Las primeras plantas que Colón trajo de América siembran de arte el monasterio de la Cartuja de Sevilla
La artista colombiana Delcy Morelos presenta su primera exposición individual en España con un proyecto creado ‘ex profeso’ para el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, en cuya sede estuvo enterrado el almirante genovés
El olor a tierra mojada espesa el aire en el interior de los claustros del monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas en Sevilla, hoy convertido en sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Se cruzan y confunden aromas del viejo y el nuevo mundo en un enclave que tuvo especial significación en el azaroso periplo vital del almirante Cristóbal Colón. También en su muerte, igual de viajera que su vida, por ser uno de los primeros lugares en donde encontraron sepultura sus restos, antes de su traslado a Santo Domingo.
El centro de arte andaluz es aún hoy un remanso de silencio cartujo, con huertos donde maduran los naranjos, pero en los que estos días huele también a ají, a chía y a café, a tomate y a pimiento ―algo ya tan español, pero que no siempre lo fue―, a canela y clavo. Es curioso que, a pesar de las monumentales instalaciones que la colombiana Delcy Morelos (Tierralta, 1967) ha construido para mostrarlas en Profundis, su primera exposición individual en España, el recuerdo más inmediato tras la contemplación de este trabajo portentoso sea olfativo.
Morelos, artista que fue la gran sorpresa en la Bienal de Venecia 2022, y que actualmente tiene en la DIA Art Foundation de Nueva York su primera exposición individual en Estados Unidos, llega por primera vez a España con una única escala en Sevilla. Y lo hace con el mismo espíritu con el que ha cruzado el océano varias veces para presentar su obra plástica en Europa: situar la naturaleza, la Pachamama (“la madre tierra” para los quechuas), en el centro de su obra. Un empeño, por tanto, que convierte el espacio sobre el que ha intervenido en un festín sensorial que invita a pensar en aquella Sevilla a la que en el siglo XVI llegaron, junto con los cargamentos de oro y plata, otros descubrimientos que nos sacarían de apuros en tiempos de necesidad, como la patata o el cacao; y que modificarían para siempre la orografía de nuestros mapas olfativos y sensoriales.
En Profundis, “la tierra está puesta en el lugar del que nunca debió salir”, asegura Delcy Morelos frente al altar mayor de la que fuera la iglesia principal del monasterio, ahora convertido en un impactante telón amarillo por el que se resbala un manto de albero, con el que lanza un mensaje claro: Profundis es, además de una exposición de obras de bellísimo impacto estético, un proyecto de compromiso ético y sostenible, lo que la dirección del museo ha querido denominar arte de kilómetro 0, realizado con materiales locales que ha involucrado a artesanos y agricultores andaluces durante varios meses previos a la inauguración la semana pasada.
Es una instalación que se ha creado empleando materiales locales (el albero de la provincia de Sevilla, la tierra roja procedente de Huelva y de la comarca de La Janda, en Cádiz), en línea con la trayectoria de Delcy Morelos en la última década, “donde la tierra ocupa un espacio fundamental. Y ha contado con jóvenes alumnos de la Universidad de Bellas Artes de Sevilla, que han podido participar de la producción, teniendo la oportunidad de nutrirse del trabajo de una artista consagrada como Delcy Morelos y sentirse parte de la gestación de su obra”, según explica la directora del centro, Jimena Blázquez.
Las raíces vistas, las hojas nuevas, la explosión de los brotes de las primeras plantas que Colón trajo a España desde América son, por tanto, los ingredientes que conforman Profundis. “Pareciera que el monasterio estaba predestinado a recibir la obra de Morelos para recuperar una memoria sensorial perdida”, reflexiona Blázquez, comisaria asimismo de la muestra.
Morelos, por su parte, invita a visitar la exposición —“A vivir esta experiencia”, según define ella expresamente— en silencio, como es preceptivo además en un espacio en el que silencio forma parte de su ADN. También en un ambiente de penumbra, en el que al espectador “se le van revelando los detalles de la obra a medida que sus ojos se acostumbran a la semioscuridad”, comenta Morelos mientras pasea por la exposición, sorprendida “de la fertilidad de la tierra andaluza”, que hará que la obra se vaya modificando, al menos eso confía, con el paso del tiempo: “Algunas piezas brotarán”.
Delcy Morelos encontró en este lugar “sagrado”, que está a la vez dentro y fuera de Sevilla, el espacio perfecto para darle a este nuevo trabajo ese carácter espiritual que domina toda su obra. En el monasterio de la Cartuja se encuentra también el primer árbol de América, que plantó Hernando Colón, hijo del almirante, con semillas del continente americano. Un ombú, vocablo guaraní que significa “el que atrae a la lluvia” y que adquiere una especial significación en una ciudad de grandes temporadas áridas como es Sevilla. “Ese árbol es un Dios, un Dios de la tierra, y por eso he querido buscar lo sagrado y devolver de nuevo a este entorno su carácter religioso y ancestral”.
Este espacio que fue alfarería durante la época almohade, monasterio cartujo hasta la desamortización de Mendizábal, fábrica de loza fina para la firma británica Pickman en el siglo XIX y actual Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, es ahora también “un templo donde la tierra se expresa”, la naturaleza como “el espejo de lo que somos. El ser humano es tierra viva: soy un cuerpo, soy tierra”, reflexiona la artista colombiana, tan menuda que a veces parece desaparecer dentro de sus inmensas instalaciones vegetales.
Profundis puede verse en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo hasta la primavera del próximo año, 2025, cuando Delcy Morelos espera que las plantas hayan hecho “su propia evolución”, por lo que invita a pasear por ella varias veces, en distintas épocas del año.
Babelia
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