‘One Hand Don’t Clap’: viaje a las raíces de la música calipso
La restauración en 4K de este documental de 1988 rescata la historia de los músicos Lord Kitchener y Calypso Rose, figuras de este género musical nacido en Trinidad y Tobago

Tras ver el documental One Hand Don’t Clap se entiende mejor por qué un tipo tan socarrón como Robert Mitchum encontró en la música calipso su particular capricho de estrella. El actor estaba rodando con John Huston en Trinidad y Tobago el drama bélico romántico Solo Dios lo sabe (1957) cuando descubrió en ese rincón del Caribe un género cuyos ritmos suaves y bailables, con letras burlonas y alegres pero pegadas a una realidad difícil, parecían una extensión de su propio carácter. En 1957, a la estela del éxito de Harry Belafonte, Mitchum publicaba Calypso—Is Like So…, una rareza que no pasó a la historia, aunque esa no era la clase de cosa que le importara demasiado a Mitchum.
One Hand Don’t Clap no habla de este sucedáneo made in Hollywood sino de su reverso, los auténticos artistas que quedaron enterrados bajo el empuje del colonialismo musical cuando en los años cincuenta llegó la moda del calipso a Estados Unidos. La Academy Film Archive y la Women’s Film Preservation Fund están a cargo de la restauración en 4K de este documental de la documentalista de origen indio Kavery Kaul. Rodado a finales de los años ochenta, Kaul centró su trabajo en dos figuras: Lord Kitchener, uno de los principales referentes del género, que viajó en los años cuarenta a Londres con su ritmo bajo el brazo, y Calypso Rose, una de las primeras intérpretes femeninas aceptadas por los calipsonianos. Como recuerda Lord Kitchener, el inglés con el que cantaba Harry Belafonte no era el de los verdaderos cantantes de calipso, pero a él se le entendía y a ellos no.
Kavery Kaul rodó en las calles de Puerto España un documental pachanguero y festivo, lleno de colores vivos, que tiene su mejor baza en sus testimonios; historias de primera mano sobre cómo se desarrolló esa música, desde sus bases folclóricas y populares hasta sus nuevas vertientes comerciales.

Lord Kitchener se remonta a su infancia, cuando escuchaba a su padre herrero golpear la fragua con un ritmo que remite a las raíces africanas del calipso. Es uno de esos personajes que llenan la pantalla, como cuando explica sin andarse por las ramas por qué llegado un momento se vendió a la moda de la más bailable soca: la vida sigue y hay que comer. Minutos antes, en uno de los mejores momentos de la película, su viejo compañero de andanzas, Lord Pretender, le reprocha que ya nadie canta el calipso auténtico, mucho más enfocado en el cuidado de las letras y sus rimas y menos en el lado instrumental. Lo increíble es que mantienen ese diálogo sobre cómo ser un calipsonian improvisando una canción.
El documental se rodó durante el Carnaval de Trinidad y Tobago y el concurso Monarca Calipso del Año. Los números de soca se hacen largos. La presencia de Calypso Rose no tiene la fuerza de Kitchener, pero la perspectiva de género de Kavery Kaul es clara: se trata de una pionera en un género dominado por hombres y con ella entran en juego otro tipo de letras. Historias de maltrato y abandono que contadas a ritmo de calipso invitan a curar el dolor bailando.
One Hand Don't Clap
Dirección: Kavery Kaul.
Género: documental. Estados Unidos, 1988.
Duración: 92 minutos.
Estreno: 19 de septiembre.
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