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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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Aquellos proselitistas de la música negra

Adiós a Chris Hill, uno de aquellos pinchadiscos que difundieron las variedades más bailables del soul y el jazz

Diego A. Manrique

Esta es una de esas noticias que no suelen traspasar las fronteras del Reino Unido: la muerte, con 80 años, de Chris Hill, DJ y figura esencial en la popularización de la música negra, aparte de facilitar la eclosión del movimiento Brit funk. Para entendernos, la versión inglesa del desaparecido Antonio Fernández. Muchos le recordarán: locutor en Radio Juventud, parte de la Cadena Azul de Radiodifusión, luego pilar de Radio 3 con su programa Area Reservada, que generó varias recopilaciones discográficas.

Antonio y Chris cubrían parecido territorio musical. Simplificando, moderno rhythm and blues con gotitas de jazz. Que no se molesten los puristas: su jazz tenía más que ver con las fusiones del sello GRP que con los lanzamientos de Blue Note, aunque ambos celebraron la publicación de remezclas de grabaciones históricas de la compañía de Alfred Lion, legitimadas por el impacto mundial de Canteloop (flip fantasia), no por casualidad creada por el colectivo londinense Us3.

¡Sssh! Uno de los secretos de la vitalidad del pop británico es su conexión con la música afroestadounidense, pasión que alienta sectas evangelizadoras. Todos sabemos de la devoción inglesa por el blues, que fue la plataforma de lanzamiento para grupos como los Rolling Stones. Sin olvidar fenómenos más fugaces como el arrollador triunfo en Estados Unidos de la escocesa Average White Band.

La subcultura del soul/jazz funk fue desarrollada por DJ como Chris Hill. Puntualicemos que la variedad isleña del DJ es muy diferente de la que conocemos aquí: allí es un showman que interviene cantando o soltando comentarios chuscos sobre lo que se le ocurre, entre invitaciones al baile. Se comprueba en el mediometraje British Hustle, rodado en clubes de Brixton y Canvey Island.

Esto no carecía de relevancia política. En plena emergencia del fascista National Front, las pistas de baile unían a jóvenes blancos y negros. Un público tirando a proletario que lo daba todo los fines de semana. Una afición muy seria: los más fanáticos se cambiaban en los lavabos con ropas y zapatos aptos para danzar. Que conste que Chris Hill era un populista: detestaba el exhibicionismo de aquellos bailarines que ensayaban en casa para apabullar.

Compartía características con las figuras del northern soul, que programaban esencialmente soul de los sesenta. Pero Hill estaba abierto a la producción local. Fundó con Nigel Grainge la discográfica Ensign Records, donde debutaron los Boomtown Rats, Sinéad O’Connor o los Waterboys. Se notó su mano en el fichaje de grupos numerosos como Light of the World, Incognito o Beggar and Co. Un inciso: con miembros musulmanes, ocurrían conflictos culturales cuando aquellas bandas visitaban España y los promotores locales les llevaban a restaurantes donde dominaba… la carne de cerdo.

Hill tuvo algún éxito con humorísticos discos navideños que enlazaban fragmentos de temas clásicos. Y no fue ajeno a la tentación de lanzar una tendencia indumentaria. Durante un tiempo, pinchaba discos de swing en noches donde los clientes solían vestirse como personajes de la película Guys and dolls (aquí, Ellos y ellas). El movimiento fue frustrado al llamar prematuramente la atención de la prensa sensacionalista, matando así su credibilidad. Volvió a lo suyo, a los llenapistas galopantes para un personal que no aspiraba a salir en las páginas de The Face.

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Sobre la firma

Diego A. Manrique
Periodista musical en radio, televisión y prensa escrita, ocupaciones evocadas en el libro 'El mejor oficio del mundo'. Lo que no impide su dedicación ocasional a la novela negra, el cine, los comics, las series o la Historia. 
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