Arte de vanguardia entre los muros del palacio abandonado de la escritora Fernán Caballero
Osborne reabre en el Puerto de Santa María la casona del siglo XVIII tras medio siglo cerrada y sin intervenir para acoger muestras contemporáneas
Tres surcos de albero se abren como caminos en la vieja solería de mármol. Las vigas de madera pintadas de un añil ya casi descalichado conviven con los nuevos forjados de hormigón y rasillones al aire. Ocho ajadas columnas dóricas enmarcan una fuente vacía de la que nace un ramillete de clavellinas rojas. Hasta que los colores primarios del artista contemporáneo Srger, Sergio Gómez, aparecieron, el tiempo se había parado en el imponente palacete dieciochesco de El Puerto de Santa María en el que vivió la escritora Fernán Caballero. Ahora los desconchones que descarnan los muros hasta dibujar formas caprichosas dialogan con el arte abstracto concebido, en parte, entre esas paredes que ahora solo son ecos de un esplendor pasado.
Esa conversación entre el opulento ayer, construido a golpe de vinos embarcados en navíos comerciales con América, y el vibrante presente de un artista de vanguardia sevillano con ganas averiguar lo que “la memoria y el espacio” le podían aportar es la puesta de largo del palacete Fernán Caballero. La Fundación Osborne ha rescatado del olvido esa casa palacio del siglo XVIII situada en la calle homónima para convertirla en una sala de exposiciones que albergará durante julio y agosto muestras temporales con el apoyo del centro de arte contemporáneo Casa de Indias. El espacio nace con vocación de permanencia más allá del verano, como ganas de mostrar las heridas de guerra que infligen medio siglo de deshabitación. “Esto va a ser una auténtica provocación”, avanza Iván Llanza, director de la Fundación.
Gómez tiene vivo el recuerdo de lo que sintió cuando vio por primera vez el espacio que se iba a convertir en su residencia artística durante un mes: “Fue brutal”. La exposición Del grano a la montaña es el punto y seguido a la muestra que realizó a finales de 2023 en Campoamor3, un local comercial de Madrid también abandonado, con el acompañamiento de Jordi Pallarès como comisario y curador y el apoyo de Swinton Gallery. “Aquello era industrial, pero esta arquitectura es más vernácula para él”, apunta Pallarès, en referencia a un palacete que sigue parte de los cánones habituales del palacio sevillano XVII y XVIII.
Del grano a la montaña surgió de la necesidad de Gómez iniciada en 2022 de realizar un dibujo diario. Llegó a los 174 con una técnica de trazo libre realizada en pintura, cera, óleo o espray con fuerte presencia de los colores primarios en la que pretendía mostrar “importancia de lo cotidiano y la acumulación”. Ahora parte de esa obra se desparrama en esas salas de muros desconchados y dialoga de forma constante con esa decadencia envolvente. Tanto que la obra 175 pende colgada de las vigas de la primera sala, en un lienzo de gran formato sin bastidor que sirve de divisor de espacios. La interacción con el palacio en el que ha concebido la última parte de su producción se materializa también en intervenciones artísticas en las que ha usado el propio espacio y mobiliario superviviente al abandono para crear nuevas obras.
“Esto no lo puedes encontrar en una galería al uso que es un cubo blanco”, reflexiona Gómez, mientras da un último repaso a la muestra, antes de su inauguración. El recorrido, que se desarrolla en las salas articuladas en torno al patio de la planta baja, concluye con la alegoría de una montaña invertida trazada con una red que pende en ese espacio abierto central y se descuelga hasta la fuente. “He buscado la belleza de los accidentes. Es un espacio muy escenográfico”, apunta el artista.
El palacio renombrado ahora con el seudónimo de su inquilina más famosa, la escritora Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea (Morges, Suiza, 1796 - Sevilla, 1877), es, en verdad, históricamente conocido como la casa de la familia Barrios. Su primer morador y administrador de la Aduana Real de El Puerto, Bernardo Antonio de Barrios Leal, hizo fortuna con la exportación de vino y aceite en la primera mitad del siglo XVIII. La herencia del comerciante ya dejaba constancia de una opulenta morada que ocupaba toda una manzana y que englobaba el palacete, cocheras, bodegas, graneros y noria. Su hijo, Jacinto José de Barrios San Juan —que vivió y murió soltero, rodeado solo de sus 13 criados— mejoró aún más el edificio con jardines y con la construcción de su bella portada monumental, como rememora en su web la asociación para la defensa del patrimonio de El Puerto Betilo.
No fue hasta 1836 cuando la familia Osborne la adquirió, después de que en 1822 sirviese de morada a los Böhl de Faber. Desde entonces, el inmueble pertenece a unas bodegas históricas que atesoran un importante patrimonio histórico de casas palacio, obras de arte y valioso patrimonio documental. Todo ese legado genera una ingente labor de conservación y difusión que recae en la fundación de la firma. Y de ese caldo de cultivo surgió la idea de reabrir una finca que llevaba unos 45 años deshabitada, usada como almacén y sometida a tareas de conservación preventiva y mantenimiento para evitar la ruina. “Llegar a este grado de crudeza amable ha tenido también su trabajo”, bromea César Jiménez, uno de los responsables de Casa de Indias.
La exposición, inaugurada el pasado 5 de julio, estará abierta todo el mes hasta las 23.30 de la noche. En agosto, le tomará el relevo el artista Tito Pérez Mora en una muestra “totalmente distinta y más instalativa”, como avanza Jiménez. La idea es que el palacete Fernán Caballero llegue para quedarse con una agenda periódica que permita reabrir el palacio a nuevas instalaciones con artistas nacionales. “La idea es alejarnos de lo localista, mirar para afuera y realizar apuestas arriesgadas. Queremos unir patrimonio, cultura y territorio”, explica Llanza. En definitiva, “dar luz contemporánea a un espacio clásico”, como resumió Jiménez el día de la inauguración de la primera exhibición que trajo de nuevo la vida al decadente palacete de la familia Barrios.
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