Ir al contenido
_
_
_
_

Miguel Ríos: “Me parece bien que se vaya preparando mi obituario: hay mucho que contar”

El granadino, de 81 años, publica un disco rockero y ya está inmerso en una gira. “Me preocupa mucho no perder el tiempo. Lo que quiero es estar consciente en todo momento”, afirma

Carlos Marcos

Escribir canciones, juntarse con músicos, ensayar en un pequeño local, grabar un disco y salir a la carretera para actuar. Así es hoy la vida de Miguel Ríos (Granada, 81 años). Apenas ha cambiado desde los años sesenta, cuando comenzó a tallar la figura del primer y más respetado rockero que ha visto España. Llega a la cita con EL PAÍS en Madrid antes de la hora, elegante, con ganas de hablar, consciente de que tiene entre manos un solvente disco de rock, El último vals. No ha tenido paciencia y antes de que se publique (este viernes) ha comenzado la gira. Viene de presentarlo en un Liceo barcelonés repleto, y seguirá así hasta bien entrado 2026.

Pregunta. La semana pasada recibí una llamada de mi jefa instándome a escribir su obituario para tenerlo preparado.

Respuesta. Pues estaría muy bien. Eso es trabajo que tienes hecho, tío. Si es un obituario serio, me parece bien que se empiece ya: es que hay mucho que contar [risas].

P. ¿No le molesta esa percepción que tienen algunos de usted por el tema de la edad?

R. No, porque ya estoy en la rampa de salida y me estoy obligando a tomarlo con naturalidad: como va a pasar, que pase lo mejor posible y con el menor daño posible. Como no creo en la trascendencia de la vida más allá de la muerte supongo que será como dormirse. Ojalá sea como la muerte de mi padre: le dio un infarto tomando café y echando la partida de dominó con los amigos.

P. ¿Cómo le gustaría que se titulase su obituario?

R. Había uno cojonudo que dijo Sabina de él mismo: “Nunca tuvo valor” [risas]. Yo de epitafios no ando bien. Como me voy a cremar… Me gustaría palmar, que no me cubra la tierra y esparcirme dust in the wind [y comienza a cantar la canción de Kansas, Dust In the Wind, Polvo en el viento].

P. Hay dos canciones en el nuevo disco, Rampa de salida y Si pudiera parar el tiempo, en las que asume directamente que todo se va acabando. ¿Cuándo llega a esta conclusión que a mucha gente le cuesta asumir?

R. Llevo pensando esto desde que la biografía me ha empujado a hacerlo. No tengo grandes achaques. Algunas articulaciones están regular de haber jugado al fútbol. En los chequeos me dicen que para mi edad estoy de puta madre, así que no se prevé un obituario inmediato. Pero lo que he notado es que la transcendencia del tiempo está más presente. Me preocupa mucho no perder el tiempo. Antes me parecía maravilloso aburrirme, ahora es atroz. Me cuesta mucho trabajo estar un día tirado en la cama. Lo que quiero es estar consciente en todo momento.

P. Definiría El último vals como un álbum de rock. No hay titubeos: guitarras, sonido contundente, voz rockera…

R. Queríamos que fuese una secuela de Un largo tiempo [2021], un disco acústico, pero cuando entra en la banda Luis Prado nos dice que quiere tocar la batería. Y ahí ya se convierte en eléctrico. Entre Prado y José Nortes armamos un álbum de rock and roll, sí.

P. También incluye canciones sociales, denunciando las condiciones de los migrantes que deben salir de su país y el trato que se les da en Europa (La otra orilla) o alertando sobre la vuelta del fascismo. Parece que el paso de los años no le ha hecho más conservador, como ha pasado con personalidades de su generación.

R. Se puede ser liberal razonable y me parece estupendo. Lo que pasa es que en España hay pocos liberales razonables: hay un balanceo terrible hacia la extrema derecha. Y no te puedes quedar inerme ante eso. Creo que hay que escribir canciones contra eso. Soy ideológicamente de izquierdas, que implica el cuidado a los demás. La gente que no piense que hay un genocidio en Gaza no es derechas ni de izquierdas, es simplemente fascista. O simplemente es imbécil.

P. ¿Usted sigue votando al PSOE?

R. Sí, y voy a seguir votándolo siempre. Creo que lo está haciendo bien. Es una organización donde ha habido sinvergüenzas, como en todas, pero el deseo del PSOE es favorecer a los trabajadores. Lo que ocurre es que habría que saber qué independencia tiene el PSOE para llevar a la práctica sus políticas. Los neocon son tan poderosos que pueden llegar a no permitirte llevar a cabo determinadas medidas. Por ejemplo, las 37 horas de trabajo semanales, que es una de las cosas más razonables del mundo. Pues la patronal se pone en armas porque dicen que les socava sus ganancias. Y no lo entiendo: si están ganando más dinero que nunca. El Gobierno actual está haciendo muchas cosas, pero la putada es que no llegue a la gente con más celeridad. Es porque hay una derecha muy cerril que está trabajando para los que les sostienen, que es el gran capital. Las energéticas y la banca ganan más dinero que nunca, pero cuando se habla de ponerles un impuesto se ponen de uñas.

P. ¿Le decepciona la reacción contra el PSOE actual de ciertos veteranos del partido generacionalmente próximos a usted?

R. Sí, porque esa gente eran mis ídolos. Me acuerdo que Alfonso Guerra un día me dijo que no sabía cuántos diputados me debía. Pero ahora me lacera y me jode muchísimo su actitud. Era gente en la que creía con los ojos cerrados. El primer bajón fue cuando hicimos una manifestación para no entrar en la OTAN. Felipe González nos invitó a comer y nos dijo que teníamos que cambiar. Y yo le dije: “Pero de qué me hablas, si acabo de hacer una canción que se llama Antinuclear”. Una de las personas en las que creía a pies juntillas era Felipe González, pero está claro que para algunos la vejez es muy mala...

P. Cuando empezó en la música no había prácticamente nada. ¿Cree que quizá ahora haya demasiado?

R. Nosotros soñamos siempre con crear escuela: que viviera mucha gente de la música. Lo nuestro era una hermandad. Yo podía estar en las antípodas de Los Pekenikes, por educación y clase social, pero cuando coincidíamos en un festival éramos hermanos y si te tenían que dejar un amplificador o tú a ellos no había problema. Nuestro deseo era que hubiera más, por eso ahora me parece que está de puta madre que haya una industria del directo grande y que haya muchos jóvenes con gran talento.

P. ¿Le emociona la música actual?

R. Escucho cosas de reguetón y música urbana y no me emocionan, pero sé que a otros les emocionan. No me considero con autoridad para decir a nadie si eso es bueno, malo o regular. Y he de decir que hay cosas actuales que sí me gustan. Por ejemplo, Motomami, de Rosalía. Me parece un discazo. Es música muy bien estructurada donde el minimalismo está puesto al servicio de una idea sónica estupenda. Tiene una voz maravillosa y una raíz flamenca que la conecta con el pueblo. Lo único que me molesta un poco de la música actual es que muchos se parecen entre sí. También me parece razonable la gente que se ha quedado anclada en Led Zeppelin. Dices: mi mundo ha terminado aquí, y me parece bien. Pero no combato a la música actual: todo el mundo tiene derecho a hacer la música que quiera. Y, además, todas las músicas son deudoras de los géneros que han venido antes: en el hip hop y en el reguetón hay cantidad de rock.

P. Por cierto, su disco sale el mismo día que el de Rosalía.

R. Lo sé. Nos vamos a hacer la competencia. Se va a enterar Rosalía… [risas].

P. En 2011 se retiró argumentando que no quería ser una caricatura de sí mismo. ¿Qué cambió?

R. Cambió que no me convierto en caricatura ni queriendo. Grabo discos, tengo canciones nuevas, realizo giras… Es verdad que en 2011 veía que me estaba repitiendo. Entonces pensé que con 65 años todavía podía encontrar otra actividad. Como tenía el encargo de mis memorias [Cosas que siempre quise contarte], me puse a ello. Me metí a escribir y me fascinó. Creía que sabía escribir, así que después de las memorias empecé una novela. Entonces comprendí que no sabía escribir. Tiene hasta título la novela (The Lonely Boys), pero ahí está… Y coincidió que surgió la posibilidad de hacer la gira de El gusto es nuestro después de 20 años de la primera, me apunté, me lo pasé en grande y ahí ya no pude parar. Conocí a José Nortes [productor, guitarrista y director de su banda], que me da la vida, y hasta ahora.

P. Uno de los episodios más oscuros de su vida fue cuando estuvo detenido en la Dirección General de Seguridad en 1972 por fumar porros…

R. Ese fue el momento más dramático de mi vida. Teníamos mucho miedo, porque en todas las discotecas había confidentes de la policía. Yo ya estaba en una lista por fumador de hierba. Llegaron unos inspectores a mi casa y me detuvieron. Lo peor fue la indefensión en la que te encuentras. En las primeras 72 horas no te dejaban hablar con un abogado. La tortura psicológica es brutal, con gente gritando en otras celdas… Era una degradación tan grande que la culpa la asumes inmediatamente, como persona educada en un colegio católico cristiano. Te culpabas, porque habías hecho una cosa que no deberías haber hecho y ahora tu familia iba a estar manchada. Y los interrogatorios eran terribles. Te enseñaban fotos con gente que conocías: este te ha denunciado, y este también. Al final reconocías que habías fumado. Estuve 27 días en el hospital penitenciario. Lo que querían era dar un escarmiento a los rockeros y encontraron un chivo expiatorio en mí.

P. Y ahí es cuando delata a otros…

R. Bueno, delato a los que me habían delatado a mí, que ya estaban detenidos. Yo decía: ‘Sí, he fumado con este...’.

P. ¿Le pesó esta especie de delación?

R. Sí. No tuve el valor para decir que no. Debería haber pedido un abogado y no hablar. Tenía que haber estado más duro. Yo ya había vendido muchos discos y tenía un peso. Pero no, me anularon. El que yo no diera la talla, el no mostrarme como se debería mostrar un rockero, me atormentó durante mucho tiempo.

P. ¿La Movida fue tan importante como algunos consideran?

R. La Movida no fue algo tan creativo como lo que se vendió. Y creo que la Movida no hubiera sido rentable para las compañías sin el éxito de Rock & Ríos [su clásico disco en directo de 1982 que se complementó al año siguiente con una gira por grandes recintos, El rock de una noche de verano, junto a Leño y Luz Casal]. Rock & Ríos cambió la industria musical. De todas formas, Los Secretos o Nacha Pop no se pueden adscribir a la Movida. Son antes de la Movida. Lo que es la Movida es McNamara y Almodóvar y otros por el estilo, que no aportaron gran cosa en el tema musical.

P. ¿Qué vicios se permite ahora? Un vino, un porro…

R. No, no, porros no. Me quité hace… igual 20 años. Los últimos porros de mi vida fueron casi de ir a Urgencias. Un vino sí, de vez en cuando. Pero ya no me emborracho más, porque las últimas veces estuve cuatro o cinco días destrozado y no le encuentro la utilidad. Ahora transgresiones, ninguna. Porque la recompensa está en cantar bien, en estar en buenas condiciones. Y eso es lo que más deseo.

P. Me gustaría saber, para finalizar, cuáles considera que son las cinco canciones más importantes de su repertorio.

R. Uy, eso me va a hacer pensar mucho. Empezaría por El cartel, que escribí letra y música, que está en mi primer disco, Mira hacia ti, de 1969. Yo tenía un cartel en mi casa de Rocío Durcal, que me gustaba mucho. Como no la conocía y no podía decírselo a ella, le escribí una canción. Fue un tema importantísimo porque me demostró que podía componer una canción en letra y música. La huerta atómica (Un relato de anticipación). Una siesta atómica [1976], porque me sirvió para hacer un disco sin singles, un álbum conceptual. El modelo era aquel discazo de Genesis, The Lamb Lies Down on Broadway [1974]. También incluyo en el top 5 Bienvenidos. La hicimos entre Tato Gómez, al piano, y yo. Quería dar la bienvenida a la gente, que no existía en castellano una cosa así. Quizá sea la frase más sencilla que he escrito en mi vida, pero era utilitaria y se ha convertido en clásica en mi repertorio: “Buenas noches bienvenidos, hijos del rock and roll”. Cuando vi que esa frase encajaba y no era ridícula me emocioné. Y ahora mismo también me emociono al recordar aquellas sensaciones. A Santa Lucía le tengo un cariño tremendo. Ahí aprecié la fragilidad de un tipo como Roque Narvaja, el compositor del tema. Fuimos Carlos Narea [productor] y yo a un bar donde estaba tocando Roque, porque buscábamos canciones para el disco Rocanrol Bumerang [1980]. Después de su actuación, nos reunimos en la barra con él y nos dice que no quiere que hagamos la versión del tema. Sentí mucha compasión por Roque, porque esa canción le había salvado la vida y estaba viendo cómo se la estábamos arrancando de las manos. Nos hemos visto muchas veces desde que la grabé y siempre hablamos del tema y nos damos las gracias. Y la última que elijo es una adaptación, Stormy Weather, que titulamos La tormenta, que está en el disco Como si fuera la primera vez [1996]. Creo que conseguimos una buena traducción de las emociones del desamor [se arranca a cantarla]. Me encantó interpretarla en la gira con la Big Band, que era una de las cosas que más gusto me ha dado en mi vida. Iba con 16 músicos, que nunca había llevado a tantos. Era una sensación de auténtico crooner.

La charla termina y suena su teléfono, con la sintonía de Trouble, de Elvis Presley. Le llama su pareja. “Hello, baby”, responde Miguel Ríos con ternura.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_