“La historia negra es una historia de terror”: la literatura y el cine de miedo plantan cara al racismo de la era Trump
El cineasta Jordan Peele selecciona a sus autores negros favoritos en ‘Ahí fuera gritando’, una antología de relatos que sirven de punta de lanza de la industria cultural contra los clichés raciales
A mediados de octubre, la comunidad del terror estadounidense, encabezada por Stephen King, expuso su mayor miedo al mundo: el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Para contribuir a frenarlo, escritores, cineastas y otros agentes culturales organizaron un evento online bautizado como Scare Up The Vote (juego de palabras traducible como Suma tu voto) a favor de Kamala Harris, la candidata del Partido Demócrata. No por casualidad, algunas de las voces más destacadas de este encuentro eran racializadas: desde Tananarive Due, autora de referencia de lo que se conoce como black horror (terror negro), hasta el indio piesnegros Stephen Graham Jones.
Entre los participantes estaba también el neoyorquino de origen trinitense P. Djèlí Clark, que pocos días después de la victoria de Trump viajó a Barcelona con motivo del festival 42, dedicado a la literatura fantástica. Clark refrendó allí una de las máximas proclamas de su colega Tananarive Due. “Ella siempre dice que ‘la historia negra es una historia de terror negro’. Inevitablemente, los autores afroestadounidenses hemos crecido bajo el influjo de los movimientos por los derechos civiles y con una herencia cultural producto de la opresión social desde el esclavismo hasta hoy. Eso se refleja en las historias que contamos y en cómo las contamos”, explicó a EL PAÍS. En Ring shout. Nuestro cántico (Obscura Editorial, 2021), su novela más exitosa, Clark convierte el segundo advenimiento del Ku Klux Klan en una fantasía oscura, protagonizada por mujeres soldado negras en lucha contra un ejército de monstruos encapuchados abducidos tras ver El nacimiento de una nación. “No podemos olvidar que fue la primera película que se proyectó en la Casa Blanca, en 1915. Su popularidad propició una oleada de racismo asesino por todo EE UU”, recuerda.
En el filme de D. W. Griffith, el Ku Klux Klan salva a una mujer blanca a punto de ser violada por un esclavo liberto (un actor blanco con la cara pintada de negro, lo que en el argot racista se conoce como un blackface). El pánico infundado al negro violador trajo una oleada de linchamientos por todo el país. En respuesta, el historiador panafricanista W. E. B. Dubois publicaría el relato posapocalíptico El cometa (1920), en el que una chica blanca y un chico negro, únicos supervivientes de un meteorito que destruye Nueva York, se unen por encima de la barrera racial… hasta que aparece el hombre salvador blanco a restablecer el orden. “El contexto histórico es importante. Mientras escribía Ring Shout, no podía imaginar que su publicación coincidiría con el asesinato de George Floyd a manos de la policía [al que seguirían numerosas manifestaciones del movimiento Black Lives Matter]. Pensaba que mi novelita serviría de recordatorio, pero no hace falta recordar nada, porque todo ese terror real que vivimos los negros sigue igual de presente en EE UU. ¿Viste lo de los ciudadanos negros estadounidenses recibiendo mensajes anónimos a través de sus móviles amenazándolos con enviarlos de vuelta a recoger algodón tras la reelección de Trump? El linchamiento hoy sigue llegando con todas las herramientas a su alcance. Y eso es infinitamente más terrorífico que cualquier historia que un escritor como yo pueda publicar sobre el Ku Klux Klan”, reflexiona Clark.
P. Djèlí Clark es uno de los 19 autores escogidos por el cineasta Jordan Peele para la antología de relatos de black horror Ahí fuera gritando (Minotauro), recién traducido al español. El libro recoge historias de otros esenciales de hoy, como la mencionada Tananarive Due, Cadwell Turnbull, Nnedi Okorafor, Tochi Onyebuchi o N. K. Jemisin. En el prefacio, Peele escribe que “el terror es una forma de superar tus mayores miedos o angustias… pero para las personas negras no es posible —ni lo ha sido durante décadas— sin empezar por contar sus propias historias”. El director ganó el Oscar a mejor guion original dando la vuelta a las narrativas tradicionales del terror con personajes negros em su ópera prima, Déjame salir (2017). En ella, una élite de blancos privilegiados prolongan sus vidas secuestrando, subastando y trasplantando sus conciencias a cuerpos de jóvenes negros. Su estreno coincidió con Trump sustituyendo a Obama en la presidencia. “Déjame salir es un documental”, tuiteó irónicamente su artífice.
La académica Robin R. Means Coleman, especializada en la representación de la comunidad negra en el cine de terror, ha convertido la filmografía de Peele en objeto de estudio en sus clases. “Con Déjame salir fue un paso más allá. Puso en cuestión lo que el crítico cultural Rich Benjamin llama las ‘utopías suburbiales blancas’, esas comunidades residenciales convertidas en un bastión de la seguridad para la gente neoliberal blanca. De repente, el peligro eran ellos y el lugar seguro, el Brooklyn negro”, dice por videoconferencia. Means Coleman produjo en 2019 el documental Horror noire: A History of Black Horror, desde el que nos recuerda que “aunque ahora haya un renacimiento del black horror, ha habido creadores interesantes durante décadas. Podemos remontarnos a los años veinte, treinta y cuarenta, con cineastas como Oscar Micheaux o Spencer Williams. O a gente que marcó una época, como William Crane con Blacula [la versión blaxploitation del vampiro de 1972] y Rusty Candieff, director de Tales from the Hood”. Esta última, una especie de Creepshow producida por Spike Lee en 1995, abordaba con humor y horror temas como el racismo institucional, la violencia de género, los conflictos pandilleros o la brutalidad policial, con un episodio que saldaba cuentas con otro de la vida real: la absolución de cuatro policías por apalear al taxista Rodney King, que provocaría los peores disturbios raciales de la historia de Los Ángeles.
Con La noche de los muertos vivientes (1968), rodada en plena revolución por los derechos civiles, se produjo un punto de inflexión. George A. Romero escogió a Duane Jones como protagonista de la película porque “fue el mejor actor que se presentó el día del casting”. Por primera vez en el cine, el negro no era ni la víctima ni el peligro, sino el protector contra los monstruos. “Según acabó el rodaje, en un pueblo de Pensilvania, Romero ha contado que metió las latas en su coche para ir a montar a Nueva York y en el viaje escuchó por radio la noticia del asesinato de Martin Luther King. Quiero pensar que en ese momento fue consciente de lo que intuitivamente había filmado. Se convirtió en un clásico instantáneo por su capacidad para reflejar las turbulencias sociales que estaban teniendo lugar en EE UU en esa época”, reflexiona Means Coleman. Esto es, una nueva realidad racial: las marchas pacíficas habían dado paso a las revueltas para plantar cara a las persecuciones y asesinatos.
La condición de héroe de la película de Romero no quita que el protagonista acabe tiroteado por las autoridades blancas y quemado en una pila de zombis. Es uno de los grandes clichés del cine de terror: el negro muere. Means Coleman es coautora de un libro que se titula, precisamente, The black guy dies first (el negro muere primero), en el que analiza todo esto que hoy puede sonar a chiste. Es el “negro sacrificial”, dispuesto a dar su vida por el protagonista blanco. Un ejemplo: Kubrick matando al único personaje negro de El resplandor (interpretado por Scatman Crothers) para provocar un impacto en el tramo final de la película, mientras que en la novela de King el personaje sobrevive. Otro tropo habitual: el del “negro mágico”, que gracias a su percepción paranormal y hechizos ayuda al blanco a conseguir sus fines. Algo que Whoopi Goldberg llevó al extremo de la parodia en Ghost (1990). “Hay comedias de terror que han jugado a desmontarlos, como las de Scary movie o Los Black se van de purga (2016). La chica final [como se conoce a la superviviente de los filmes slasher, de psicópatas asesinos] ya no siempre es la blanca, pero aún queda mucho por avanzar. El negro sacrificial persiste, no solo en el terror. Cuando ves películas como Civil war (2024) e introducen a ese personaje negro mayor que no va a poder salir corriendo cuando se presente el peligro, ya sabes que se va a sacrificar por el personaje blanco”, señala Means Coleman.
La profesora Kinitra Brooks, especializada en estudios culturales negros y autora de La guía negra para Lovecraft Country, piensa que “muchos de estos clichés provienen de los blancos, que han dominado la industria visual, haciendo una lectura de la negritud; pero se han quedado viejos. En los años recientes se le está dando la vuelta. Primero, porque los blancos están más versados. Segundo, porque cada vez hay más voces negras plasmando nuestra realidad: si es un negro quien habla de la magia, en lugar de algo maligno puede ser una conexión con nuestros ancestros, un instrumento de poder. Y tercero, la conversación ha avanzado a otro lugar, las audiencias actuales reclaman discursos más sofisticados”, comenta Brooks por videoconferencia.
Means Coleman se encarga de recordar que “no hay cliché más dañino que el de borrar sistemáticamente la presencia de gente negra, ha sido la manera más efectiva de silenciarnos históricamente”. Aunque el cambio empieza a ser palpable. Según la web Blackhorrormovies.com y su responsable, Mark H. Harris (coautor de The black guy dies first), en 2023 “los papeles de negros en el cine y las series de terror se triplicaron desde el estreno de Déjame salir en 2017″. Sin embargo, queda una cuenta pendiente en la industria: a pesar de la cantidad de novelas y relatos publicados por autores negros, difícilmente sus obras son escogidas para adaptarse a la pantalla. “Y cuando sucede, se pierden muchos detalles y se privilegian otros para llegar a las grandes audiencias. Si lo hacen hasta con Stephen King, imagínate con obras de autores racializados”, continúa Coleman. Los seguidores de Octavia E. Butler, por ejemplo, se llevaron un chasco al encontrarse con una visión hueca y reduccionista del trauma negro en la reciente adaptación a miniserie de Parentesco (1979), novela de referencia en la que una escritora negra viaja accidentalmente al pasado para toparse con sus antepasados esclavizados.
La literatura de terror negra siempre ha tenido un papel político, como se encarga de recordar Kinitra Brooks, precisamente acudiendo a otras ficciones especulativas de Octavia E. Butler traducidas recientemente al castellano: La parábola del sembrador y su secuela, La parábola de los talentos. En esta distopía publicada en los noventa y situada en las décadas de los veinte y treinta del presente siglo, un candidato presidencial fundamentalista cristiano se presenta como la mejor solución para un EE UU asolado por el colapso del capitalismo, el desastre ecológico y el racismo estructural enarbolando este eslogan de la victoria: ‘Make America great again’. ¿Les suena? “En esos libros súper oscuros sobre el fin del mundo, Butler no solo acertó en la época, sino en el tema. Vio lo que bajaba por el sumidero y nos brindó una guía para sobrellevarlo. Aunque las cosas se pongan mal, los negros lo hemos pasado peor. Mi padre siempre me recordaba: ‘Nací en los cincuenta y crecí en los sesenta: vamos a estar bien’. Sabemos qué es estar en la lucha, aunque aún quede mucha por delante”, concluye Brooks.
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