la mala actuación del Barcelona, invicto en cualquier caso en la presente Champions, ya clasificado como primeros de un grupo después de unos buenos partidos contra el Inter y el Tottenham. Aquellas actuaciones, sin embargo, han quedado en el olvido después del encuentro de Eindhoven. Al Barça le cuesta tanto jugar al fútbol que solo es reconocible cuando tiene la pelota Messi.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.