Robe: retrato íntimo del poeta de lo marginal que se transformó en filósofo del alma
Gente que pasó mucho tiempo con el músico, que falleció esta semana, comparte con EL PAÍS cómo era el artista en las distancias cortas y cómo imprimió un vuelo humanista a sus textos en los últimos años


La última vez que Alén Ayerdi habló con Robe fue el martes pasado, el mismo día que al artista extremeño le dejó de latir el corazón. El manager del músico lo cuenta a este periódico con la pena agarrada a la garganta. Sobre lo que trató la conversación, pertenece solo a ellos. Al resto nos queda un cancionero como pocos en la música español.
En la portada del que será el último disco de la carrera de Robe Iniesta, Se nos lleva el aire (diciembre de 2023), el protagonista no aparece; sin embargo, está muy presente. El cuerpo de Robe ha desaparecido y solo queda una estela de sus ropas: su famosa falda larga de los conciertos, un pañuelo, las botas… Los integrantes de su banda intentan amarrarlo a tierra. Alzan los brazos para retener a su líder, pero este ya se ha marchado, volando. Solo quedan sus prendas. “Necesito que vengas tú para sujetarme, necesito que vengas, que se me lleva el aire”, suplica Robe en la canción que abre el disco, El hombre pájaro, una letra y una portada que no pueden ser más descriptivas de lo que sucedió la madrugada del miércoles pasado. Roberto Iniesta (Plasencia, 1962) murió esta semana a la edad de 63 años. Los últimos meses su salud había empeorado. La familia quiso que no se conociera la gravedad de la situación y el anuncio de su fallecimiento fue como una sacudida en todo el país. Ha sido una semana para llorar a Robe y para reivindicar su poesía y su música, con miles de mensajes y sus canciones liderando las listas de las más escuchadas en las plataformas digitales. Siete canciones suyas se han colocado en el top 10 de España en Spotify. El número uno, La vereda de la puerta de atrás.
Robe trató el tema de la muerte en su repertorio. Lo podía contar a las bravas: “Que me entierren con la picha por fuera para que se la coma un ratón” (La vereda de la puerta de atrás); o con vuelo poético: “Harto de esperar a que viniera a verme a cualquier hora, sí, la suerte. / Me quedé esperando a que viniera a verme a cualquier hora, sí, la muerte” (Destrozares). Mucho le cantó también a la pérdida romántica, otra suerte de muerte: “Si te vas me quedo en esta calle sin salida” (Si te vas…). Y hablaba del infierno, pero casi siempre como un espacio de visita con perspectiva de salida rápida: “He llorado tanto y he llorado tan adentro. / He llorado tanto, tanto, que he apagado hasta el infierno” (La canción más triste). La evolución de Robe como letrista resulta vertiginosa: en su primera etapa compatibilizó el retrato de personajes marginales utilizando jerga barriobajera con apasionados tratados de resistencia; más tarde, transformó su escritura en penetrantes y bellas reflexiones sobre el sentido del obrar humano y el fin último que él se aplicaba: ser consciente del momento en que se vive y sentirlo, darse cuenta del sitio en el que uno está y con quien está.

La poeta catalana Noemí Trujillo superó una depresión en parte gracias a escuchar sin descanso La ley innata, el álbum de Extremoduro de 2008 donde Robe se entrega a tumba abierta a la filosofía. Antes ya ofreció pinceladas, pero la inmersión llegó con este trabajo dividido en movimientos. “Ese disco me salvó la vida”, señala para este reportaje Trujillo, que utilizó unos versos de aquel trabajo (“la vida es roja si te vas…”) para un poemario suyo. Una vez editado, se lo hizo llegar al cantante a través de su representante. No esperaba respuesta, pero la obtuvo por partida doble: primero, Robe le envió de vuelta un mensaje de agradecimiento y luego le dedicó una canción en un concierto. “Para Noemí, poeta”, dijo antes de interpretar Primer movimiento: El sueño. “Siempre he sido frágil y por ese motivo he escuchado mucho las canciones de Robe. Las primeras, cargadas de rabia, me parecían un grito contra el mundo. También ha cantado mucho al amor, tema preferido de todos los poetas. La ley innata es ese viaje del caos al orden de alguien que no termina de encajar en el mundo que conoce. Robe era el poeta de los excesos, pero también aquel que cantó sus conflictos interiores como nadie”.

Todos los que participan en este reportaje conocieron de cerca al músico extremeño y hablan desde el choque que les produjo despertarse el miércoles con la trágica noticia.
El escritor, músico y poeta Kike Babas, que acaba de publicar Joaquín Sabina: pasión y vida, conoció de cerca al primer Robe, cuando llenar pabellones entraba dentro de la quimera. Babas tenía 19 años en su primer recital de Extremoduro. En San Sebastián de los Reyes (Madrid), en 1989. Asistentes: 22 personas. “Fue el mejor concierto de mi vida junto con uno de Neil Young con Crazy Horse. Hicieron seis temas, se metieron en el camerino, volvieron a salir, bastante colocados, y tocaron los mismos seis temas, con una versión de Jesucristo García de 20 minutos. Demoledor”, cuenta Babas, que describe una escena ya terminado el citado concierto que aporta pistas sobre las intenciones del extremeño: “Robe estaba sentado en la puerta del garito, abatido, con las manos en la cabeza y diciendo: ‘Qué mierda, esto no puede ser, no podemos hacer un concierto para tan poca gente, de esta no salimos’. Le dolió mucho, porque sabía que tenía un material musical muy bueno y quería llegar a cuanta más gente mejor”.

Kike Babas se integró en la tribu de Robe durante los noventa. “Era un jefazo, en el sentido más positivo. No me dejaba pagar jamás. Entraba en su camerino y me decía: ‘Pilla lo que quieras’. Cuando íbamos a comer, se sentaba presidiendo la mesa e invitaba a todo el equipo y a todo el que pasaba por ahí”. Aquellos años se conocen en la carrera de Extremoduro como la etapa del caos. Robe llevaba siempre un bolígrafo, para apuntar ideas que se le ocurrían en plena efervescencia festiva o frases ingeniosas escuchadas a las tres de la mañana en un bar. “Aunque pudiéramos ir de lado a lado por el efecto de las sustancias y el alcohol, Robe tenía la antena permanentemente puesta, incluso en el desorden más salvaje él estaba iluminado”, indica Babas.
El fichaje de Extremoduro por Dro para el tercer álbum, Deltoya (1992), cambió la trayectoria del grupo. Costó unos años, pero sobre todo con Agila (1996) la discográfica consiguió normalizar a Extremoduro en los medios, que mostraban sus recelos al considerarlo un grupo “demasiado peligroso”. José Antonio Gómez fue el hombre que los fichó para Dro (luego Warner). “Sus letras aunaban buen nivel lírico y una mordiente que no la tenía nadie. Leño nunca se hubieran permitido esos exabruptos y esas barbaridades. Lo que quería Robe era asustar a los burgueses y a los pijos. Era como decir: no quiero ser como tú y lo mío no lo puedes ni soportar’. Era rompedor”, explica Gómez. Después de una fase de complicidad, Gómez admite que no resultó fácil encajar el método de trabajo de una discográfica importante con la actitud indómita de Robe. “Venía baqueteado. Le habían echado de casa, de su ciudad… Desconfiaba de todo el mundo. Cuando ya alcanzó su cénit con So payaso no quería saber nada de los medios. Le convencíamos después de mucho insistir. Nos amenazaba con cortarnos la cabeza si salía algo, en las pocas entrevistas que daba, que no le gustara. Y cuando salía bien te lo agradecía de aquella manera, sin darte las gracias”.

El batería José Ignacio Cantera acompañó al extremeño de 1996 a 2020. Cantera se ríe al recordar cuando Robe les planteó “una de sus ideas”, la de dividir al público de las primeras filas: a la derecha la zona marchosa, para bailar y hacer pogos, y a la izquierda la gente más tranquila. “Era una ida de olla condenada al fracaso. Le dijimos: ya verás cuando salgamos, seguro que está todo el mundo a su bola. Pero no, nos ponemos a tocar y el público ordenadito. Robe era de esas ideas tan locas que luego salían bien”. Y prosigue: “Además de un currante, era muy divertido. Te descojonabas con él. También testarudo, y como yo soy otro cabezota a veces chocábamos. Él era la parte visceral de Extremoduro e Iñaki Uoho el método. Formaban un buen equipo”, señala.
La evolución de Extremoduro no se entiende sin la contribución de Iñaki Uoho Antón, que ordenó la vida a Robe, también musicalmente. Desde el disco Pedrá (1995) y hasta el final, cuando llegó la pandemia. Fueron familia, pero su relación se apagó en los últimos años. Iñaki habló con este periódico el mismo día del fallecimiento de Robe. Se encontraba en el hospital, recién operado de una cirugía que llevaba programada un tiempo. Como todos, estaba noqueado. Este texto escrito por él el pasado viernes para este reportaje resume sus sentimientos: “Me he quedado mudo. Esta semana operaron simultáneamente dos veces mi corazón: una, en el quirófano del hospital, y la otra, en el quirófano de la vida. Todo de golpe; tormenta inesperada. Y no sé decir lo que siento. Creo que ni siquiera quiero decir lo que siento y, quizá por eso mismo, no aprendo a decirlo. Necesito descansar. Vuela”.

El autor de Jesucristo García siempre construyó una tensa cerca alrededor de su vida fuera de la música. Hubo un tiempo en el que apenas concedía entrevistas. Últimamente se mostró más flexible, siempre que hubiera un disco o una gira que promocionar. Cuando una pregunta se salía de los márgenes musicales, decía: “¿Te has pasado ahora a la prensa rosa o qué?”. Se reía, carráspeaba y luego contestaba, eso sí, sin comprometerse mucho. Su espacio a compartir se circunscribía a la creación.
Con los años, el músico abandonó ciertos hábitos y minimizó sus escapadas nocturnas. Se apuntó a un curso de la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) de gramática y ortografía. En 2009 publicó una novela, El viaje íntimo de la locura, una original historia de liberación individual. Comenzó a leer desordenadamente, pero con intensidad: Cicerón, Epicuro, Pitágoras, Aristóteles, best sellers… También prestando atención a poetas poco conocidos, como Antonio Sánchez Zamarreño, del que seleccionó unos versos para introducir la canción Puntos suspensivos, de su último trabajo. El también poeta Kike Babas describe el viaje del extremeño: “En los últimos años utiliza lo marginal como un apoyo para defender la idea, pero no como leitmotiv, que es como funcionaba al principio. Creo que es simplemente una cuestión de lectura: cuanto más leído estás más puedes llegar a lugares profundos. Siempre fue un tío inquieto y con los años se fue culturizando. Terminó abrazando una poesía que va a los grandes conceptos de la humanidad. Lo que hizo Machado, Lorca o Miguel Hernández. Parten de la poesía para tratar las cuestiones del alma humana”.

Seguramente Alén Ayerdi es la persona con la que más ha convivido Robe en los últimos tiempos, sin contar a su pareja, Bibi Vázquez, y sus dos hijos, Nahún y Karín. Ayerdi ha sido su manager durante 12 años y editor de sus últimos trabajos en su discográfica, El Dromedario Records. Ayerdi asume que todo en el último Robe era filosofía: “En las distancias cortas era una persona a la que le gustaba trabajar en equipo. Aunque la última palabra la tenía él, era tan inteligente que valoraba la opinión del que pudiera aportar más. Recababa información de las personas que mejor le pudieran asesorar en cada cosa, y construía a partir de ahí. Se tomaba su tiempo y luego decidía. Él nos ha enseñado a pensar, y eso se llama filosofía, que también la aplicó a las canciones. Siempre fue provocador e impulsivo, pero su época en solitario tiene el ingrediente de no imponer cosas, de dejar ideas para que el oyente piense y saque conclusiones”.
Tras la disolución de Extremoduro el músico se emocionó con su nueva banda, integrada básicamente por músicos extremeños más jóvenes que él. Se le veía feliz con ellos. Llegó a decir: “Es más grupo de lo que hemos sido Extremoduro nunca”. Robe volvió a Plasencia (conservando la casa en Euskadi) para estar más cerca de los músicos. Uno de ellos es el cacereño Loren González, un vocalista de amplio registro que complementaba la voz al líder. “Escuchaba y tomaba nota. Me preguntaba: ‘Loren, cómo puedo llegar a esta nota…’. Se enfadaba si no calentábamos antes de un concierto. Teníamos los dos una rutina de 15 minutos antes de actuar que no se la saltaba nunca”, cuenta Loren. El grupo ensayaba en Plasencia de 17h. a 22.30 horas. Desde que comenzó su carrera en solitario Robe dijo que el lugar donde disfrutaba más era en el local, viendo crecer las canciones, mucho más que el directo. “Llegaba con la canción completa en letra y melodía. Nos la tocaba y, a partir de ahí, comenzábamos a construir. Le ofrecíamos ideas e íbamos añadiendo y descartando. Lo hacíamos juntos. Hablando con otros grupos me dicen que no era un método frecuente, que lo habitual es que llegue el líder y se haga lo que él disponga, sin sugerencias ni nada. Nosotros funcionábamos de otra manera”.

Loren solía enviar las canciones de su otro grupo, Bulo, a Robe, para que le diese su opinión. “Era muy gracioso. Te decía, por teléfono: ‘Quieres que te diga lo que quieres escuchar o lo que pienso realmente’. Entonces yo me sentaba y me ponía un café, porque iba a tener una charla larga. Te contaba lo que estaba bien y mal. Y luego te decía: ‘Pero bueno, tu verás, eh”.
Todos los que han dejado sus experiencias con Robe en este reportaje comenzaron la conversación encogidos, todavía tocados por la muerte del músico. Pero en algún momento de la charla se relajaron y rieron, recordando algún buen momento pasado. Hoy domingo, estarán todos en Plasencia recordando a aquel que cantó: “Y si fuera mi vida una escalera, me la he pasado entera buscando el siguiente escalón. / Convencido que estás en el tejado, esperando a ver si llego yo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Más información
Archivado En
Últimas noticias
El atentado contra una fiesta judía en Sídney, en imágenes
El Levante-Villarreal es aplazado por la alerta roja por las lluvias
El Govern recomienda usar mascarilla en el transporte público ante el auge de la gripe
Elecciones presidenciales de Chile 2025, en vivo | Abren las mesas y comienza la votación
Lo más visto
- Guardiola elimina la prohibición de que los jefes de servicio de la sanidad pública ejerzan en la privada y sube un 59% la derivación de pruebas
- Sin duchas ni camas adecuadas, y con obras en marcha: así estrenaron 30 niños extranjeros el centro de acogida de La Cantueña de Ayuso
- Los 50 mejores libros de 2025
- Rusia eleva la presión sobre la UE con una demanda para evitar que financie a Ucrania con sus activos congelados
- El jefe de la misión de rescate de María Corina Machado: “Fue una de las operaciones de mayor riesgo en las que he participado”






























































