Robe: “Algunos años de joven me cuentan como los años de perro”
El músico extremeño, que actúa este sábado en Madrid, dentro de su exitosa reciente gira, habla de su manera de escribir, la filosofía o su frustrada colaboración con C. Tangana
“Robe te llamará a las 17.30 desde un número oculto y tienes 30 minutos de entrevista”. Estas son las instrucciones. A las 17.35 suena el teléfono. “Perdona el retraso, que estaba preparándolo todo para la entrevista”. Roberto Iniesta, Robe (Plasencia, Cáceres, 62 años), habla desde su casa, se ha leído los últimos artículos del periodista que le va a entrevistar, tiene unos libros a mano que luego sacará a relucir y destila buen humor. No le gustan mucho las entrevistas, pero en las dos últimas giras se ha prestado a realizar algunas, habitualmente por teléfono. Las primeras fechas de la gira de presentación (llamada Ni santos ni inocentes) de su cuarto trabajo en solitario, Se nos lleva el aire (el mejor español del año pasado para Babelia), se han celebrado con llenos y tres horas de espectáculo. Este sábado actúa en Madrid (Auditorio Miguel Ríos, en Rivas) con todo vendido (30.000 entradas). Con esta entregada aceptación continuará los recitales todo 2024, para luego borrarse durante un largo tiempo.
Pregunta. El otro día le vi en el Piornal (Valle del Jerte, Cáceres) recibiendo la Cereza de Oro, y conmoviéndose cuando un colegio de niños de allí le cantó el clásico de Extremoduro Ama, ama, ama y ensancha el alma. Una letra antigua suya dice: “¡Vamos a robar cerezas! de las del valle del Jerte”. Ahora le dan premios. Robe se ha convertido en un tipo dócil y familiar. ¿Quién se lo iba a decir?
Respuesta. [Risas] Cuidado, que los niños aquellos eran muy recios. Me lo pasé muy bien. Era una visita a un colegio de un pueblo pequeño con niños muy chicos. Tienen una emisora de radio y me hicieron una entrevista. Estuvo de puta madre.
P. A eso me refiero: usted, que era una oveja descarriada, ahora es un tipo entrañable.
R. Bueno, igual me llevaron allí para ponerme como mal ejemplo de lo que no hay que hacer [risas]. Hablando en serio. Creo que al final lo que manda es la música. Y aunque a la gente le dé mucho morbo mi pasado, lo que cuenta son las canciones. Cuando llevas tanto tiempo y haces músicas diferentes es normal que le gustes a mucha gente a la que le interesan las canciones, y no cómo tú eres o dejas de ser.
P. Robe se ha convertido en una persona de fiar…
R. Bueno, no sé qué decirte. Pero sí, se me puede llevar a un sitio con niños.
P. ¿No existe “el amor sin condición”, como canta en Haz que tiemble el suelo, en su último disco?
R. Las letras no están hechas para contar cosas muy categóricas. Son para que la gente piense, para que le muevan la cabeza. Prefiero que cada uno interprete las letras como mejor las vea. No soy el más adecuado para interpretarlas. Una canción quiere decir lo que a ti te sugiera. Si tú entiendes una cosa en una canción no es menos acertado que lo que yo quiera decir, porque quizá lo que yo haya querido decir no haya acertado con ello. Lo que yo piense da igual: cada uno debe pensar por sí mismo.
P. El mensaje troncal de Se nos lleva el aire es: vamos a dejar de hacer borradores y vivamos el presente. Se suele llegar a este tipo de conclusión cuando se ha pasado por una situación trascendental. ¿Cuál es la suya?
R. Ya tengo una edad y si no voy llegando a alguna conclusión, malo sería. Se trata no solo de vivir el presente, sino de tenerlo en la cabeza y recordarlo. Vamos a ser conscientes de lo que tenemos ahora y vamos a disfrutarlo. Ese es un mensaje que nunca sobra.
P. Es un mensaje también aplicable a cuando eres joven.
R. Bueno, cuando eres joven te la suda un poco todo. Cuando ya vas teniendo una edad percibes cuáles son las cosas importantes. Porque parece que todo es pasado y todo es futuro, pero es al contrario: todo es presente. Todo el tiempo que vivimos es presente. Esa es la realidad.
P. ¿Qué haría si le quedase un mes de vida?
R. Uy, no sé. Qué pregunta, qué mal rollo [se ríe]. No lo sé, no lo sé... Supongo que lo primero que te tiene que entrar es un agobio de cojones. Así que intentaría agobiarme lo menos posible. Con superar eso me daría por satisfecho.
P. Lleva años muy filosófico. ¿Son sus lecturas de cabecera de esta temática?
R. Leo de todo, lo que me va cayendo en las manos. Y saltando de una cosa a otra. No es para mí la prioridad el decir cosas profundas. Bueno, si te sale algo profundo y haces pensar a la gente, pues muy bien. La prioridad es que la canción te emocione; si encima es profundo, pues de puta madre. Pero no es algo que busque.
P. En el libreto del disco, la canción Puntos suspensivos está introducida por un verso del poeta y profesor salmantino Antonio Sánchez Zamarreño, alguien no muy conocido. ¿Cómo lo localizó?
R. No le he localizado a él directamente. Lo encontré en un libro de poemas de Ben Clark, que utiliza un poema de Sánchez Zamarreño de referencia. Es un poema de una frase: “Nada sabe de amor quien vuelve vivo”. Es bonito y, a la vez, como un mazazo. Me parecía una frase que ayuda a entender la letra de la canción Puntos suspensivos…
P. Ya se está contradiciendo: dijo que su objetivo era que cada uno entendiese por sí mismo.
R. [Risas] Cierto. Es que tampoco hace falta entenderla, pero si te sirve esa breve poesía para que te acerque un poquito la canción, está bien. Pero, bueno, vamos a quedarnos con que no hace falta explicar las letras [risas].
La prioridad es que la canción te emocione; si encima es profundo, pues de puta madre. Pero no es algo que busque”
P. Cómo ha pasado, hablando del mismo tema, del amor, del salvaje “me revuelco por el suelo, y me revienta la polla de pensar en ti” (extraído de la canción Prometeo, 1996), al hermoso “sin ti, mirar al mar, qué va / Lo tengo pendiente, seguir adelante sin ti” (de Adiós, cielo azul, llegó la tormenta, del último disco, de 2023).
R. Creo que hay muchas maneras de decir las cosas. A veces se pueden decir más salvajes, otras más bonitas, y también se pueden mezclar las dos cosas. No me pongo muchas reglas a la hora de componer. Si me sale algo no lo analizo demasiado; simplemente veo si me emociona o no. Si me remueve, lo doy por válido.
P. Le salen muchas canciones que “saben a mierda”, como dice en el tema El poder del arte.
R. El arte no tiene que ser siempre bonito y oler bien. Con el arte hay que agitar. Lo que no tiene que hacer el arte es dejarte indiferente. Todo lo demás es válido. A veces te salen cosas oscuras y a veces claras. Pero yo en eso no mando.
P. En los últimos tiempos habla en las canciones de la droga como un lugar nostálgico. ¿Las echa de menos?
R. No echo nada de menos. Vivo muy tranquilo y satisfecho con la música que estoy haciendo. Estoy contento con mi curro y con mi vida.
P. ¿Qué se toma cuando está decaído?
R. Bueno, mi vida se queda para mí, para mi familia y para mis amigos. Yo ofrezco mi obra a la gente.
P. Hay un par de canciones en el disco en las que utiliza el recurso de decir “nene” en lugar de “nena”. ¿Es un guiño feminista?
R. Sí, puede ser. Está bien decir “nene” y no siempre “nena”, que es lo que nos han pegado los americanos en los discos y en las películas.
P. Afirma que no hay que mirar al pasado, pero en la gira actual incluye temas antiguos de Extremoduro como So payaso, Salir o Jesucristo García, canciones que dentro de lo que hace actualmente pueden chirriar: por un mensaje anticuado con el actual Robe, por una estructura más sencilla…
R. No me digas mucho eso, que las quito del repertorio [risas]. Lo que queremos tocar es el disco nuevo porque es lo que nos emociona y con lo que nos lo pasamos bien. Pero al final las canciones antiguas donde cobran sentido es en los conciertos, con la gente. Es normal que tú las disfrutes menos, porque yo también las disfruto menos. Pero veo que hay gente que se pone como loca cuando tocamos esos temas de Extremoduro. Hay que hacer concesiones. So payaso es una canción muy antigua, la hemos tocado muchas veces… Es como un chicle al que se le gasta el sabor cuando lo tienes muy mascado. Como que no te sabe a nada. Pero merece la pena interpretarla por cómo se pone la gente, cómo lo disfruta y las vibraciones tan guapas que se generan en el concierto.
P. Gente del entorno de Extremoduro ha dicho que en algunas fases el grupo se había convertido casi más en un proyecto empresarial que artístico. ¿Está de acuerdo?
R. Para nada estoy de acuerdo. Era mi vida. Yo siempre quiero hacer música y tocar. Sí, será una empresa porque te ganas la vida con ello, pero es también mi vida. Tocar, estar a gusto y ya está. No estoy de acuerdo con eso.
Las canciones antiguas donde cobran sentido es en los conciertos, con la gente”
P. ¿Hace cuanto que no habla con Iñaki Uoho Antón [con el que hacía equipo en Extremoduro]?
R. Hace ya muchos años que tenemos una relación profesional, y como ahora profesionalmente no hay nada que hacer, no tenemos contacto.
P. Tanto en el disco como en concierto se aprecia que su voz se ha vuelto más flexible, que canta mejor que nunca. ¿Está estudiado por ese lado?
R. Eso es por Loren [Lorenzo González, vocalista y componente de su grupo]. Estar con un tío que canta así de bien y te lo sabe explicar me incita a atreverme con más cosas. Te tienes que atrever a hacer las cosas, y al final te sale y ves que eres capaz. Me he ido animando más con las cosas que me ha enseñado Loren. Y cuantos más recursos tengas mejor. La monotonía no es buena para nada, en la forma de cantar ni en cualquier otra cosa.
P. Le traslado una pregunta del escritor Lorenzo Silva, que es seguidor suyo: ¿cuál es la causa perdida por la que pierde el tiempo hoy?
R. Uf, no sé. A veces parece que pierdes el tiempo por la causa perdida del cambio climático. Pero no creo que haya que verlo así, porque el resultado es lo de menos. Lo que hay que hacer es perder el tiempo y luchar por lo que sea. Y el resultado final te tiene que dar lo mismo.
P. No paran de llegar mensajes para que nos preparemos para la Tercera Guerra Mundial.
R. Es que no se puede ver la tele, madre mía... La verdad es que para los que hemos vivido casi toda la vida con la Guerra Fría es algo como que parecía que se había acabado, y no se ha acabado. Sí, parece, como con la Guerra Fría, que en cualquier momento puede explotar todo. Cualquier día todo se va a la mierda. Por eso hay que vivir el presente.
P. C. Tangana dijo que le envió una canción para cantar juntos en El Madrileño, pero que no participó porque a usted le pareció el estribillo “cursi”.
R. [Risas] Cómo es este hombre... [se refiere a C. Tangana]. Parece como si yo hubiese dicho que la canción era mala... Pero no, no. Hay que poner esta historia en contexto. Primero, no le dije que era “cursi”, le dije que era “moña”. Él me mandó el tema y tenía una estrofa y un ritmo muy chulos, entre rock y trap, con mucha energía. Lo que pasa es que el estribillo era un poco flojo y popero. Entonces él me dijo: “Si no te gusta este tema te mando otro porque tengo muchas ganas de colaborar contigo”. Yo le dije lo que me gustaba del tema y lo que no. Y se lo expliqué. Pero creo que la podría arreglar, porque las estrofas eran de puta madre, con un ritmo fresquito.
P. O sea, que deja la puerta abierta a ese dúo Robe-C. Tangana…
R. Yo, sí. Pero me cuesta colaborar con la gente porque no soy un cantante al que me pongas cualquier cosa y sea capaz de cantarlo. Si no me gusta y no me lo creo no soy capaz.
P. Probablemente mientras tenemos esta entrevista, un chico o chica de 20 años sin carrera musical está grabando una canción en su casa, que la va a publicar en una plataforma mañana y va a sumar en horas millones de escuchas, muchas más de las que pueda conseguir su último disco. ¿Qué dice eso de la industria musical de hoy?
R. Es como sorprendente, sí. Es que no es solo una persona la que pueda hacer lo que dices, son muchos. Muchos chavales en todos sitios que hacen una canción y tienen más escuchas, no que yo con mi último disco, sino que yo en toda mi vida. Pero hoy es uno, mañana otro… Es como si todo el mundo escuchara lo mismo al mismo tiempo. No lo entiendo. Debe ser el algoritmo o el borreguismo. Es que, ¿cómo se hace eso? ¿Todo el mundo escucha lo mismo en los mismos tres días…? No lo entiendo y, la verdad, tampoco me interesa mucho.
P. Dígame si estos son los cálculos que maneja: después de esta gira de 2024 estará dos años desaparecido y luego 12 meses para componer. En la próxima gira, entonces, tendrá 66 o 67 años.
R. Uf. No sé si será esa edad, pero que en la próxima gira voy a tener muchos años, pues sí. Y, encima, algunos años de joven me cuentan como los años de perro [risas]. Así que en 2027 tendré ciento y pico años.
Y Robe se despide riéndose y con un deseo: “Lo importante es que disfrutes del concierto”.
Babelia
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