El filólogo Pedro Cátedra ingresa en la RAE con un canto de amor al libro como objeto con vida propia
Medievalista, se sentará en la silla A de la institución, vacante desde el fallecimiento del lexicógrafo Manuel Seco Reymundo
Para los amantes de los libros, estos son más que objetos, reflejan también la vida y la personalidad de su dueño. Hasta el punto de que para los bibliófilos, los ejemplares de sus bibliotecas pueden convertise en seres animados. Esta oda al libro ha centrado el discurso de ingreso en la Real Academia Española (RAE) de Pedro Cátedra García (Gabia Grande, Granada, 70 años), uno de las grandes filólogos españoles, historiador del libro, crítico literario, que desde este domingo ocupa la silla A de la institución, la plaza que estaba vacante desde el fallecimiento del también filólogo Manuel Seco Reymundo en diciembre de 2016.
El profesor Cátedra García, catedrático emérito de la Universidad de Salamanca, fue elegido académico de la RAE el 8 de junio de 2023, así que no ha agotado los dos años de los que disponía para leer su discurso, que ha titulado Biografía de un libro, repleto de citas y referencias literarias y de erudición. A Cátedra lo avalaron entonces los académicos Francisco Rico (fallecido el pasado 27 de abril), Inés Fernández-Ordóñez y Juan Gil, encargado hoy del discurso de bienvenida en nombre de la corporación. Cátedra, en el inicio de su intervención, ha tenido un recuerdo especial para Rico: “Fue y es mi maestro”. De hecho, Cátedra obtuvo la licenciatura en Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Barcelona en 1976, donde se doctoró en 1981 bajo la supervisión de Rico. Fue el comienzo de su labor investigadora.
También ha sido profesor e investigador invitado en universidades de Europa y América, como en Roma La Sapienza, la parisiense la Sorbona, Colonia, Londres, Oxford, Berkeley, Columbia o Pensilvania. Por su labor investigadora ha recibido, entre otros premios, el Alexander von Humboldt, en Alemania (1999), y en España, el Premio María de Maeztu de la Universidad de Salamanca a la excelencia científica (2008). Otros proyectos dirigidos por él han sido galardonados con el Premio Nacional de la Edición, en la categoría de mejor libro impreso (1991), y el Premio Nacional de Edición, categoría de mejor libro técnico y de erudición (1991), concedido por el proyecto la Biblioteca Española del Siglo XV.
Además, ha dirigido centros de investigación, como el Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas, el Instituto de Historia del Libro y de la Lectura o el Instituto Universitario de Estudios Medievales y Renacentistas y de Humanidades Digitales (2013-2024), todos en Salamanca.
Como es costumbre en los nuevos académicos, Cátedra ha glosado la figura de su antecesor, Seco Reymundo, “uno de los mayores lexicógrafos de la lengua española del siglo XX”, de quien ha recordado algunas de sus obras, como el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (1961) y el Diccionario del español actual (1999), junto a Olimpia Andrés y Gabino Ramos. Tras el ingreso de Cátedra, de las 46 plazas de acádemicos están cubiertas 43. Está pendiente que lea su discurso de ingreso el escritor Javier Cercas.
Estudioso de autores y personajes como el marqués de Santillana, Cervantes o la Celestina, y de la historia del libro hasta el siglo XVIII, Cátedra se ha valido de un título menos conocido, Los doce trabajos de Hércules, que Enrique de Villena —a quien dedicó su tesis— compuso en catalán en 1417 (se imprimio en 1514) y que él mismo tradujo al castellano meses después, para desgranar las razones y sentimientos que pueden llevar a considerar el libro como un ser vivo que nos habla a través de su texto. El ya académico ha repasado la vida de esta obra, sus distintas reimpresiones y avatares, hasta el siglo XX. “Es uno de los textos más reencarnados de la literatura hispana del siglo XV”. En Los doce trabajos de Hércules, su autor explicaba el célebre mito del héroe griego y detallaba sus aplicaciones al mundo que le había tocado vivir.
Cátedra, consciente de que vivimos “una crisis generalizada sobre la función de cualquier disciplina humanística y de la de sus profesionales”, ha destacado que “detrás de cada biblioteca privada hay mucho más que una acumulación ordenada o desordenada de libros” porque es también “una historia y anatomía intelectual de su poseedor”. “Yo no puedo ver mis libros sino como una autobiografía de capítulos y vivencias enlazados”. Esto dicho por quien en su bibliografía suma 267 obras, de las que una cuarta parte son libros.
Entre esos títulos destacan: Amor y pedagogía en la Edad Media (1989), del que se siente especialmente orgulloso; Sermón, sociedad y literatura en la Edad Media (1994), Invención, difusión y recepción de la literatura popular impresa (2002), Bibliotecas y lecturas de mujeres: siglo XVI (2004), Liturgia, poesía y teatro en la Edad Media (2005) y Patrimonio textual y humanidades digitales (2020).
En esa idea del libro como objeto con alma, Cátedra ha referido varios ejemplos en la literatura que han creado “humanizaciones o corporeizaciones” de un ejemplar o de toda una biblioteca. Para continuar con que en la vida del libro no solo es fundamental su lector, también, como sucedía sobre todo en sus comienzos, la contribución de amanuenses, impresores y editores. ¿Y qué sucede entonces con quien lo escribió? Citando a Borges ha señalado: “Desde el momento en que el autor acaba el libro, está dejándolo ir”.
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