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Feria de San Miguel en La Maestranza
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una indecente e inútil novillada

La muy mal presentada y descastada corrida de Núñez del Cuvillo rompió las expectativas del festejo más interesante del ciclo

Antonio Lorca

Si no hay toro, la fiesta pierde todo su sentido. Y hoy no los ha habido. En su lugar, una indecente novillada por pésima presentación, sin cara, sin fortaleza, sin codicia, sin casta y con mucha sosería en las entrañas. Y, claro está, la corrida de más expectación de la Feria de San Miguel se fue al traste por el precipicio de las más absoluta desesperación.

¿Culpables? El ganadero que crió los toros y los apartó para Sevilla; los veedores de los toreros, que los eligieron; la empresa, que los compró; la autoridad, que los aprobó, y el bendito público de esta ciudad, que aguanta lo que le echen sin decir ni pío.

Pues quede claro que la tercera corrida de feria ha sido una birria, desde el primero hasta el último; desde el becerrote, nobilísimo, más simple que una lechuga, que abrió plaza, hasta el descastado sexto que impidió que el toricantano Javier Zulueta arreglara de algún modo su fallo con la espada en el toro de su alternativa. El sobrero, el de más peso, con más carne, pero la misma pobre cara, empujó en el caballo, pero, como los demás, se vino abajo en el tercio final.

Pero como el que no se conforma es porque no quiere, hubo detalles para ello.

El festejo comenzó con una sorpresa mayúscula. El joven Javier Zulueta recibió al toro de su alternativa con tres chicuelinas, cuatro verónicas y una media pletóricas de temple y buen gusto, de modo que dejó a los tendidos con la boca abierta. Claro que la embestida del animal era almíbar puro, y más que un toro parecía un merengue salido del obrador de una pastelería selecta. A reglón seguido, un precioso galleo por chicuelinas para llevarlo al caballo, donde el toro dejó claro que sus fuerzas eran mínimas.

Zulueta brindó la muerte del animal a su padre, alguacilillo de la plaza, con quien se fundió en un emotivo abrazo. Y el nuevo matador de toros aprovechó la bondad de su oponente para trazar un par de tandas con la mano derecha a las que siguieron otras dos de largos y lentos naturales, en las que dejó patente que le adornan sentido estético, gracia y buen aroma. Terminó con unos ayudados por alto antes de estropearlo todo con la espada. Lo que había comenzado de modo fulgurante acabó de color ceniza como el encapotado cielo de la tarde. No pudo resolver nada en el sexto, soso e insulso como sus hermanos, y todo ha quedado en un buen sabor de boca pendiente de ratificación.

Pero estaba Morante, la estrella del cartel, que concitaba la atención de la plaza entera. A su primero, imposible, distraído, suelto, huidizo, con la cara por las nubes, inservible, lo pasaportó con celeridad, como era preceptivo. Pero dejó su personalísimo sello en el cuarto. Lo recibió de rodillas en el tercio con un recorte de la tauromaquia gallista; ya enhiesto, dos verónicas, tres chicuelinas, una media y una larga encendieron las alarmas de la ilusión. Aún hubo un quite de una verónica y una media de ensueño, y muleta en mano, unos pases por alto y tres largos naturales ligados con el de pecho. Y no más porque no era posible.

Tampoco tuvo opciones Roca Rey a pesar de su decidida voluntad. Dio muchos pases, muchísimos, pero ninguno queda en el recuerdo, en las dos faenas aburridas y vanas ante dos toros muy descastados y sin vida.

Mira por dónde, durante el tercio de varas del sexto, hallábanse Morante y Roca uno al lado del otro en el tercio, y héte aquí que se cruzaron los brazos por la espalda, casi como un conato de cordial abrazo, para poner fin a una supuesta rencilla. No ha habido triunfo, pero sí reconciliación. Algo es algo.

Del Cuvillo/Morante, Roca, Zulueta

Toros de Núñez del Cuvillo, -el tercero, devuelto- anovillados, muy cómodos de cara mansos en los caballos, blandos, muy nobles, sosos y descastados. Sobrero del mismo hierro, bravo en varas, aplomado y descastado.

Morante de la Puebla: pinchazo hondo (silencio); media tendida y atravesada y dos descabellos (ovación).

Roca Rey: dos pinchazos _aviso_  pinchazo y estocada (silencio); estocada caída (silencio).

Javier Zulueta, que tomó la alternativa: tres pinchazos y estocada (ovación); estocada baja (palmas).

Plaza de toros de La Maestranza. 28 de septiembre. Tercera y última corrida de la Feria de San Miguel. Lleno de ‘no hay billetes’.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.
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