‘Anatema’: la pasión por meter miedo en el cine con monjas, demonios e iglesias madrileñas
La escritora y guionista Jimina Sabadú debuta en la dirección de largometrajes con un filme de terror que bebe de la cultura y de referencias muy españolas
Emilio Carrere forma parte del grupo de intelectuales de derechas que brilló durante la Segunda República, y que, acabada la Guerra Civil, declaró su lealtad a la dictadura franquista. El tiempo no ha sido displicente con todos ellos, y Carrere, fallecido en 1947 a los 65 años, escritor y poeta, madrileño por los cuatro costados, vividor y ludópata, casi ha sido borrado por el viento de la historia. Casi. Si quedan rastros de él es por su pasión como cronista de aquel Madrid tumultuoso, en especial de los bajos fondos, y su querencia por la literatura fantástica. De ese magma nació su mejor obra, la novela La torre de los siete jorobados, llevada al cine por Edgar Neville en 1944, y de ese hilo tira Jimina Sabadú para su debut como directora de largos: Anatema, un cóctel de monjas, demonios, cardenales poderosos, iglesias madrileñas con horribles pasados ocultos que se estrena este viernes en salas comerciales.
Sabadú (Madrid, 43 años), columnista de EL PAÍS, lleva décadas escribiendo sobre el terror. “No solo sobre eso, pero sí, me interesa mucho. Y desde luego, cuando redacto libretos de cine, me salen de este género”, apunta. Así nació Los ojos negros, “una historia de brujas”, que envió a Pokeepsie Films, la compañía de Carolina Bang y Álex de la Iglesia. “Les gustó, pero en ese momento tenían atasco de pelis de brujas. A cambio me dijeron que si quería dirigir, había un guion de Elio Quiroga listo para ello”. Quiroga es un rara avis del cine español, creador de un puñado de títulos de culto. “Me encanta el trabajo de Elio, y estuvimos hace un tiempo a punto de escribir juntos. Anatema era un guion muy loco, fantástico y con un punto muy divertido. Pero claro, estaba escrito hacía seis años, cuando había otros presupuestos con más enjundia, y a ellos le pareció bien que lo reescribiera”, explica Sabadú.
Con todo, también colaboró Quiroga, “y tras mis 30 reescrituras volvió después a darle una visión fresca”, y siempre cumpliendo una premisa, que Anatema formaría parte de sello The Fear Collection, creado por la productora y Sony, “terror sin pretensiones autorales, pensado para todos los públicos”.
La protagonista de Anatema es una joven monja, Juana Rabadán (Leonor Watling), a la que le encargan visitar las catacumbas de una de las iglesias más antiguas de Madrid. El arzobispo Rocco (Manuel de Blas) sospecha que bajo sus interminables túneles se encuentra el sello de san Simeón, colocado allí por el propio santo eremita con el fin de salvaguardar el mundo de un mal de tiempos pretéritos. Acompañada de un sacerdote (Pablo Derqui), de una novicia, y el exorcista Cuiña (Jaime Ordóñez), la monja arqueóloga baja a esas cuevas a centenares metros de profundidad para encarar ese fenómeno sobrenatural y su propio pasado. “De esta sinopsis hubo una frase que llamó la atención para las ventas, y es que la iglesia es solo la punta del iceberg, lo que se ve de un entramado siete veces más grande que se despliega hacia el centro de la Tierra”, apunta Sabadú.
Y aquí entra Carrere. Anatema está llena de guiños para aficionados, empezando por Carrere, ya que se menciona en pantalla La torre de los siete jorobados. “Es uno de mis escritores favoritos, y varios de sus cuentos sobrevuelan Anatema, poniendo nombres, como la casa del pecado mortal, que sale de su relato El gran salto macabro; y otros más. O de su pandilla de escritores. El personaje que mendiga con el cadáver de su hijo muerto en una caja se inspira en lo que hacía Rafael Cansinos Assens, que también fue el inspirador del personaje de Max Estrella en Luces de bohemia”, cuenta con emoción la directora. “Si me faltaban por conocer historias y secretos de Madrid, ya me he hecho el máster avanzado”.
Con la misma pasión habla del reparto, donde Jaime Ordóñez sirve de conexión con un clásico del terror contemporáneo —fue el bombero de [REC]—; Manuel de Blas, que da vida a un arzobispo en el que resuenan los ecos de Rouco Varela, con el fantaterror español de hace décadas; Pablo Derqui con teatro y cine autoral; Freda Lorente (otra referencia para la cultura pop cañí) clava su personaje de camarera, y por encima del resto, Leonor Watling, “que se sobrepuso a condiciones meteorológicas adversas y que me parece una actriz impresionante, que hizo crecer el lado humano de su papel”, subraya la cineasta. Todos, embarcados en un rodaje de cinco semanas, de marzo a abril de 2023.
Sabadú espera que el público “disfrute de la película, que se le olvide su vida durante un rato, y que dentro de 5, 7 o 10 años la recuerden con cariño”. Que entiendan que ella apuesta “por un Madrid de terror, poco utilizado en este género hasta que Álex de la Iglesia lo cambió todo”. Y explica: “El terror estadounidense está bien, pero está más pegado, probablemente por la extensión de su país, con la naturaleza. Y debemos exprimir más nuestra cultura, nuestras cosas, para construir miedos. Por eso triunfó [REC], porque todos nos reconocíamos en lo que pasaba”.
Babelia
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