Juana Escudero, especialista en derechos de autor: “A la IA solo se le puede pedir que te haga zumo del pasado”
La directora del Instituto Autor, de la SGAE, dice que las bibliotecas públicas son “uno de los grandes logros de la democracia”
Juana Escudero (Madrid, 1973) siempre quiso ser actriz, pero cuando lo planteó en casa, su padre le dijo que podía dedicarse a lo que quisiera, pero que por encima de todo estudiara una carrera. “No está nada mal que un hombre nacido en 1925 quisiera eso para sus hijas. La rica de la familia ya iba a ser mi hermana, porque iba a heredar la farmacia, así que estudiar derecho fue por eliminación”, cuenta tras haber apurado un café con leche en la Librería Ocho y Medio, en Madrid, por donde pasea entre las mesas Hermes, el perro de la propietaria. Especialista en derechos de autor y de la propiedad intelectual tras estudiar un posgrado en la Sorbona, y después de trabajar en la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y en el Instituto Cervantes, acaba de ser nombrada directora de Proyectos del Instituto Autor, una institución fundada en 2005, bajo la presidencia de Antonio Delgado, por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).
Pregunta. Al principio de su carrera tuvo tres trabajos. Uno en por la mañana en la Fundación Autor, otro por la tarde en un despacho de abogados y por la noche como camarera.
Respuesta. Tenía mentalidad de posguerra, supongo (risas). Miedo al descarte, a quedarme sin nada, no sé. Me llamaron de la FEMP porque en aquel momento había una deuda endémica y millonaria de todos los gobiernos locales con los autores, con la SGAE. Por aquel entonces no había un área de cultura en la federación, y hablamos del año 2000, no te creas que hace tanto. Poco a poco les fui convenciendo de que era necesario dar servicios y herramientas a los municipios para una buena gestión cultural de lo local. Era la época en la que se construía por todas partes teatros, auditorios y museos de arte contemporáneo a lo loco y a veces sin pautas razonables y sin un proyecto claro. En 2010 salté al Instituto Cervantes cuando lo dirigía Carmen Caffarel. Fue una experiencia preciosa de dos años dirigiendo el área de cultura. Luego volví a la FEMP y de ahí de vuelta otra vez al Instituto Autor, a cerrar el círculo. Mi vida laboral ha dado saltos siempre.
P. Hablemos de la cultura en los municipios, cómo se gestiona, que es algo en lo que apenas se profundiza, siempre empeñados en las grandes ciudades, los grandes sitios y los grandes nombres.
R. Creo que la oferta cultural es fantástica y se tiene que democratizar, pero me interesa mucho más una dimensión previa, que es la vida cultural allá donde vivamos, más allá de lo que se nos ofrece. Es fundamental que tengamos en todas partes lugares públicos de socialización, eso ya en sí es un acto cultural. Donde haya personas, hay cultura.
P. ¿Y esos espacios de socialización son?
R. Las bibliotecas públicas. Creo que son el baluarte de nuestro territorio, te abren a todo. Las hay hasta en el pueblo más pequeñín de España. Me parece uno de los grandes logros de la democracia, ha sido transformador. De hecho, no creo que haya otra política cultural que la local.
P. En cuanto Vox entró en las instituciones, quiso cultura.
R. Es que la importancia de la cultura radica en su inmediata supresión o degradación según quiénes ostentan el poder. Que algo se quiera asfixiar es un reconocimiento inverso de su capacidad de incidir. Cuando los partidos radicales intentan utilizarla es justo para eso. Por eso, cuando empezaron las negociaciones para el Gobierno de Castilla y León, pidieron educación o cultura. Reconocen el poder que tiene.
P. Declaró hace tiempo que la cultura es el principal valor de nuestro país y, sin embargo, es el que más maltratamos. ¿Sigue pensando lo mismo?
R. Me reafirmo y ojalá me tenga que contradecir algún día. En momentos de desencanto, y cuando quiero epatar, pienso que este país ni siquiera es posagrícola. Elogiamos el trabajo físico, el de doblarse la espalda y trabajar de ocho a siete en una cadena de producción o en un comercio, pero en absoluto el trabajo intelectual.
P. También ha dicho que la cultura es un derecho humano. ¿Cuántos le han llamado exagerada?
R. Tenemos el riesgo de caer en eso de que la cultura es algo para lo que hay dinero y espacio cuando todo lo demás esté atendido. Para cuando sobre. Y eso es una pobreza de planteamiento. Los derechos culturales son derechos humanos. El Ministerio de Cultura ha creado una dirección general de derechos culturales, que tiene ese propósito, y es un cambio de paradigma muy beneficioso.
P. Los derechos de autor y de la propiedad también han estado maltratados. ¿Cuál es la situación actual?
R. Tenemos la fortuna de que nuestro ordenamiento jurídico es debido sobre todo al derecho internacional. El primer tratado internacional que protege la propiedad intelectual con carácter global es de 1886, y desde entonces hasta ahora, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) sigue promoviendo la protección, y afortunadamente, la UE ha promovido la normativa en las últimas décadas. Normas que sí reposan en la certeza de que se trata de derechos humanos. Si no reconoces ciertos derechos a las personas que crean, esas personas no van a poder tener una mínima posición ante quienes quieran explorar y difundir sus obras. Es la única propiedad que siendo la más personal de las posibles, porque es la creación de uno mismo, prescribe con el tiempo. Si compras una casa o cualquier objeto, lo pueden heredar los tuyos durante generaciones, siempre os va a pertenecer. Lo que tú o yo creemos, en setenta años después de nuestra muerte será de dominio público. Es un reconocimiento de que es valioso. Ahora España va a ser pionera en la regulación de las licencias colectivas que permitan el uso de las obras de miles de autores con fines de inteligencia artificial, y es una iniciativa que ojalá salga adelante. La tarea fundamental es la de persuadir a la gente de la riqueza que supone proteger las obras de nuestros creadores y respetarlas. En manos de los gobiernos está administrar y poner veto a la codicia de las tecnológicas, que esquilman la creación en nombre del sacrosanto desarrollo tecnológico y el progreso, que es imposible sin esas obras que esquilman, pero cuyos derechos no quieren reconocer.
P. Si para algunos de los que trabajan y viven de la cultura, la IA les produce temor, ¿qué le provoca a usted como jurista?
R. Es normal que cambios tan disruptivos generen miedo y desconcierto. Claro que se llevará por delante trabajos, pero creo que los humanos y los legisladores, y ahí estaremos atentos, hemos de saber qué tareas podemos confiar a las IA y cuáles no. A la IA solo se le puede pedir que te haga zumo del pasado, porque esos algoritmos son de predicción y de repetición sobre la base de lo ya sucedido, pero no hay actividad creativa.
Babelia
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