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Muere Robe Iniesta, fundador de Extremoduro y figura central en la música española, a los 63 años

El artista extremeño, uno de los referentes del rock en español de las últimas décadas, tuvo que dejar los escenarios hace un año por problemas de salud

Carlos Marcos

Robe Iniesta ha muerto. Y lo ha hecho de forma tan inesperada que cuesta enfrentarse hoy a cualquier texto sobre él. Poco antes de las cuatro de la madrugada el manager del músico extremeño enviaba un texto a este periodista: “Nuestro Robe ha fallecido. Estamos rotos”. Todavía no se saben las causas del fallecimiento. Tenía 63 años. Hace un año el cantante suspendió de manera indefinida sus últimos conciertos en Madrid tras ser diagnosticado con un “tromboembolismo pulmonar”.

La última vez que Iniesta fue entrevistado en EL PAÍS, en mayo de 2024, cuando presentaba su imponente último disco, Se nos lleva el aire, la charla finalizó así:

P. Dígame si estos son los cálculos que maneja: después de esta gira de 2024 estará dos años desaparecido y luego 12 meses para componer. En la próxima gira, entonces, tendrá 66 o 67 años.

R. Uf. No sé si será esa edad, pero que en la próxima gira voy a tener muchos años, pues sí. Y, encima, algunos años de joven me cuentan como los años de perro [risas]. Así que en 2027 tendré ciento y pico años.

La trascendencia de Iniesta en la música española es gigantesca. Un caso poco habitual: alguien que viniendo del rock agreste fue conquistando terrenos hasta convertirse en un clásico respetado por todo el mundo. Sus letras, primero de exaltación marginal en la incipiente etapa con Extremoduro y después de una profunda carga filosófica, se encuentran entre lo mejor del rock español de todos los tiempos.

“Hoy despedimos al último gran filósofo, al último gran humanista y literato contemporáneo de lengua hispana, y al cantante cuyas melodías han conseguido estremecer a generaciones y generaciones”, expone el escrito de su representante. Desde primera hora de esta mañana cientos de mensajes están despidiendo al músico extremeño.

Hace unos meses Robe todavía seguía de “mala leche” por la suspensión de los conciertos de Madrid por el trombo pulmonar. En su cabeza tenía retomar los recitales para cerrar la que él calificó como “la mejor gira de mi vida”.

“Todo el que ha tenido la suerte de trabajar con Robe, después de hacerlo, reconoce ser mucho mejor profesional, y mucho mejor persona. Muy tristes por esta pronta despedida, pero igualmente agradecidos, a más no poder, de haber recibido un tesoro en forma de legado para seguir el camino que nos queda en la vida”, señala el comunicado de Dromedario Records que ha anunciado su fallecimiento.

El éxito de Extremoduro pilló a contrapié a la industria musical. Fue un fenómeno que se fraguó en la calle, a base de conciertos y con el empuje de la gente, que veía a Iniesta como el cantor de la marginalidad. Aquí no existía un soporte promocional. Fue una conquista calle por calle, garito por garito. “Rock transgresivo”, lo definió el propio grupo. Robe consiguió el dinero para grabar su primer disco con una versión callejera del crowdfunding: vendía papeletas en los bares a los colegas por 1.000 pesetas a cambio del disco… cuando estuviera hecho. Lo grabó, entregó el álbum a sus creyentes y, a partir de ahí, todo fue en ascenso.

Canciones como Jesucristo García, La hoguera o Extremaydura, contenidas en el primer disco de Extremoduro (1989), mostraban a un letrista que dibujaba retratos de tipos a los que el sistema les había dado la espalda y los acompañaba de una voz áspera y de una música combativa emparentada con el rock callejero español de la escuela de Leño. “Estuve cuatro años por ahí dando tumbos. Pero tumbos auténticos. Iba con mi bulldog Angelito de ciudad en ciudad. A veces dormía en casas de colegas y otras nos buscábamos la vida”. Así definió el músico sus primeros años.

Pronto empezó la llamada etapa del caos, en los primeros noventa. Conciertos descontrolados, letras de canciones que se olvidan, perros en el escenario, demasiado alcohol y sustancias. El grupo viajaba incluso con un camello. Su legado musical se fue ampliando, con discos grabados con poco presupuesto, pero las canciones comienzan a tatuarse en la piel de los aficionados: Tu corazón, Deltoya, Ama, ama, ama y ensancha el alma (con letra del poeta de bar Manolo Chinato), Sin Dios ni amo... Robe cultivaba su perfil indómito y paralelamente comenzaba a leer poesía. Su escritura gana en profundidad.

En su camino se cruza entonces Iñaki Uoho Antón, miembro de Platero y Tú. Ambos grupos se reconocen y ven que juntos pueden comandar un movimiento, el resurgir del rock urbano. Protagonizan varias giras juntos donde ya llenan pabellones. Uoho pasa a formar parte de Extremoduro y con su llegada el grupo se profesionaliza, su sonido mejora, sus discos se graban en condiciones. Agila (1996) supone un cambio total en Extremoduro: un disco de canciones soberbias, con las mejores letras de Iniesta hasta la fecha y la cuidada producción de Uoho. Uno de sus sencillos, So payaso, vive en los primeros puestos de la lista de Los40, prueba clara de que Extremoduro ya había conquistado a todo el mundo.

Robe había sufrido un par de sustos con las sustancias y a finales de los noventa decide bajar el ritmo. Regresa con su pareja, de la que se había separado y con la que comparte dos hijos, y dosifica las drogas. “Dejé la heroína mucho antes de empezar con Extremoduro… Le eché cojones y la dejé solo. Mucha gente está empeñada en decir que soy yonqui, pero no es verdad. Solo me pongo… lo normal. La droga no es mala. Los malos son los hombres y sus acciones. Es como si pegas un tiro a alguien y le echas la culpa a la bala”, dijo a este periódico.

En esta época, Robe se entrega a la poesía y a la literatura de forma desordenada y compulsiva, Su paleta va desde los autores que encuentra en los bares (Sor Kampana, Chinato…) a las referencias clásicas (Machado, Neruda, Miguel Hernández…). Después de Agila Extremoduro publicó cinco discos, todos relevantes, sobre todo La ley innata (2008), donde comienza a convertir su escritura en tratados filosóficos.

El final de Extremoduro llega con el distanciamiento entre Robe e Iñaki. Aquello que comenzaron como una fiesta creativa se ha convertido en una empresa. Grandes giras, presupuestos amplios, mucho que organizar, reuniones con abogados... Esta logística supera a los dos amigos y su relación se rompe. La última gira de Extremoduro se la llevó la pandemia. Robe prefirió centrarse en su carrera en solitario, que había comenzado en 2015 con Lo que aletea en nuestras cabezas, y la gira de Extremoduro quedó aparcada definitivamente.

Sus dos últimos discos en solitario, Mayéutica (2021) y Se nos lleva el aire (2023), presentan a un escritor mayúsculo, un poeta sabio y en estado de gracia reflexionando sobre la transcendencia e intrascendencia del ser humano, ofreciendo soluciones para vivir felizmente en este mundo efímero. Los versos de esa obra maestra que es El poder del arte suenan hoy como un maravilloso recuerdo a un hombre que transformó la vida de mucha gente: “Sé que puede que mañana ya no nos quede nada y ya nada importe. / Voy alzando la mirada y casi no sé de nada, nada que importe. / Tal vez, si pudiera hablarte, de si fuera cierto, que el poder del arte bien nos pudiera salvar. / De una vida inerte, de una vida triste, de una mala muerte”.

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.
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