Muere Udo Kier, actor de más de 200 películas de culto, amigo de Andy Warhol y especialista en villanos y vampiros

El actor alemán Udo Kier ha fallecido este domingo a los 81 años, según ha confirmado su pareja, Delbert McBride, y ha adelantado la revista estadounidense Variety. Amigo de Andy Warhol (al que conoció tras sentarse por coincidencia en un avión al lado de Paul Morrissey, el director de The Factory), David Hockney o Keith Haring, participó en más de 275 títulos, casi siempre en personajes secundarios. Paul Morrissey, Dario Argento, Gus van Sant, Lars von Trier y, por supuesto, Rainer Werner Fassbinder (con quien colaboró en tres filmes y la serie Berlin Alexanderplatz) fueron sus maestros y Kier, su actor fetiche.

Kier era uno de los primeros nombres que surgían cuando se buscaba un intérprete magnético, de mirada azul turbadora, para dar vida a cualquier villano, en especial nazis y vampiros. Su carrera no se limitó al cine, ya que además actuó en televisión, en vídeos musicales e incluso puso su voz en videojuegos. “Me gustan las películas de terror. Si haces papeles pequeños, es mejor ser malvado y asustar al público que ser el tipo que trabaja en una oficina postal y vuelve a casa con su mujer y sus hijos. Te recuerdan más”, decía en sus memorias, que arrancaba con las palabras “excéntrico como persona y en sus personajes”.

En 2021 firmó su primer papel protagonista con Todd Stephens, que contó con él en Swan Song: interpretaba a un pintoresco peluquero al que sacan de su retiro en una residencia de ancianos para que devuelva a sus años de gloria a una antigua clienta que acaba de fallecer. Y por eso, dijo durante aquella promoción a EL PAÍS: “A partir de ahora, solo protagónicos. Nada de vampiros. Quizás interpretar a William Burroughs, con su sombrero y sus gafas, hablando delante de su casa de las gambas que pescó en el lago”, porque así le había conocido.

Nació en Colonia, hijo de madre soltera y única superviviente (junto con su hijo recién nacido) de un bombardeo aliado que acabó con las paredes de la sala de maternidad en la que acababa de dar a luz. Fue vegetariano forzoso —“porque mi madre solo podía darme sopas, sopas y sopas”, recordaba en las entrevistas—. Así hasta los 17 años, cuando se fue a Inglaterra. “No porque quisiera ser actor. Lo que quería era trabajar en una compañía tipo Bayer y viajar por el mundo”, contó en EL PAÍS.

Ahí le convencieron para dedicarse a la interpretación, “cuando los periódicos hablaban de la nueva ola del cine”, y le gustó la atención. También por entonces conoció a un joven Fassbinder, de 15 años, en un bar de camioneros, y su amistad se convirtió en colaboración y camaradería. “Soy un hombre afortunado. Todos los directores me han encontrado. Nunca le pedí trabajo a nadie porque imagínate si le digo a David Lynch: ‘Me gustaría trabajar contigo’. Seguro que me responde: ‘¿Y quién no?”.

Kier no recordaba los guiones de las películas que hacía, pero sí los momentos que le llevaron a aceptarlos. Por ejemplo, de cuando Van Sant, al que conoció en el festival de Berlín, le ofreció trabajar en Mi Idaho privado. “Pensé que los directores deben de sentirse muy solos en los festivales y por eso ofrecen papeles”, contaba a este diario en la entrevista antes mencionada de 2021. Con Morrissey, tras el viaje juntos, hizo de Drácula en Sangre para Drácula y del barón Frankenstein en Carne para Frankenstein. De John Carpenter recordaba la leche que estaba poniendo en su café, en Musso & Frank, cuando le ofreció para Cigarette Burns (El fin del mundo en 35mm).

La relación con Von Trier también se fraguó en un festival, pero en este caso fue Kier quien inició la búsqueda. Acababa de ver El elemento del crimen y decidió que tenía que conocerle. Trabajaron durante más de 30 años juntos y fue padrino de su hija mayor. “Esperaba alguien como Kubrick o Fassbinder, bien vestido pero gruñón, y me encontré con un estudiante con el que me fui de cervezas”. Así han seguido trabajando más de 30 años. De Von Trier aprendió su máxima en la interpretación. “Nos lo dijo a todos, a Lauren Bacall, a Ben Gazzara, a James Caan, a Nicole Kidman: ‘No actuéis’. Y no sabes lo difícil que es no actuar cuando estás actuando”. Sobre todos aquellos años, en sus memorias dice: “De mi carrera, 100 películas son malas, cincuenta se pueden ver con una copa de vino y otras cincuenta sí son buenas”. Porque trabajó mucho en Hollywood: Armageddon, Ace Ventura, Johnny Mnemonic, Blade...

En su casa de Palm Springs, una antigua biblioteca modernista construida en 1965, albergaba un extenso museo de arte moderno. Allí vivía rodeado del arte que incluía obras de Matisse, Giacometti, Jeff Koons o Robert Mapplethorpe: “Como actor, siempre envidio a los artistas plásticos”.

Este año, Kier actuó en El agente secreto, la película, aún pendiente de estreno en España, de Kleber Mendonça Filho, con quien ya había colaborado en Bacurau, y que llevó al alemán, por última vez, a Cannes. Y aparecerá en OD, el videojuego de terror de Hideo Kojima y Jordan Peele.